martes, 26 de mayo de 2009

EL SEÑOR DEL VENENO



Tradición de la calle de Porta Coeli.Se llama ahora 6ª de Capuchinas.

Muy madrugador era don Fermín Andueza; no sufría que la mañana se levantase primero que el Antes que asomara la luz ya estaba velando, y apenas esclarecía, echábase a la calle envuelto en su negra capa. De entre los pliegues emergía la noble cabeza del caballero, tocada con sombrero de gran falda a la chamberga, y sobre el embozo resal-taba la blancura de una mano larga y pulida con sortija de oro, en la que un diamante fulguraba vivas luces...con gran devoción oía la misa ...tornaba lentamente a su casa, pero tanto al entrar como al salir del templo, se detenía frente al crucifijo de gran talla, cuya amarillenta blancura resaltaba entre los oros de un altar plateresco.

Pendía el lacerado Cristo de la cruz flojo, lacio, presas las finas manos por los crudelísimos clavos; de ella colgaba el cuerpo sostenido sobre el que traspasaba los pies, ya desgarrados en una herida roja, ancha y luenga, abierta basta arriba del empeine...la cabeza grácil de delicado y doliente perfil.. hallábase derribada sobre el pecho...

El caballero, lleno de humildad, le ofrecía el incienso de su oración, y tras esa plegaria se alzaba e iba a besar los pies, rojos y negros de sangre coagulada, y ponía unas monedas de oro en el plato petitorio. Invariablemente, día a día, hacia esto don Fermín Andueza.

Rico era este señor; poseía heredades, buenas casas ... pero eran más crecidas las riquezas que había en su alma. De ella manaba toda excelencia. Encerrábanse en su ser todas cuantas bondades hay. Usaba de piedad con el pobre y dábale la mano y le ofrecía sus servicios con toda voluntad. Iba aliviando trabajos y necesidades con sus generosos beneficios. Quitaba el hambre y daba hartura.

Celos tenía a éste señor el rico don Ismael Treviño, quien a nadie daba nada de lo suyo, desconocía el íntimo goce de hacer beneficios. Era de esos seres a quienes pesa el bien ajeno, que se alegran de ver caído al prójimo y se entristecen de mirarlo ensalzado. En el corazón se le entró a don Ismael una polilla de envidia, con la que se estaba carcomiendo a sus solas. Por don-dequiera hablaba mal de don Fermín Andueza ...Si delante de él decían un elogio, algún cumplido loor a don Fermín, se ponía amarillo y miraba con semblante amargo...

Este don Ismael Treviño era de esos que con aguda vista ven los males extraños, pero no los suyos, pues siempre traía sus apetitos alterados con más olas que el mar océano. Se tragaba el camello y se ahogaba con el mosquito.

Pero ese odio de dónde vino? ¿De dónde salió a don Tomás Treviño esa envidia que le traía recocidas las entrañas, herido el corazón? ... Los celos lo atizaban cada hora, y así no sabía sino morder y acusar. Y con esa pasión desmesurada le cegó el entendimiento sin de-jarle luz de razón. ... Y así le empe-zó a impedir con mil estorbos sus negocios; pero no parecía sino que eran impulsos que les daba, porque le salían mejor a don Fermím, con grandes ganancias. Entonces su envidia la cambió par odio y empezó a abrasarse el alma con infernal aborrecimien-to... esta abominación le dijo un día que lo matara, y se quedó saboreando con deleite ese con-sejo, que venía del diablo.

Después de meditar ese aviso y aprobarlo, caviló mucho cómo le quitarle la vida: si con puñal, si con pelota de plomo, si con veneno. Su natural cobarde rechazó daga y pistolete, por-que aunque podía alquilar un brazo ejecutor, temió que lo sujeta-ra al fin la justicia y que luego lo señalase; así es que se decidió por la ponzoña, con la que de lejos se operaba y con menos riesgo. Buscó y halló a un hombre que le puso en una redoma una cierta agua de lindo color azul, que no daba la muerte en el acto, sino que poco a poco se derramaba y distribuía por todo el Cuerpo, y al fin, después de días, apagaba la existencia suavemente sin dolores ...

