martes, 27 de julio de 2010

DELICIA DE ATÚN. RECETA PARA GATOS.



Si lo que quieres es sorprender a tu mascota, nada como ofrecerle de vez en cuando un riquísimo bocadillo. La receta de hoy, tal como su nombre lo dice, es deliciosa, nutritiva y seguro agradará a tu gato.

Los ingredientes de estas galletas de atún y harina integral son económicos y fáciles de encontrar, y la preparación es de lo más sencilla… ¡Así que no hay excusas para dejar de hacerlas!


Sólo necesitarás 1/2 taza de harina integral, 1/2 taza de leche en polvo, 1/2 lata de atún en agua (si quieres sustitúyelo por pollo bien picado), 1 cucharada sopera de aceite, 1 huevo batido y 1/4 taza de agua.

Primero debes triturar bien el atún dentro de un recipiente, luego agrega la harina y la leche, mezclando muy bien. Agrega el agua y el aceite, y luego el huevo bien batido (la masa queda un poco pegajosa).

Forma bolitas y colócalas en una asadera untada o forrada con papel vegetal. Achátalas con un dedo o tenedor y llévalas al horno por 10 minutos. Luego deberás darlas vuelta y asarlas por 10 minutos más. ¡A tu gato les encantarán!

GUISO DE CARNE Y VEGETALES. RECETA PARA GATOS.



Aunque la mejor -y más práctica- manera de alimentar a nuestros felinos sea por medio del alimento balanceado, no olvides que de vez en cuando a tu gato le encantará comer ración fresca y casera.

A la mayoría de los gatos les encanta comer un rico guiso a base de carne cortada en trocitos, arroz y zanahoria rallada, sin agregar sal ni condimentos. Un plato sencillo e ideal para alternar con el balanceado, tal como la completa receta de comida casera que encontrarás a continuación.


Ingredientes:
1/2 kg de carne vacuna, pollo o pescado en trozos
1/2 kg de zapallo en trozos
1/2 kg de zanahoria o remolacha en pequeños trozos
1 atado de espinaca cocido y triturado
2 tazas de arroz integral cocido sin sal
1 cucharada de harina de cáscaras de huevo (se prepara procesando las cáscaras limpias y secas)

Mezcla las hortalizas picadas y la harina de huevo en una olla, y luego cúbrelas con agua, cocinando hasta que el zapallo esté tierno. Agrega la carne, el arroz y la espinaca, y lleva el guiso al fuego por 10 minutos más. Si deseas, una vez listo puedes agregarle un poquito de aceite.

Esta comida se conserva durante 5 días en el refrigerador, pero no hay que congelarla. Recuerda que puedes reemplazar los vegetales por tomates, patatas dulces y mandioca o yuca.

LA VEJEZ DEL PERRO, NO ES UNA ENFERMEDAD.



La vejez del perro, no es una enfermedad. Los perros al igual que los humanos, con el paso de tiempo, cambian su comportamiento, incluso el carácter se puede volver un poco malhumorado e irritable, que en la mayoría de los casos, estos cambios son debidos a causas físicas.

Los cambios se pueden modificar, ya que al poder comprobar que existen determinados trastornos orgánicos, se podrán tratar con el medicamento adecuado.


Estos cambios de carácter tienen que ver, com el deterioro de las áreas vinculadas al sistema nervioso central, al avanzar la senilidad, el animal pierde memoria y lo que antes les agradaba, ahora les molesta, sumado a la pérdida de visión, olfato y oído.

La pérdida de su propia respuesta física, les hace sentise tensos y temerosos, a la hora de ejecutar sus acciones, pudiendo dar lugar a una respuesta inesperada.

Los perros pueden soportar más el dolor físico – el derivado de enfermedades-que las personas, porque asimilan primero el dolor y aprenden a vivir con él, como es el caso de la artrosis.

Lo más importante es tratar de comprender al perro y saber que todos estos cambios son normales; se debe de tener paciencia y demostrarle atención y cariño, así como administrarle un tratamiento adecuado, si el veterinario lo considerase necesario.

EL PRINCIPIO NARCISO



Mi hija me había telefoneado varias veces, para decirme: “Mamá, tienes que venir a ver los narcisos antes de que se acaben.” Yo deseaba ir, pero era un camino de dos horas desde Laguna hasta Lake Arrowhead. “Iré este martes”, le prometí con cierta renuencia, cuando llamó por tercera vez.

El martes amaneció frío y lluvioso. Sin embargo, había yo prometido, y manejé hasta allá a regañadientes. Cuando finalmente entré a la casa de Carolina, los gozosos sonidos de niños felices me dieron la bienvenida. Encantada, abracé y saludé a mis nietos. “¡Olvida los narcisos, Carolina! ¡El camino está invisible con estas nubes y esta niebla, y no hay nada en este mundo, excepto tú y estos pequeños, que yo desee ver tanto como para manejar una pulgada más!” Mi hija sonrió calmadamente y dijo: “Nosotros manejamos en estas condiciones todo el tiempo, Mamá.” “Bueno”, le aseguré, “no me harás volver al camino sino hasta que aclare, y entonces ¡será para encaminarme a mi casa!” “Pero, primero, vamos a ver los narcisos. Son sólo unas pocas cuadras,” dijo Carolina. “Yo manejaré, estoy acostumbrada a esto.” “Carolina”, dije firmemente, “por favor.” “No te preocupes, Mamá, todo está bien, te lo aseguro. Nunca te perdonarías haberte perdido esta experiencia.”

Después de unos veinte minutos, doblamos a un angosto camino de grava y vimos un pequeño templo. Al otro lado del templo, vi un letrero hecho a mano, con una flecha, que decía: “Jardín de Narcisos” Salimos del carro, cada una tomó a un pequeño de la mano, y yo seguí a Carolina por el sendero. Entonces, al doblar una curva, miré y quedé boquiabierta. Delante de mí estaba la vista más gloriosa.

