lunes, 27 de octubre de 2014

LAS CIHUAPIPILTIN.

Con el nombre de Cihuapipiltin, “mujeres nobles”, los mexicas denominaban a los espíritus femeninos, hermanas de los Macuiltonaleque, diosecillos de los excesos, que en vida habían sido mujeres ligadas a la aristocracia imperial muertas en el trabajo de parto de su primer embarazo. Se las consideraba valerosas guerreras, pues el alumbramiento era visto por nuestros antepasados como una verdadera batalla, al igual que las que emprendían los guerrero; debido a esta analogía, las Cihuapipiltin vivían en la Casa del Sol, especie de paraíso consagrado a los privilegiados, según cuentan la tradición oral, bajo el mando de Cihuacóatl, la diosa del nacimiento, y la primera mujer muerta en trabajo de parto, a la que siguió Chimalma, la honorable madre de Quetzalcóatl, quien la honró con el canto:

Aya nech ytquiticatca
Yehua nonan
An ya coacueye an teotl
A ypillo yyaa
Nichoca yya yean.

Aya (exclamación)
Me trajo
Ella, mi madre
An ya Coacueye (la que tiene falda de serpiente)
An diosa
A su hijo yyaa
Yo lloro yya yea

El Cihuatlampa, el Lugar de las Mujeres, de donde procedían las diosecillas, estaba situado en el oeste, en el mismo sitio donde moraban las diosas madres. Fueron cinco las cihuapipiltin, a saber: Cihuaquáuhtli, Mujer Águila; Cihuacalli, Mujer Casa; Cihuamázatl, Mujer Ciervo; Cihuaquiáhuitl, Mujer Lluvia; y Cihuaozómatl, Mujer Mono. Estas temibles féminas tenían la cara tan blanca que parecía que se las hubiesen pintado con tizatl, es decir, gis. Sus brazos y piernas eran también muy blancos. Peinaban sus cabellos a la manera de cuernecillos laterales, el peinado de la fertilidad. En los lóbulos de las orejas llevaban orejeras de oro. Vestían un huipil blanco pintado con grecas negras, bajo el cual se asomaba la enagua de ricos y variados colores.

Las Cihuapipiltin descendían a la Tierra volando por los aires y se les aparecían a niños y adultos, para hacerles maldades y causarles enfermedades y aun la muerte. Asimismo, tenían la capacidad de poseer los cuerpos humanos. Cuando descendían, las diosecillas gustaban de dirigirse a sus antiguos hogares con el fin de rescatar sus usos, lanzaderas y demás instrumentos que emplearan en vida para tejer sus telas. Aprovechando su descenso, se les aparecían a sus esposos y los aterrorizaban, para que les diesen lo que deseaban. No bajaban a la Tierra todos los días del año, sino nada más ciertos días en los cuales los padres les prohibían a sus hijos pasearse por las encrucijadas de los caminos, las ohmaxac, lugares preferidos de estas mujeres. Las cihuapipiltin descendían el día del tercer signo ce ámatl de la Primera Casa del calendario azteca. Ese día, las imágenes de las diosas se ataviaban con vestidos hechos de papel que se llamaban amateteuitl, y se les colocaban ofrendas de comida y flores para calmar su furia. También bajaban a la Tierra en la fecha ce quiahuitl también de la Primera Casa. Este día, considerado de mal agüero por los mexicas, los padres les decían a sus hijos: -¡No salgáis de esta casa porque si salís os encontrareis con las diosas llamadas cihuateteo, que descienden ahora a la tierra! Como ésta era una jornada desafortunada, a los niños que nacían en ella no se les bautizaba, sino hasta la llegada del primer día de la Tercera Casa denominado ei cipactli, ya que en tal día la fortuna cambiaba y los niños podían bautizarse sin la amenaza de que les fuera mal en la vida. Los que eran bautizados en el signo ce quiahuitl se convertían en hechiceros y podían transformarse en animales que salían a las calles a hechizar a las mujeres con sus palabras terroríficas; además, conocían toda clase de sortilegios para hacer maleficios a los mortales.

