Desde el más allá, Mozart parece actuar en la prevención del crimen con tanto o más éxito que la policía de Nueva Zelanda.
Quizá los criminales en las inmediaciones del Mar de Tasmania sean más cultos que los latinoamericanos, pero por algún motivo se me ocurre que aquí Mozart no sería suficiente. En Christchurch, Nueva Zelanda, sin embargo han logrado bajar considerablemente el crimen desde que instalaron parlantes en los que se escucha constantemente música clásica.
El número de incidentes antisociales contabilizados por los guardias de la zona central de la ciudad -lugar donde se instalaron los reproductores- bajó de 77 por semana a sólo 2. Y los relacionados con alcohol y drogas bajaron de 16 a 0.
Paul Lonsdale, el director de la Central City Business Association de la ciudad, originalmente pensó en música ambiental del estilo de Barry Manilow, pero de inmediato se dieron cuenta que la música clásica calmaba más. "Es sabido que la música clásica reduce el comportamiento problemático (sic). Ahora la gente se siente más segura en el área".
El sargento Gordon Spite, a su vez, comentó que "la música ha tenido un efecto durante el día, sin dudas. Ha creado un clima que conduce a una buena conducta".