jueves, 5 de noviembre de 2009

LA ALBÓNDIGA MÁS GRANDE DEL MUNDO


¡Mirá mamá, vos que decías que tu hijo era un estúpido que nunca iba a llegar a nada! Me mandé la albóndiga más grande del mundo, me mandé.


Matthew Mitnitsky, el propietario del restaurante italiano Nonni's en Concord, New Hampshire, relató que su albóndiga de 101 kilogramos ha sido confirmada por el libro Guinness de los Récords como la más grande en la historia.

Si bien parece una pérdida de tiempo y un capricho sin sentido, en realidad la gesta de este Don Quijote moderno no ha sido en vano. Lo hizo para lograr la altruista meta de "traer la albóndiga nuevamente a la Costa Oeste" (sic).

Esta proeza ocurrió dos meses después que el presentador Jimmy Kimmel arengara a batir el récord que ostentaba México con su bola de carne de sólo 90 kilos.

La albóndiga fue donada a un comedor infantil.

EL JUEZ DE LOS ABRAZOS



Lee Shapiro es un juez retirado y también una de las personas más auténticamente amables y cariñosas que conocemos. En un momento de su carrera, Lee se dio cuenta de que "el Amor" es el poder más grande que hay. Como resultado de ese descubrimiento se convirtió a la "religion del Abrazo": empezó a dar abrazos a todo el mundo. Sus colegas comenzaron a llamarlo "El juez de los Abrazos". En el parachoques de su automovil se lee: "No me fastidies… ¡abrázame!".

Hace más o menos seis años, Lee inventó lo que él llamaba su "Equipo de Abrazar". Por fuera dice: "Un corazón por un abrazo" y contiene treinta corazoncitos rojos bordados con un adhesivo al dorso. Lee saca su equipo de abrazar, se acerca a la gente y le ofrece un corazoncito rojo a cambio de un abrazo. Gracias a esa práctica ha llegado a ser tan conocido que con frecuencia le invitan a conferencias y convenciones donde puede compartir su mensaje de Amor Incondicional.

En una conferencia que se realizó en San Francisco, los medios de comunicación locales le plantearon el siguiente reto: es fácil dar abrazos en esta conferencia dirigida a personas que han venido aquí porque han querido, pero eso sería imposible en el mundo real. Y lo desafiaron a que empezara a dar abrazos por las calles de San Francisco, seguido por un equipo de televisión de la emisora local.

Lee salió a la calle y abordó a una mujer que pasaba.

-Hola, soy Lee Shapiro, el juez de los Abrazos y doy un corazón de estos a cambio de un abrazo- explicó.

-Como no- fue la respuesta.

Demasiado fácil objetó el comentarista local. Lee miró a su alrededor y vió a una muchacha encargada de un parquímetro que estaba siendo mal usado, por lo que el propietario de un automovil estaba siendo multado. Lee se encaminó hacia ella, con la cámara a su lado y le dijo:

-Me parece que a tí te vendría bien un abrazo. Soy el Juez de los Abrazos y me ofrezco a darte uno.

Ella aceptó.

-"Mire… ahí viene un autobus"- lo desafió el comentarista de televisión- "Los conductores de autobús de San Francisco son la gente más dura, descortés y mezquina que hay en la ciudad. Vamos a ver si consigue usted que lo abracen".

Lee aceptó el reto. Cuando el autobus llegó a la parada, dijo al conductor:



-Hola, soy Lee Shapiro, el Juez de los Abrazos. El suyo debe ser uno de los trabajos más agotadores del mundo. Hoy ando ofreciendo abrazos a la gente para aliviarles un poco la carga. ¿Le apetece uno?.

El hombre de un metro ochenta y cuatro y más de noventa kilos de peso se levantó del asiento, bajó y le dijo: -¿Por que no?.

Lee lo abrazó, le dió un corazón y lo saludó con la mano mientras el autobus volvía a arrancar. Los del equipo de televisión estaban mudos. Finalmente el presentador dijo:

-Tengo que admitir que estoy muy impresionado.

Un día, Nancy Johnston, una amiga de Lee, llamó a su puerta. Nancy es payaso de profesión e iba vestida con su disfraz de trabajo, maquillada y con nariz postiza.

- Lee, coge un montón de tus equipos de abrazar y vamos al Hogar de Incapacitados.

Tan pronto como llegaron, comenzaron a repartir globos, sombreros de carnaval, corazones y abrazos entre los pacientes. Lee se sentía algo incómodo: nunca había abrazado a nadie que tuviera una enfermedad terminal, que padeciera graves disfunciones físicas o mentales. Decididamente,aquello era excesivo para dos personas. Pero pasado un rato las cosas se volvieron más fáciles, ya que se fue formando un cortejo de médicos,enfermeras y ayudantes que los seguían de un pabellón a otro.

Pasadas varias horas, llegaron al último pabellón donde se alojaban los 34 casos más graves que Lee había visto en su vida. La sensación fue tan horrible que lo descorazonó; pero, dado su compromiso de compartir su amor para conseguir un cambio, Nancy y Lee empezaron a abrirse paso por las habitaciones, seguidos por el séquito de medicos y enfermeras, que por aquel entonces ya llevaban corazones colgados al cuello y lucían sombreros de carnaval.