En el día ce quiahuitl solamente bajaban las cihuapipiltin más jóvenes, quienes gustaban de hacer daño a los muchachos y muchachas que se encontraban en los caminos. Se divertían haciéndoles perjuicios de toda índole, y gestos ridículos y espantosos. Con el fin de apaciguar las ansias dañinas de las cihuapipiltin, se les celebraban ritos en los adoratorios construidos en las encrucijadas llamados cihuateocalli o cihuateupan. Se les ofrecía pan de figura: mariposas, rayos; tamales llamados xuxuichtlamazoalli; maíz tostado conocido como izquitl;  sus imágenes se vestían con papeles manchados de ulli, hule, con ropas llamadas tetehuitl, y se quemaba copal en los incensarios. De esta ofrenda comían y bebían los sacerdotes que luego se iban a sus casas a tomar pulque ritual y a obsequiar con esta bebida a los ancianos. La ofrenda comenzaba a la media noche, tiempo en que daba comienzo la velación, los cantos y los bailes. Al día siguiente todos disfrutaban de la comida de la ofrenda.

Otro día que escogían las cihuateteo para asustar a los infantes era el llamado ce ozomatli, razón por lo cual los padres, sumamente asustados, escondían a sus hijos para que las diosas no los vieran, porque si llegaban a enfermar en esta fecha ya nunca se podrían aliviar y los médicos los declararían desahuciados. A los niños y las niñas que eran bonitos y que caían enfermos por las malas artes de las cihuapipiltin, se les decía que las diosas les habían otorgado la belleza para después arrebatárselas y despojarlos de ella. Tanto en los días ce amatl como en los ce quiahuitl, los mexicas sacrificaban a las diosas cihuateteo prisioneros de guerra que habían sido condenados a muerte por cometer graves delitos. ¡A pesar del tiempo transcurrido, todavía podemos ver a las cihuapipiltin recorrer caminos y encrucijadas en busca de incautos a quienes hacer víctimas de sus terribles maldades!
   
Sonia Iglesias y Cabrera






COYOLXAUHQUI, LA DE LOS CASCABELES EN LAS MEJILLAS.

La coyolxauhqui en la leyenda
En la tradición oral mexica  Coyolxauhqui fue una diosa lunar. Hija de la Diosa de la Tierra Coatlicue, la de la Falda de Serpientes, patrona de la vida y la muerte, hermana del Dios Sol Huitzilopochtli y de los Centzon Huitznáhuac, los Cuatrocientos Biznagas. Esta hermosa diosa instigó a sus hermanos a que diesen muerte a su madre por considerarla deshonrada. En efecto, Coatlicue se había embarazado cuando un plumón de colibrí cayóle en el seno mientras se encontraba barriendo su templo, situado en el poblado de Coatepec. Indignada y celosa, la Luna quiso matar a su madre; pero, aun antes de nacer el que fuera su hermano Huitzilopochtli, se dio cuenta del peligro que corría su madre y él mismo. Así pues, se apresuró a nacer y vino al mundo adulto, vestido, con armas, completamente pertrechado. Se le llamó Hijo de Colibrí o Colibrí Hechizado. Armado con una serpiente de fuego, la Xiuhcóatl, decapitó a Coyolxauhqui. La cabeza de la mala hija quedó en la ladera de la montaña donde tuvo lugar el trágico suceso, y su cuerpo se fue fragmentando mientras rodaba hacia la sima. Es desde entonces el símbolo de la muerte mensual de la Luna a manos del victorioso Sol, y el renacimiento de la diosa en cada fase lunar. A los Centzon Huitznáhuac el Sol los persiguió hasta que los destruyó dándoles muerte. Fray Bernardino de Sahagún nos relata respecto a la muerte de la diosa lunar: Y el dicho Huitzilopochtli dijo a uno que se llamaba Tochancalqui que encendiese una culebra hecha de teas que se llamaba Xiuhcóatl, y así la encendió y con ella fue herida la dicha Coyolxauhqui, de que murió hecha pedazos, y la cabeza quedó en aquella sierra que se dice Coatepec y el cuerpo cayose abajo hecho pedazos.

