viernes, 29 de julio de 2011

TERAPIA DEL ELOGIO

Renombrados especialistas que trabajan con familias divulgaron una reciente investigación donde se hace notar que sus miembros se comportan cada vez con mayor frialdad.


No existe el bálsamo y el vigor del cariño, no se da su justo valor a las cualidades, sólo se escuchan críticas…

Las personas son cada vez más intolerantes y se desgastan estérilmente destacando los defectos ajenos.

Por eso las relaciones de hoy, no duran. Son interesadas o efímeras.

La ausencia del elogio está cada vez más presente en los núcleos familiares de renta media y alta. ¿Dónde hay mucho dinero habrá menos amor?

Únicamente vemos a personas superficiales dando valor a los protagonistas del famoseo, a ególatras que usan la imagen para ganar dinero y en consecuencia, son quienes tienen la obligación de dar culto a su rostro y a su cuerpo.

Pero olvidamos ensalzar a quién ¡gratis et amore! tenemos más próximos.

Esta ausencia del elogio ha afectado dolorosamente a las familias provocando la falta de diálogo en sus hogares; el exceso de orgullo impide a las personas que expresen libremente lo que sienten a sus seres más cercanos y para superar su frustración o sus carencias, se ven obligados a buscar la ayuda de terapeutas extraños.

Se destruyen matrimonios pues los cónyuges acaban buscando fuera de casa lo que no encuentran en su seno. Y la mayoría de las veces en esas intentonas sólo hallan sucedáneos.

Hay que comenzar a dar un valor nuevo a nuestras familias, amigos, alumnos, subordinados…

¡Elogiemos al buen profesional!

Sus rectas actitudes, la ética, la belleza interior y exterior de nuestros compañeros y compañeras, el comportamiento de nuestros hijos cuando es positivo.

Observemos las preferencias y gustos de otras personas: el buen empleado, el buen hijo, el buen padre y la buena madre, el marido y la mujer que se quieren y se cuidan mutuamente. A veces no hay mejor muestra de fidelidad al amigo que recordar una fecha. Su santo, el cumpleaños...

Los amigos pueden y deben llegar a admirarse, a quererse y a ¡elogiarse! entrañablemente.

¡Incluso se pueden elogiar las corrientes delicadezas o deferencias que tienen para con nosotros los desconocidos!

La palabra “gracias" puede ser un elogio no sólo cortés, sino afectuoso.

En fin, vivimos en una sociedad en la que los unos necesitamos de los otros, es imposible vivir sólo y aislado y los elogios son la mejor motivación en la vida de cualquier ser humano.

¿A cuántas personas podríamos hacer hoy felices, elogiándolas de alguna manera?

¡¿A qué esperamos?!

Que alguien se adelante y exclame a quién tiene a su lado:

¡EL MUNDO ES MÁS BONITO POR TU CAUSA!!

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