domingo, 18 de enero de 2015

EL AUTOBUS FANTASMA

Esta leyenda tiene su origen en una sinuosa carretera mexicana, donde existían quebradas y barrancos extremadamente peligrosos y era muy arriesgado realizar ese trayecto por la noche, especialmente con mal tiempo.

Una noche, un autobús partió desde Ixtapan de la Sal con dirección a Toluca, repleto de pasajeros. El viaje se desarrollaba con normalidad hasta que el conductor notó con terror que comenzaban a fallarle los frenos por lo que no pudo impedir que el vehículo se precipitara al fondo de un profundo barranco. Lamentablemente no hubo sobrevivientes ya que todos los pasajeros perecieron en forma inmediata.

Tiempo después, varias personas aseguran haber visto a un viejo autobús circulando por la carretera en noches de lluvia intensa. El autobús recoge sin problemas a las personas que aguardan en las paradas habituales y todo transcurre en la más absoluta normalidad, salvo con el pasaje como con el conductor que no emiten palabra alguna….

El viaje sigue hasta que el conductor, le indica al nuevo pasajero que debe bajarse allí de manera inflexible: debe bajar allí mismo o de lo contrario ya no podrá hacerlo. El pasajero se baja ante el pedido no sin antes recibir una nueva advertencia: no volverse para ver el autobús por ningún motivo. En el caso de que ignore esta advertencia, verá con terror que se trata del autobús fantasma, con los desgraciados cadáveres de quienes fallecieron en el siniestro….

El pasajero muere en forma inmediata o a los pocos días para pasar a formar parte como un fantasma más entre los infelices pasajeros.



LAS BRUJAS DE NAICA

Naica es una ciudad del estado norteño de Chihuahua situada en el Municipio de Saucillo y dedicada a la minería desde el siglo XVIII. Aparte de su destacada producción de plomo y de su famosa Cueva de los Cristales de Selenita, es conocida porque es una ciudad maldita plagada de brujas que se la pasan haciendo daño a los sufridos mortales. Si las personas no toman las debidas precauciones y se recogen en sus casas antes de la diez y media de la noche, es muy posible que se arrepientan de por vida, si es que la conservan. Las brujas, esas malas pécoras, salen de las minas abandonadas en forma de bolas de fuego voladoras, para llevarse a las niñas.

Monserrat era una muchacha rubia, espiritual, frágil, delgada y etérea como un nebuloso ectoplasma que vivía en Naica. Obediente y dulce, todo el pueblo la apreciaba y la quería, sus padres la adoraban. Tenía la niña la costumbre de llevar siempre una camelia en el pelo. Pesar de su corta edad, pues solo contaba con diez y seis años, trabajaba en la panadería de don Isidoro, un español panzón y apestoso que había llegado a la ciudad de Naica deseoso de “hacer la América” y lo había logrado. Monserrat era la encargada de hacer el pan de bizcocho en la panadería, pues habilidad no le faltaba ni tampoco conocimientos que adquirió de su abuela doña Catarina, buena repostera ya fallecida.

Monse, como la llamaban de cariño, salía de su trabajo a las nueve de la noche y se dirigía tranquilamente a su casa. Una noche de Luna llena, Monse se desvió un poco de su camino acostumbrado, para ir al lago a ver cómo la Luna se reflejaba en su superficie. Tan extasiada se encontraba gozando del espectáculo que se olvidó de la hora. Cuando tomó conciencia de su impertinencia, la campana de la iglesia sonaba las doce de la noche. Montserrat observó que de las montañas mineras se desprendían bolas de fuego que se acercaban rápidamente a la ciudad, trato de correr pero no pudo, una de las bolas se acercó a ella, se transformó en una horripilante y repugnante bruja que la tomó por la cintura, le mordisqueo el cuerpo y se la llevó. Nunca nadie supo más de Monse, pero todos sabían que las brujas se llevaban a las mujeres jóvenes para convertirlas en futuras brujas. Ese fue el horrendo destino de la panaderita, confirmado cuando cerca de lago encontraron una camelia marchita… Moncese había convertido en una espeluznante bruja de Naica.

Por Sonia Iglesias y Cabrera