Su representación pétrea nos muestra a Coyolxauhqui con gotas de sangre que escurren de sus miembros heridos que permiten ver sus coyunturas óseas. Coyolxauhqui, La Luna, usaba una serpiente de dos cabezas amarrada en la cintura, la cual remataba en un cráneo en su espalda. Sus brazos y muslos ostentaban el mismo adorno.  Sus talones se adornaban con máscaras de un animal con colmillos. Solía la diosa tocarse con un gran penacho de plumas y círculos que acomodaba en sus negros cabellos. Sus orejeras formaban figuras geométricas, y su rostro se engalanaba con cascabeles en sus mejillas.

Otra versión legendaria afirma que  Coyolxauhqui simbolizaba a un grupo de mexicas que se encontraba en desacuerdo político con otro grupo. Los dos bandos pelearon por conseguir el poder y ganó el contrario al de la diosa lunar. Su derrota quedó simbólicamente plasmada en la escultura que de ellos hizo el bando contrario presentándola completamente desmembrada. Los guerreros que lograron huir, fueron convertidos en estrellas por los dioses.



Leyenda mexicana prehispánica Para otros estudiosos de la diosa Luna, ésta representaba el poder femenino que reinaba en tiempos matriarcales de la sociedad mexica. Al terminarse éste en manos de los hombres - quienes tomaron el poder para ya nunca dejarlo-, la fuerza femenina quedó desarticulada y, ante este hecho, la Coyolxauqui, simbólicamente, se desmembró, tal y como aparece en el disco encontrado en el Templo Mayor ubicado en el centro de la Ciudad de México.

Para la doctora Carmen Aguilera, esta extraordinaria diosa es más que una diosa lunar, es nada menos que la Vía Láctea de los mexicas. Nos cuenta que los símbolos que se encuentra en su escultura circular, nos presentan unos senos pletóricos de leche, y pliegues en el vientre que hacen suponer una mujer recién parida. Es la madre de las estrellas, ya que en su cabeza presenta el nombre de citlali, que significa exactamente estrella en lengua náhuatl. Y agrega la investigadora que en el disco de la escultura, aparecen ojos de la noche, que no son otra cosa sino las estrellas.

El descubrimiento de la Coyolxauhqui
El 21 de febrero de 1978, se encontró un monolito que representaba a la Coyolxauhqui mutilada de brazos y piernas, con gotas de sangre en sus extremidades, en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina en el centro histórico de la Ciudad de México, muy cerca de las ruinas del Templo Mayor. Lo encontraron unos trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Uno de tales trabajadores declaró a la revista National Geographic de diciembre de 1980: Mi pala pegó con algo duro, una piedra. Limpié algo de tierra con mi guante, así, y vi que la piedra era rojiza y que estaba labrada en relieve. Le hablé a mi compañero Jorge, y quitamos más tierra. No sabíamos lo que habíamos encontrado, pero lo reportamos a nuestro jefe de grupo y los ingenieros… Cuando se estaba construyendo el Metro, los periódicos hablaban de muchos descubrimientos del tiempo de los aztecas. Y claro, en la escuela mis maestros hablaban mucho de esas cosas.

 En seguida se dio aviso al Instituto Nacional de Antropología e Historia, y el Departamento de Salvamento Arqueológico envió a los pasantes de arqueología Rafael Domínguez, Raúl Arana y A, García Cook a revisar la escultura. Se empezaron los trabajos de rescate del monolito y de las cinco ofrendas que se encontraron cerca de él.

La piedra de la Coyolxauhqui tiene un diámetro aproximada de 3.25 metros, su espesor es de 30 centímetros, su peso de 8 toneladas, y está fabricado en roca volcánica andesita de lamprobolita de color rosado, procedente de la zona norte de la Cuenca de México. Su elaboración corresponde a la etapa constructiva IVb del Templo Mayor mexica durante el mandato del tlatoani  Axayácatl (1469-1481), en el Posclásico Tardío. Actualmente se puede ver el monolito en la Sala 4 del museo del Templo Mayor. Esta maravilla del arte mexica está a la disposición de todo aquél que quiera solazarse con su belleza y aprender algo más de nuestra historia antigua.

Sonia Iglesias y Cabrera


Fuente: Coyolxauhqui, La de los Cascabeles en las Mejillas