viernes, 1 de julio de 2016

PACIENCIA Y SILENCIO: VIRTUDES DE LAS PERSONAS SABIAS.


Aunque no lo creas y ahora no la tengas, la paciencia es una virtud que se puede desarrollar y que nos dará fuerza y valor para acometer aquello que deseemos.
Decía Confucio que quien no tiene paciencia ante los pequeños problemas de la vida, cuando lleguen las grandes dificultades, se sentirá bloqueado, incapaz de reaccionar.
La paciencia es una virtud que no todo el mundo sabe o puede gestionar o propiciar.
Asimismo, el silencio es esa capacidad saludable que también va de la mano de la paciencia para saber callar, y así, ser capaces de escuchar a los demás y, a su vez, de encontrar un espacio donde hablar con nosotros mismos en calma desactivando el rumor de nuestro entorno.
Ahora bien, guardar silencio no es doblegarse, no es esconder una opinión por temor a las consecuencias. Se trata más bien de callar ante lo que no vale la pena, y guardar silencio cuando las emociones hablan.

Tanto la paciencia como el silencio son dos elementos clave de nuestro desarrollo personal, y  por ello, te invitamos a que reflexiones sobre estos aspectos tan esenciales de nuestro día a día.

La paciencia y el silencio: el vínculo de la conexión con uno mismo
Podríamos decir que tanto el silencio como la paciencia son dos caras de una misma moneda, una moneda sabia y de raíces muy antiguas.

Un ejemplo de ello es toda esa cultura sobre los indios nativos americanos que nos deja el escritor Kent Nerburn con libros como Ni lobo ni perro: los senderos olvidados de un viejo indio.

En todos sus trabajos se desprende la importancia que tenía para este pueblo el concepto del silencio y la paciencia. Veamos algunos sencillos ejemplos.
Los nativos americanos y el silencio
Los lakota pertenecen a la tribu de los sioux de Norteamérica. Son un pueblo con una espiritualidad muy rica, profunda y tan llamativa que aún ahora nos pueden seguir dando grandes enseñanzas.


Los lakota ensalzan un vínculo con lo invisible, con esa entidad que simboliza la unión con otras personas, con los amigos, las familias y los seres queridos.


Ese vínculo se establece a través del respeto y, sobre todo, con el silencio. Es la capacidad más respetuosa entre dos personas, donde no solo se calla para escuchar, sino que guardar silencio es un regalo con el cual compartir tiempo y complicidad.
Si lo pensamos bien, nos daremos cuenta de que, muchas veces, cuando estamos con alguien y de pronto aparece el silencio, lo vemos con incomodidad, y para evitarlo, solemos decir lo primero que nos viene a la mente.
Es necesario cambiar esta visión.

No hay nada más mágico que un grupo de amigos que se sienten cómodos cuando surge el silencio. No hay obligación de hablar, solo de “estar presentes”, de quedar unidos por ese vínculo invisible del que hablaban los lakota.
A su vez, para los nativos americanos el silencio es la virtud a través de la cual ser conscientes de todo aquello que nos envuelve y que nos arraiga a la tierra: la naturaleza, las personas, el ciclo de la vida, e incluso nosotros mismos, nuestros pensamientos.
Aspectos en los que profundizar y reflexionar.
La paciencia, un arte que nadie nos enseña
Casi nadie nos enseña que, cuando llegamos a este mundo, las cosas no acontecen tal y como nosotros queremos. Tampoco nada nos asegura que, por mucho que nos esforcemos en algo, vaya a suceder o que se dé aquello que nosotros esperamos.

Dicen que la paciencia es “santa” pero en realidad es un arte que se adquiere con el tiempo, a base de alguna decepción, a base de ese aprendizaje que la vida nos enseña a la fuerza y no a través de los manuales.


Ser paciente requiere, por encima de todo, no claudicar, no rendirnos. Si algo no ocurre tal y como nosotros deseamos, no debemos abandonar dicho propósito, porque la paciencia es también calma y confianza.

Las personas pacientes saben observar, piensan en silencio, atienden a su alrededor y desarrollan su intuición para descubrir cuál es la mejor oportunidad para actuar.
Quien no es capaz de apartar el ruido externo, los pensamientos negativos y las opiniones derrotistas de otras personas y de sí mismo, jamás llegará a su objetivo.
Porque ser paciente requiere también tener esa sabiduría que sabe qué evitar y qué caminos seguir.
Si tenemos un sueño, no debemos dejar que otros nos lo apaguen con su fatalismo y con frases como “deja de pensar en eso porque tu tren ya ha pasado”.
Las personas pacientes saben situarse en el mejor andén de la vida. En ese por donde siempre pasan los mejores trenes, aunque tarden, aunque se demoren.


Toda espera merecerá la pena porque, mientras aguardamos, desarrollamos otras aptitudes: perseverancia, coraje, resiliencia y ante todo… Esperanza.

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