Bañó con ese líquido un gran pastel de hojaldre que, muy caliente y dorado, envió a don Fer-mín ...mandádole decir que era obsequio de su amigo, el regidor perpetuo del Ayuntamiento... que lo gozase en el desayuno, acompañado de su fragante tazón de chocolate. Y así lo hizo complacidísimo don Fermín.

Don Ismael, curioso de ver qué efectos le había ocasionado el líquido, se puso a seguirlo cuando, por la mañana, salió de su casa para ir a Porta Coeli, lento, erguido, majestuoso, .... y saludando a todos los que encontraba por su camino con afable sencillez. En la iglesia de donde salió a recibirlo un suave olor de cera y de incienso. Se acercó luego al Santo Cristo, dijo devotamente las oraciones que tenía por costumbre y fue a adorar después con gran reverencia, los pies ensangrentados; pero apenas puso en ellos los labios, en el acto se obscurecieron más, y la ola negra empezó a subir rápidamente por todo el cuerpo hasta quedar como si estuviese tallada en ébano. Muchos devotos que rezaban ante el Cristo, .... contemplaron aquella negrura profunda que invadía el cuerpo y empezaron a dar voces de asombro al mirarlo todo prieto, cuando hacia pocos instantes que era de una marfileña blancura.

Don Fermín quedó pasmado. ¿Qué tendría, dijo, que al contacto sus labios se puso negro el Santo Cristo?

Don Ismael Treviño, en un gran impulso cortó el rencor del alma, fue a dar a los pies del generoso caballero y le confesó a gritos que lo había querido emponzoñar y que Cristo, como una esponja generosa, absorbió el veneno que llevaba ya por el cuerpo, librándolo así de una muerte cierta, segura.

Don Fermín ... le dijo, con delicadas y tiernas palabras, que lo perdonaba, y para darle buenas pruebas de ello lo abrazó con muy efusivo cariño, corno si fuera ese hombre malvado un malvado un hermano ausente y querido a quien no hubiese visto en mucho tiempo.

Varias personas de las allí presentes se llenaron de furor y quisieron aprehenderlo, llevarlo a la cárcel; pero don Fermín, ... les rogó con encarecidas palabras que lo dejasen ir en paz, porque él ya había olvidado el agravio, y que sólo les pedía que se arrodillaran a dar gracias al Cristo. Don Ismael Treviño salió de Porta Celi pálido, cabizbajo, lento... Ese mismo día abandonó la ciudad y nadie volvió a saber de él. Como se extendió la noticia por todo México de aquel raro acontecimiento... tanto don Fermín de Andueza como los innumerables beneficiados por su generosidad, le llevaban a diario velas de ofrenda al Santo Cristo negro; cierta tarde cayó una vela y la santa imagen se abrasó en fuego y a poco estaba hecha llama. Ardió toda y se volvió pavesas...tiempo después fue reemplazado con Otro Cristo, también negro, ... es el que ahora conocernos ya en un altar de la Catedral, lleno de exvotos de plata y de oro.

Fuente: ARTEMIO VALLE ARIZPE.

LA PLANCHADA


Esta leyenda fue de las más populares del siglo XX, también es conocida como "La Enfermera Visitante", evoca muchas narraciones misteriosas ocurridos en el Hospital Juárez, el Centro Médico, además de clínicas y centros de salud de la Ciudad de México y sus alrededores.

Una de las versiones de cómo ocurrieron los hechos que dieron origen a la leyenda narra que una enfermera de nombre Eulalia entró a formar parte del personal de un hospital civil, y en poco tiempo se ganó la simpatía y el afecto del personal médico y administrativo.

La joven enfermera era de buena presencia, y vestía su ropa siempre con una blancura impecable, y muy bien almidonada y planchada.

Era entregada a su vocación por atender a los pacientes, en una ocasión el Director del hospital llamó al personal porque iba a presentar a un médico de nuevo ingreso, pero sin embargo ella no acudió al llamado porque se encontraba atendiendo a un paciente.

El médico recién llegado se llamaba Joaquín, era joven y recién egresado, y después de un corto tiempo en el hospital se rumoraba que era orgulloso y envanecido. Cierto día se le encomendó a la enferemera Eulalia que auxiliara al Doctor Joaquín, quien iba a extraer una bala a un paciente que llegaba de urgencia.

