Era un día lluvioso y gris. De pronto, me encontré a una niña apenas cubierta con un vestido todo roto, tiritando de hambre y de frío.
Me encolericé y le reclamé a Dios:
"¿Cómo es posible Señor, que habiendo tanta gente que vive en la riqueza, permitas que esta niña sufra hambre y frío?
¿Cómo es posible que te quedes ahí tan tranquilo, indiferente ante tanta injusticia, sin hacer nada?“. ..
… Después de un largo silencio, sentí la voz de Dios que me contestaba:
“¡Claro que he hecho algo!
¡Te hice a ti! "
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