Finalmente, Lee llegó a la última persona, Leonard, que llevaba un gran babero blanco sobre el cual babeaba incesantemente. Lee miró a Leonard, que no dejaba de babear, y despues se volvió a Nancy diciéndole:

-Vayámonos, Nancy, a una persona así es imposible llegar.

-Vamos Lee -respondió ella-. Es un ser humano como nosotros, ¿o no?.

Y le puso un sombrero de mil colores en la cabeza.

Lee sacó uno de sus corazoncitos rojos y lo pegó en el babero de Leonard. Después,tras hacer una inspiración profunda, se inclinó a abrazarlo. Súbitamente Leonard empezó a emitir un chillido. Otros
pacientes empezaron a golpear cacharros. Lee se volvió hacia el personal de la sala, en busca de alguna explicación, y se encontró con que "todos los presentes": pacientes, médicos, enfermeras y auxiliares estaban llorando.

-¿Que es lo que pasa?- preguntó a la jefa de enfermeras.

Lee jamás olvidará su respuesta:

-En veintitres años… es la primera vez que hemos visto sonreir a Leonard.

Así de sencillo es cambiar en algo la vida de la gente.

EL LENGUAJE DEL AMOR


Un padre le obsequió a uno de sus hijos un bello rosal. Se le acercó con amor y le dijo: -Hijo mío, te he entregado un rosal. Puedes visitarlo y encontrar el amor en cada pétalo de cada rosa que he puesto para ti.

Entonces el hombre entró corriendo al terreno, corriendo y gritando… buscando el rosal. Mas no encontraba ni una, ¡ni siquiera una rosa en el terreno!.

Entonces enfurecido gritaba: -¿Dónde están las rosas, me han engañado acaso? Y pisaba muy fuerte y corría. Y era fuerte su temperamento, como fuerte era su paso, como fuerte era su voz. Y no encontraba ni una… ni siquiera una rosa en el terreno.

Entonces se alejó, y buscó en otros terrenos. Y cada vez su furia aumentaba, pues no encontraba ni una… ¡ni siquiera una rosa en los terrenos!.

¡Más alta era su voz!, ¡Más fuerte su lenguaje!… lenguaje separado del amor… Hasta que un día se cansó… se cansó de correr y de pisar fuerte, y su garganta se cansó del grito y del enojo. Y su corazón no resistió, no resistió más la ira.

Entonces el hombre sentado en medio del terreno lloró… Con sus lágrimas inundó el terreno, y con su voz muy… muy apesadumbrada, también lloraba, también lloraba al no encontrar ni una… ¡ni siquiera una rosa en el terreno!. Lloró durante días. El sol salía y secaba las lágrimas.

Mas el hombre volvía a llorar. Hasta que un día, cuando empezó a mirar con sus ojos cansados, más limpios ya sin lágrimas, vio como brotaba un tallito de rosa.

Se acercó muy silencioso y sigiloso y observó, que sí…¡era un botón de rosa! Entonces le dijo: -¿Por qué has esperado tanto para salir?. ¿Si mi padre me regaló, no una, sino un rosal?.

Entonces el botón de rosa le respondió: -Porque has gritado muy fuerte y has pisado muy fuerte, y nosotras las rosas nos hemos asustado con tu enojo. Cuando llegabas al terreno temblábamos…

Temblaban nuestros pétalos y temblaban nuestros tallos, y nos enterrábamos nuevamente para que no nos lastimaras con tu ira.

Si quieres que broten las rosas… encuentra el lenguaje del amor.
Ese lenguaje que no grita…
Ese lenguaje que no hiere…
Ese lenguaje que no ofende…
Ese lenguaje que no insulta…
Ese lenguaje que no pronuncia palabras tan duras…
Ese lenguaje que solo dice: ¡Te amo!…

Te amo infinitamente. Te amo porque sí… y ¡acepto el amor que suavemente brota para ti!

El hombre entendió… y habló bajito. Y encontró los más bellos versos, que hicieron grandes poemas. Y después encontró otros, que hicieron dulces cantos.Y con su suave voz cantó al terreno… y cantaba y cantaba… ¡más!, no tenía apuro. No le importaba si había aparecido un solo botón, pues con su dulce canto, celebraba el poder estar apreciando aunque fuera un pétalo de rosa.

Después de cantar y hacer los poemas, de pronto miró a su alrededor y estaba en medio de ¡tantas y tantas y tantas rosas de colores! que ni siquiera el hombre podría contarlas, pues era ese número infinito, ese número que se encuentra con Dios y se hace interminable.

Y el terreno fue bello, y las rosas no murieron… ¡fueron rosas eternas!. Pues el suave lenguaje del amor les alimentaba como el mejor de los abonos. Y cada vez eran más coloridos los pétalos y cada vez era más y más bello el terreno.

El enojo y la dureza no alimentan los terrenos. Es el amor el mejor abono para que las rosas broten sin temor… y hagan un bello paraíso del camino por el cual tú pisas en ascenso de tu alma.

¡NO TE RESISTAS AL DULCE LENGUAJE DEL AMOR…