Dicen que Eulalia quedó impactada al conocer al Doctor Joaquín, y que después de colaborar con el mencionado médico no dejaba de hablar de sus ojos y de lo bien parecido que era. A pesar de que muchas personas le recomendaron que no se enamorara del galeno, en poco tiempo se hicieron novios, aunque la relación no era equitativa: ella le entregaba todo su amor y él era fanfarrón, y coqueteaba con otras enfermeras.

Pasaron meses e incluso más de un año, y el Doctor Joaquín le dijo que se casarían. Ella se emocionó mucho y comenzó a ilusionarse con la boda.

Un día, él le pidió que le guardara un traje de etiqueta porque iba a ir a una elegante recepción al día siguiente. Ella accedió, y así al otro día el la visitó en su casa, donde se cambió y al terminar conversaron un rato. Eulalia le comentó que había olvidado mencionarle que a la mañana siguiente iba a salir temprano de viaje pues tenía un seminario al norte del país que duraría 15 días.

A la enfermera Eulalia le extrañó un poco que no le hubiera mencionado nada Joaquín acerca del viaje con anterioridad, pero le deseó buen viaje y se despidió del él.

A la semana, ella ya lo extrañaba mucho, y un enfermero del hospital conversó con ella y le confesó que tenía interés de que ella lo acompañara a una fiesta, pero ella le dijo que no podía hacerlo, pues estaba comprometida con el Doctor Joaquín, a lo que él le respondió que cómo iban a estar comprometidos si él se acababa de casar y estaba en su viaje de bodas, además que había renunciado a su trabajo y se iba de la ciudad.

La enferemera Eulalia no pudo evitar sumirse en una profunda depresión por el engaño en el que había sido víctima. Dicen que comezó a llegar tarde al trabajo, descuidó a algunos enfermos, e incluso hay quienes mencionan que se le llegaron a morir por su desatención.

Pasó el tiempo, y ella cayó en cama por una enfermedad que la llevó más tarde a la tumba, en el mismo hospital donde trabajaba.

Después de un tiempo, comenzaron a suceder hechos extraños, como que una mañana un paciente que estaba grave amaneció muy bien, y le dijo a la enfermera:

-Gracias por sus cuidades, la medicina que me dió me mejoró mucho.

Sin embargo, la enfermera no había ido en la madrugada.

En otra ocasión, una paciente también mencionó que una enfermera vestida con ropa muy bien almidonada había ido durante la noche a darle unas pastillas.

Así comenzaron a ser comunes las narraciones de las visitas de la fantasmal enfermera a quien llamaron desde entonces "La Planchada". El personal del hospital se familiarizó con las apariciones de Eulalia, quien en las noches circulaba por los pasillos, entraba a los cuartos, y nadie duda que hasta haya sido auxiliar en alguna de las de cirugías.

El día de hoy todavía sigue escuchándose de vez en cuando que alguien comenta sobre una visita de la enfermera, con su vestido largo, blanco y perfectamente almidonado y esto no ha sido solo en el Hospital Juárez, sino en otros nosocomios de la Ciudad de México.

SOLEDAD


El silencio va de la mano con la soledad, y esto es lo que más pesa. Esto es lo que nos hace sentirla, pues el ruido del silencio se hace insoportable cuando uno desea una compañía.

El ser humano es un ser social, no puede vivir sin que haya aprendido expresamente a vivir en soledad. Y siempre uno es movido por el deseo. El deseo de ser amado, el deseo que nos consideren, que alguien nos tenga en cuenta... el deseo de ser y estar, amar y aprender a vivir. Es el deseo de querer dejar una huella en el camino y una marca en el tronco del árbol de la vida.

Pero a veces, Dios nos da otras cosas que compensan grandemente la ausencia de alguien a quien amar. Es cuando llegamos a amar y comprender a la totalidad de la vida, cuando aprendemos a valorar todos los momentos vividos en el camino.

Siempre necesitamos del otro para sobrevivir, es una constante que nació con nosotros en el primer suspiro, crece a medida que desarrollamos nuestra percepción. El alcance de nuestros sentidos es cada vez más amplio. Comenzamos de a poquito a incorporar el mundo a través de las enseñanzas de nuestros padres, incorporamos un mundo hecho a la medida de quienes nos precedieron y continuamos ampliándolo para quienes nos sucedan. Lo vamos incorporando de tal modo que llega un momento en que no nos planteamos la posibilidad de negar su existencia e incidencia en nuestras vidas. Lo aceptamos como nuestro y lo defendemos como propio.

