domingo, 21 de septiembre de 2014

EL FUNESTO MATRIMONIO DE TARIACURI. (LEYENDA PURÉPECHA)

Hubo una vez que por razones político-religiosas, el Señor de Curínguaro dio a Tariácuri una de sus hijas para que contrajera matrimonio con ella. El propósito oculto de tal dádiva era quitarle a Curicaveri, el máximo dios. Para ello, la muchacha debería ser obediente con Tariácuri y no abandonarlo en ningún momento. Tariácuri se encontraba en Zinbani haciendo flechas cuando vio llegar a los viejos que le llevaban a la joven. Les dio la bienvenida mientras los ancianos le informaban que Chánshori le enviaba a la chica, para que le ayudase  a guardar sus aperos cuando viniese de sus labores, y para confeccionar mantas para el dios Curicaveri y para el mismo Tariácuri. El joven, complacido, aceptó la ofrenda en nombre del dios, y obsequió a los ancianos con una sabrosa comida. Poco después, los mensajeros se despidieron llevando consigo bellas mantas y camisetas para entregar a su Señor. La mujer tomó posesión de la casa de Tariácuri, y al poco tiempo quedó encinta. Pero la joven era licenciosa y frecuentemente se escapaba para ir a Curínguaro a emborracharse con sus amigos. En una ocasión ya no volvió más, y Tariácuri, extrañado, le preguntó a su tía el paradero de la muchacha. La tía le respondió que se había ido a la casa paterna sin siquiera enviar un mensajero avisando de su ausencia. Tariácuri le pidió a su tía que fuera a buscarla, pero ella le respondió que tal vez fuera mejor que él fuese en su búsqueda. Tariácuri emprendió la marcha acompañado de su séquito. En Zirimba Angátacuto atrapó un venado y recogió leña. Al llegar al pueblo encendieron un gran fuego en honor del dios Uréndequauécara de Corín guaro al que sacrificaron el venado. Cuando llegó ante su suegro, el príncipe se dio cuenta que todos los amigos, parientes y mujeres del Señor estaban borrachos. Su suegro le instó a que desollase al venado para asarlo y comerlo a fin de quitarse la borrachera. Cuando estaban comiendo, el suegro le preguntó a Tariácuri la razón por la que no había llevado a su esposa, a lo que él respondió que no era su intención visitarlo, sino que había ido tan solo a llevar una ofrenda al dios Uréndequauécara, y que había aprovechado para pasar a saludarlo. Chánshori le invitó a beber, pero Tariácuri le respondió muy airado y enojado: -No tengo de beber, que me tomo luego el vino y caerme aquí, encima de vosotros, porque me tomo muy malamente. En seguida agarró su arco y sus flechas y, sin despedirse,  salió de la casa. Chánshori envío un hijo suyo a darle alcance. Tariácuri le preguntó la razón por la cual se esposa no se encontraba en la casa de su padre, el cuñado prometió indagar el paradero de la joven. De regreso, y una vez informado Chánshori, les preguntó a las mujeres de su harén si sabían dónde estaba la joven esposa de Tariácuri. Pero nadie la había visto. Entonces el Señor dijo: -¿Quién dijo que la apartase de su marido? Id a buscarla. Al enterarse la joven huidiza que todos la estaban buscando, sigilosamente se refugió en sus antiguos aposentos. Cuando la encontraron, la llevaron delante de su padre, quien enseguida se percató de que llevaba los belfos llenos de licor y la cara tiznada. Enojado, le preguntó la razón por la cual había abandonado a Tariácuri, a lo que la joven respondió que su esposo pensaba matar a sus hermanos y familiares, que la cuestionaba mucho acerca de su carácter y forma de ser de manera inadecuada y grosera, que le decía mostrándole una flecha en la mano: - Mira, mira mujer, con estas tengo de matar todos tus hermanos y parientes. ¿Cómo, son valientes hombres? ¿Son ligeros? ¿Para qué se quieren poner bezotes? ¿Es por ventura bezote el que se ponen? ¿No es un palo que se ponen allí? ¿Son esforzados? ¿No son mujeres’ Y las guirnaldas de trébol que se ponen en la cabeza no son sino cintas de mujeres que se ponen en el cabello. Y las orejeras de oro no son orejeras de oro, más zarcillos de mujeres. ¿Por qué no se las quitan y se ponen zarcillos? Y lo labrado que tienen en las espaldas no es de valientes hombres, más labores de mujeres. Y las camisetas que traen no son sino mantas de mujeres y sayas. ¿Para qué traen los cueros de tigre en las muñecas? ¿Son por ventura valientes hombres? Mejor harían de comprar sartales para ponerse en las muñecas. Y las otras insignias que traen de valientes hombres y los mástiles que traen, que no son mástiles más sayas y fajas de mujeres. Y los arcos que traen no son arcos, más telares de mujeres; y las flechas no son sino lanzaderas y husos de mujer… Yo los mataré, acabaré con todos. Mira, mira, mujer, con estas les tengo de flechar. En una palabra, según la mentirosa esposa estaba llamando cobardes maricones a sus hermanos.
Al oír lo relatado, Chánshori se enojó mucho, y ordenó a su cohorte de ancianos que se llevasen a la joven y la entregasen a su marido. Pero en el camino la mala esposa se encontró con dos de sus amigos de juerga: Xorópeti y Taréquasinguata, quienes la invitaron a beber vino, la emborracharon y fornicaron con ella. Al otro día, Tariácuri fue a recoger leña para el templo de Curicaveri, terminada su tarea se sentó en el portal de su casa para desayunar. En esas estaba cuando su infiel esposa salió, muy bañada y fresca, por la puerta de la casa llevando en las manos una jícara llena de pescado. Su actitud era como la de alguien que sabe que ha hecho mal, pero trata de disimularlo. Llena de temor ofreció la jícara con pescado a su esposo y le dio la bienvenida. Tariácuri llamó a una tía y le ordenó que cociese el pescado, al tiempo que decía: - Ven acá y lleva este pescado y cuécelo todo. Nosotros, ¿qué, habremos de comer pescado del burdel?... Llevadlo todo y cocedlo y queden algunos pocos para que pongamos ofrenda  a Curicaveri. Esta afrenta no se ha hecho a mí sino a Curicaveri. Rauda, la muchacha entró en la casa… y Tariácuri se fue al monte por leña.

