Y se discute, furia desatada, sobre tu origen,
cuando tú eres nuestra.
Matriarcal Cuetlaxóchitl, bien amada, solemne
y bendecida, fiel Maestra.
Autor desconocido.
Esta conocida y bella flor, ha formado
parte de nuestra cultura desde hace ya varios siglos, pues se le conocía desde
antes del esplendor mexica, etnia tan amante de las plantas y las flores, como
podemos constatarlo por los muchos jardines botánicos que crearon para su
deleite, y en los cuales cultivaban muy variadas especies llegadas de todas las
regiones conocidas por los aztecas. En efecto, muchas fueron las flores que
admiraron nuestros antepasados, algunas las utilizaban como ornato por su
natural belleza, otras se emplearon como parte de la terapéutica, y las más,
para honrar a los dioses en las múltiples ceremonias que les dedicaban durante
el transcurso del calendario festivo.
Leyenda mexicana flor noche buena De
entre las muchas flores con que los mexicas contaban, la cuetlaxóchitl
destacaba por su elegancia y exquisitez. Su nombre en lengua náhuatl significa
“flor que se marchita”, posiblemente aludiendo a lo efímero de su existencia.
Otros etimólogos pretenden que su denominación nos remite a “flor de cuero”, lo
cual no es muy probable ya que no se trata de una flor de consistencia dura. La
leyenda nos cuenta que en el norte del territorio de Taxco se daba un arbusto
de bellas flores blancas. Después de una batalla en la cual los mexicas
derrotaron a los chontales y los diezmaron, las flores sin razón alguna, se
marchitaron, y los vencedores optaron por llamar a la flor “flor que se
marchita”. Cuando llegó el tiempo de la siguiente floración, los arbustos se
cubrieron de flores de un hermoso color rojo debido a la sangre derramada por
los vencidos chontales.
Ritualmente, la cuetlaxóchitl aparecía
en casi todas las fiestas sagradas mexicas; sobre todo en la denominada
Tlaxochimaco, del noveno mes y dedicada a Huitzilopochtli, Dios de la Guerra en
la cual este ser sagrado se adornaba con guirnaldas, sartales, y collares
elaborados con esta flor. Para los aztecas esta flor simboliza la pureza y la
nueva vida que obtenían los guerreros muertos en batalla, pues pensaban
que tenían la facultad de regresar a la
Tierra en forma de mariposas o colibríes para chupar el néctar de la
cuetlaxóchitl. Por esta razón, se la ponía en las ofrendas mortuorias dedicadas
a los guerreros muertos en el cumplimiento de su deber.
A la llegada de los españoles, la flor
adquirió el nombre con el que la conocemos actualmente y perdió el dulce
apelativo náhuatl. Se convirtió en la Flor de Noche Buena, precisamente porque
se daba en mayor cantidad en los meses cercanos a la Natividad del Señor. Su
nombre científico es Eupherbia Pulcherrima. Se trata de un arbusto lechoso de
la familia de las Euphorbiáceas que puede llegar a medir hasta seis metros de
altura. Presenta grandes hojas y flores cupuliformes, amarillas y pequeñas, a
las que cubren brácteas de color rojo intenso, aunque algunas veces pueden ser
blancas, amarillas y de color salmón. Esta flor invernal, originaria de un
poblado llamado Cuetlaxochitlán, cercano a Taxco y ahora desaparecido, crece en
clima cálido durante los meses de noviembre y diciembre, por lo que durante los
primeros tiempos de la etapa colonial, los frailes la emplearon para adornar
las iglesias y los belenes, aprovechando su anterior uso ritual y adaptándolo a
la nueva religión. Una leyenda relata que una muy pobre pequeña niña se
encontraba llorando cerca de una iglesia en la Noche Buena, porque no tenía
ningún regalo que ofrendar a la Virgen María y al Niño Dios. Un ángel la vio
desde el Cielo y se le acercó para indicarle que recogiese hierbas que se daban
en el camino y las llevase al altar de la Virgen. La pequeña obedeció. Cuando
colocó las hierbas en el altar se convirtieron en bellísimas flores de un rojo
intenso que hicieron felices a la niña, la Virgen María y el Niño Jesús.
Otra leyenda da fe de que en un pueblo
montañés un cura dio el encargo a una pobre mujer de tejer una manta para tapar
al Niño Dios el 24 de diciembre. Pero la mujer enfermó gravemente, y su hijita
de diez años se acomidió a ayudarla. En su torpeza a la niña se le enredaban
todos los hilos del telar y no logró tejar la tela. Cuando el plazo se cumplió,
la niña lloraba angustiada detrás de un arbusto por no haber cumplido con el
encargo. Una viejita se le apareció y le aconsejó que cortara algunas ramas del
arbusto y las llevase al altar de Jesús. La llorosa niña hizo lo que le
ordenaba la anciana señora. Cuando puso las ramas en el florero, se llenaron de
maravillosas flores en forma de estrella que pudo obsequiar al Niño. Al salir
de la iglesia, se percató de que todas las secas ramas de los arbustos del
camino estaban llenas de maravillosas flores rojas como la sangre.
En el siglo XIX, Joel Poinsett, primer
embajador norteamericano en México, la llevó a su país, específicamente a
Charleston, donde pronto se aclimató y pudo comercializarla por todos los
estados de la Unión Americana. Más tarde, introdujo la flor en Europa, donde
gustó mucho. Poinsett nunca mencionó que se trataba de una flor mexicana, y
durante mucho tiempo se creyó que era una flor norteamericana, e incluso se la
conoce con el nombre de Ponsetia.
La Cuetlaxóchitl, la Flor de Noche
Buena y la Ponsetia, comparten otros nombres. Se la llama Flor de Pascua, Flor
de Fuego, Santa Catarina, Catalina, y Bandera. En los Estados Unidos se la
denomina Chistmas Flower, y en Argentina se la conoce como Estrella Federal,
santo y seña de los republicanos que pelearon contra los colonialistas
españoles.
Además de ser bella, ritual y
patriótica la cuetlaxóchitl también tiene propiedades terapéuticas. Tomada en
infusión produce más leche en las mujeres que están amamantando, pero debe ser
dosificada adecuadamente, porque de lo contrario es peligrosa. Las brácteas
mezcladas con octli, se usan para teñir telas y cuero, con las que se obtiene
un color rojo escarlata. El jugo de los tallos se puede usar como depilatorio.
Con la flor se preparan cataplasma y fomentos contra la erisipela y algunas
enfermedades de la piel como los
granitos que padecen muchos adolescentes.
Sonia Iglesias y Cabrera