Pero esto ... no es verdad. El mundo tal como está no nos pertenece ni siquiera les pertenece a nuestros antepasados porque ya no están para reclamarlo. Vivimos sumergidos en la sombra de las ilusiones heredadas y no siempre cumplidas. Buscamos la luz a través de los mismos caminos de quienes nos dejaron este mundo tal como está. Asi no la veremos jamás. Es tiempo de dejar atrás las recetas pasadas y guardarlas para recuerdo y balance posterior, pero en lo que nos toca hoy vivir, debemos modificar nuestra expectativa y nuestros pasos deben ser diferentes, el deseo, el eterno deseo humano de ser y estar debe manifestarse a través de vivencias nuevas para satisfacer las necesidades de amor, amistad, compañia y sociedad de una manera distinta, tan diferente que es singular e indivisible para cada uno, pues cada ser humano es un universo entero con sus luces y sombras, con sus derechos y aspiraciones. Cada quien sabe qué quiere ser y adonde quiere estar.

Buscamos compañia ante la soledad, pero porque no hemos aprendido a vivir con nosotros mismos, y sea como sea, nadie está solo si en el interior resuena la voz de otro en algún lugar del alma.

Entonces no estamos solos, estamos llenos de voces pasadas, presentes y ausentes. Voces que nos hablan y nos enfrentan a nuestros propios temores incorporados en la niñez. Claro que cuando somos adultos, esos temores se hacen más sofisticados y se agrandan ante la capacidad adulta de ver las cosas con más seriedad. Entonces las personas magnifican, agigantan y se entristecen con mayor intensidad, pero ¿dónde ha quedado la inocencia y la fantasía? ¿dónde está Dios jugando a las escondidas con nosotros? ¿donde está la capacidad de modificar el mundo? Seguramente dormida en algún lugar de la memoria esperando que tu voz la despierte.

Despertar esa capacidad es comenzar a conocerse, es comenzar a silenciar las voces internas y que no nos pertenecen, es dejar que hable la voz de nuestro yo superior que inundará de vida el desierto espiritual en el que creemos estar. Cuando eso suceda, ya no estarás solo o sola, ya no sentirás la soledad como una lágrima viviente recorriendo tu rostro, tus ojos brillarán con mayor intensidad, tus pasos y movimientos serán vibrantes y tu presencia será requerida por muchas personas, todo el mundo buscará tu compañía. Ya no habrá soledades que vencer porque la soledad se alejará de ti.

Y asi, cuanta mayor vida interior tengas, menos soledad habrá. Pero no te confundas, vida interior no significa estar hablando mentalmente con personas que no están, sean vivas o no. Significa saber amar lo propio, acercarse a cada átomo de tu entorno con reconocimiento y amor por todo. Significa dar y recibir amor de todo lo que te rodea, ya sea una planta, un animalito, tu ciudad, los niños, las calles, la gente...

Mientras mayor sea tu capacidad de acrecentar tu vida interior, menos sentirás la soledad y al final de cuentas sabrás que tienes un millón de amigos que antes no conocías.

Todo puede cambiar con un solo movimiento interno. Ya no le prestes tanta atención a un yo interior que reclama con voces ajenas una presencia que nunca fue. Vive tu día hoy, ama a tu día hoy, y siéntete libre para ser y estar en cualquier lugar, siéntete libre para elegir, pues nadie elegirá mejor que tú el camino que te llevará a dar un paseo por la vida, una eterna alegría que en definitiva es tu derecho propio, tu desición inalienable para ser felíz.

Ya no estés triste pensando en la soledad, debes saber que nunca has estado solo o sola y que ahora es el momento de elegir tus compañias. Siempre habrá un alma en el camino que comparta tus sueños, siempre habrá un espacio etéreo para imaginar y amar, tal como cuando éramos niños y Dios jugaba a las escondidas con nosotros disfrazado de ángel en el jardín.

© Miguel Angel Arcel