Parecía como si alguien hubiera tomado una enorme tina de oro y la hubiera derramado sobre la cumbre del monte y sus laderas. Las flores estaban plantadas en majestuosos diseños arremolinados, grandes fajas y tiras de un anaranjado intenso, blanco cremoso, amarillo cetrino, salmón rosa, azafranado y amarillo mantequilla. Cada variedad de diferente color estaba plantada en grandes grupos, de tal manera que se arremolinaban y ondulaban como un solo río, con su propio y único matiz. Había cinco acres de flores, unas dos hectáreas y media.

“¿Quién hizo esto?”, le pregunté a Carolina. “Una mujer nada más”, me respondió Carolina. “Ella vive en este terreno. Ésa es su casa.” Carolina señaló una casa bien cuidada con una estructura en A, pequeña y modestamente asentada en medio de toda esa gloria. Caminamos hasta la casa. En el patio, vimos un letrero. “Respuestas a las Preguntas que Yo Sé que Estás Haciendo”, decía el encabezado. La primera respuesta era una sencilla: “50.000 bulbos.” La segunda respuesta era: “Uno a la vez, por una mujer, dos manos, dos pies y un cerebro.” La tercera respuesta era: “Comenzó en 1958.”

Para mí, ese momento fue una experiencia que cambia la vida. Pensé en esta mujer a quien nunca había conocido, quien, hacía más de cuarenta años había empezado a traer, un bulbo cada vez, su visión de belleza y gozo a una obscura cima de un monte. Plantando un bulbo cada vez, año tras año, esta mujer desconocida había cambiado para siempre el mundo en que vivía. Un día cada vez, ella había creado algo de extraordinaria magnificencia, belleza e inspiración. El principio que su Jardín de Narcisos enseñó es uno de los grandes principios para celebrar.

Esto es, aprender a movernos hacia nuestras metas y deseos un paso cada vez –a menudo tan sólo un pasó de bebé cada vez- y aprender a amar el hacer, aprender a usar la acumulación de tiempo. Cuando multiplicamos minúsculos espacios de tiempo con pequeños incrementos de esfuerzo diario, encontraremos que podemos realizar cosas magníficas. Podemos cambiar el mundo…

“Me pone triste, en cierto modo”, admití a Carolina. “¿Qué hubiese yo logrado si yo hubiese pensado en una meta maravillosa hace unos treinta y cinco o cuarenta años, y hubiese yo trabajado esa meta ‘un bulbo cada vez’ a través de todos esos años? ¡Nada más piensa en lo que yo hubiera realizado!” Mi hija resumió el mensaje del día en su manera directa usual: “Empieza mañana”, dijo. Ella estaba en lo cierto. Es tan sin sentido pensar en las horas perdidas del ayer. La manera de hacer el aprendizaje una lección de fiesta en vez de una causa de pesar es preguntar nada más: “¿Cómo puedo usar esto hoy?”

Usa el Principio Narciso.
No esperes… hasta que tu automóvil o tu casa estén pagados.
Hasta que consigas un nuevo automóvil o casa.
Hasta que termines la escuela.
Hasta que regreses a la escuela.
Hasta que limpies tu casa.
Hasta que organices tu cochera.
Hasta que limpies tu escritorio.
Hasta que bajes cinco kilos. Hasta que subas cinco kilos.
Hasta que te cases.
Hasta que te divorcies.
Hasta que tengas niños.
Hasta que los niños vayan a la escuela.
Hasta que tus hijos se vayan de la casa.
Hasta que te retires.
Hasta la primavera.
Hasta el verano.
Hasta el otoño.
Hasta el invierno.
Hasta que mueras…

No hay mejor tiempo que ahora para ser feliz. No tengas miedo de que tu vida termine, ten miedo de que no comience.

Autor desconocido

LA ULTIMA ESTACION



Todos juntos en este incierto viaje, hacia un destino común: la última estación.

Una estación desconocida para todos, una incógnita... En este hermoso viaje para algunos y desagradable para otros, nuestras vivencias aumentan día a día, nos hacen más sensibles o nos endurecen día a día. Estación tras estación, se suceden diariamente, y pasamos del amor al desamor, de la esperanza a la desesperanza, del apego al abandono, de la alegría a la tristeza... O tal vez nuestras estaciones se suceden en orden diferente, pero una tras otra forman parte de nuestras vidas.

Cada estación tiene un mensaje, una enseñanza. Nos encontramos con rostros conocidos en este tren, o con otros que nunca vimos antes pero que aparecen, por algo, en nuestras vidas.

Al iniciar el viaje nuestra maleta no nos pesa tanto, pero minuto a minuto se llena de recuerdos, de pasiones, de momentos...

Tratemos de no ser rígidos en el recorrido, tratemos de desviarnos cuando nuestro espíritu así lo quiere, tratemos de descansar cuando el cansancio ya no nos permita disfrutar ni gozar...

La meta final nos espera a todos por igual, está en nosotros disfrutar de este viaje y llevarnos en la maleta lo más lindo, lo más profundo, y todo aquello que hace que un simple paseo se convierta en un viaje inolvidable.

El viaje puede ser importante, pero el contenido de nuestra maleta es el que nos permitirá seguir de pie ante las adversidades, ante los contratiempos.

Por eso no dudemos en guardar en ella los mejores recuerdos, las más hermosas pasiones, los más grandes amores y sobre todo: los instantes en que fuimos muy, pero muy felices...

Sólo abriendo esa maleta, a medida que se acerque la última estación, podremos afirmar que valía la pena este viaje.

GRACIELA DE FILLIPIS (QEPD)