miércoles, 4 de noviembre de 2015

A QUIEN JUZGUE MI CAMINO LE PRESTO MIS ZAPATOS

No debemos dejar que los juicios ajenos condicionen nuestra vida. Si bien las críticas constructivas pueden ayudarnos a crecer, debemos aprender a ignorar aquellas que pretendan hacernos daño.

¿Cuántas veces has tenido que hacer frente a los juicios ajenos? En ocasiones, no tenemos bastante con el camino que nos vemos obligadas a recorrer cada día, como para tener que “cargar” también con la valoración de terceras personas sobre lo que hacemos o dejamos de hacer.

Decir que no nos afecta es a veces falso.

Hacer oídos sordos a esos comentarios que se atreven a juzgar nuestras acciones como si tuvieran el don de la sabiduría universal no siempre es fácil. Sobre todo si viene de boca de personas significativas: nuestra familia, nuestras amistades…

Ahora bien, nadie será un auténtico amigo o un familiar significativo si se atreve a juzgarnos sin conocer nuestras emociones, o todos los momentos vividos que cargamos en nuestra espalda y nuestro corazón.

Préstales tus zapatos, porque nadie más que tú conoce el dolor de esas piedras que has tenido que recorrer, los ríos que has cruzado a veces sin pedir ayuda a nadie… Hoy en nuestro espacio te invitamos reflexionar sobre ello.
El camino que hemos construido y los senderos vitales que nos definen
Tú no eres solo esa mujer que refleja tu espejo. No eres únicamente tu forma de vestir, ni las palabras que les dedicas a los demás.

Eres tu camino y todas tus experiencias vividas e integradas en lo más hondo de tu ser… Esas que nadie más que tú sabe y que nadie tiene por qué conocer si así lo deseas.

Nadie transita este mundo hablando a cada momento de todo lo que ha tenido que superar, nadie tiene por qué proclamar sus decepciones, sus derrotas o sus victorias. Entonces… ¿Por qué hay personas que se atreven en ocasiones a juzgarnos sin saber?

Las personas acostumbradas a juzgar a los demás suelen ser por lo general las más frustradas.
Suelen ser personalidades insatisfechas con ellas mismas que proyectan a su vez su necesidad de control e intervención en vidas ajenas.
Es común que muchos de nuestros familiares tengan como costumbre juzgarnos: “Es que eres una confiada y por eso te pasa lo que te pasa”, “Es que lo hiciste mal desde un principio, crees que tú puedes con todo y no es así”.
Nos juzgan con la intención de ayudarnos y ofrecernos una enseñanza, pero en realidad desean controlarnos y que “encajemos” en su forma de pensar, en sus directrices.
En ocasiones, quien juzga tu camino recorrido intenta justificar su propia vida desacreditando a los demás. Es algo muy común.
¿Quieres leer más? Solo tú sabes lo que has superado y lo que has dejado ir

En realidad, cuando nos juzgan no dan argumentos válidos que nos sirvan de algo. Casi siempre buscan el ataque, la afrenta o el desprecio. Sus razonamientos son muy reduccionistas.
Carecen de autocrítica. No son capaces de valorar sus propios actos, sus propias palabras para ver que cometen errores o que son capaces de hacer daño. Se limitan a proyectar toda la crítica en los demás.
Por lo general, las personas acostumbradas a juzgar nuestro camino carecen de una auténtica vida, de aficiones, de pasiones que les ayuden a relativizar las cosas y dejar de centrarse tanto en los demás.
Cómo defenderse de los juicios ajenos
A menudo nos decimos aquello de “a mi no me afecta”. Y puede ser así, siempre y cuando el juicio nos lo emita un compañero de trabajo o una persona con la cual no tenemos un vínculo muy íntimo. Lo olvidaremos con facilidad.

Ahora bien… ¿Qué ocurre cuando un amigo, tu pareja o un familiar es capaz de juzgar tu camino?

En estos casos es común sentirnos ofendidos, e incluso heridos. Lo primero que debes hacer es mantener la calma y centrarte en ti misma a través de verbalizaciones como las siguientes:

“Yo sé quién soy, sé lo que he superado y me siento orgullosa por cada paso realizado, por cada aprendizaje obtenido de mis errores”, “Nadie más que yo tiene derecho a juzgarme, porque solo yo sé qué siento y lo feliz que soy con mi forma de ser y con todo lo que he conseguido”.

Una vez hayas reafirmado y protegido tu autoestima, evita lanzar comentarios hirientes. Si demostramos desprecio o rabia los sentimientos negativos tardarán más en desaparecer y nos causarán más daño.
Muestra decepción. Deja claro que nadie tiene derecho a juzgarte de esa manera y que el simple hecho de hacerlo demuestra que no te conocen. Y por lo tanto, te defraudan.
Quien se atreve a criticar tus caminos y todos tus senderos vividos, es que no ha sido un buen compañero de viaje. Y no importa que sea tu madre, un hermano o tu pareja.
Quien no acepta que en alguna ocasión te hayas equivocado y te juzga por ello es que se tiene en muy alta estima a sí mismo. Quien se ve a sí mismo como alguien que nunca comete faltas o malas decisiones carece de autocrítica y de empatía.
Si en el día a día solo recibes juicios de valor por parte de quienes te rodean, al final te sentirás esclavizada por las opiniones ajenas. No lo permitas.


En estos casos deberás plantearte si no vale la pena poner distancia ante aquellos que son incapaces de ver lo que vales, la luz que trasmites, tu entereza.