 En otra ocasión, cuando Tariácuri se alistaba para la fiesta de Purécotaquaro para la cual sacaban a Curicaveri y al dios de la guerra llamado Pungárecha de sus templos, vio llegar a Xorópeti y a Taréquasinguata, los dos amigos de parranda de la disoluta esposa. Los amiguitos deseaban participar en la celebración a los dioses. Tariácuri les dios la bienvenida. Al percatarse la mujer de la llegada de sus cotlapaches, se arregló esmeradamente para recibirlos. Se preparó una buena comida y todos se pusieron a comer y a beber. Al ver que Tariácuri no bebía le preguntaron la razón, a lo que contestó que no bebía por no emborracharse y descomponerse, pero que ellos lo hicieran. Al llegar la tarde, se despidió de ellos para ir al monte a recoger matas de trébol y leña para el templo. Mientras tanto, la esposa y sus amigos se divertían de los lindo, tomaban sin medida, y mirábanse a placer. Al llegar a su casa, Tariácuri la vio toda desarreglada y preguntó a su tía por su esposa. La tía le informó que estaba enferma, que tal vez tenía “senguero”; Tariácuri acudió a verla a sus aposentos. La encontró cubierta hasta la cara con una manta, la destapó y se dio cuenta que toda la cara y el cuerpo estaban tiznados, y las ropas mal puestas y desgarradas… Pero no quiso reprenderla por temor a causar una guerra con Chánshori. Y así siguió el mal comportamiento de la mujer por mucho tiempo. Hasta que un día, cansado de llevar los cuernos, Tariácuri decidió deshacerse de la funesta mujer y tomar una nueva esposa. Los problemas se terminaron.

Sonia Iglesias y Cabrera