Es posible que tanto el amor como
determinadas amistades acaben por enfriarse. Lejos de hundirte, debes sacar
fuerzas de flaqueza y seguir adelante. Ante todo, te tienes a ti mismo.
Cuando las amistades caducan y el amor
se apaga, algo en nosotros fenece.
Nadie está preparado para la pérdida
ni para el desprendimiento de un vínculo que, hasta no hace mucho, nos era
significativo.
Nuestro cerebro está programado genéricamente para conectar con las personas. Es así como sobrevivimos, como
aprendemos y como avanzamos a lo largo de nuestro ciclo vital.
Sin embargo, mientras nuestro cerebro
se aferra a lo permanente, se nos olvida algo muy esencial: que la vida fluye,
que las cosas cambian y que, a veces, es necesario transformarnos.
Acabar con una relación de amistad que
ha sido básica para nosotros nos sume en un tiempo de desconcierto y tristeza.
Porque una amistad es algo íntimo,
algo que nos edifica, nos trae alegrías y apoyo emocional. Sin embargo, a
veces, los imprevistos de la vida o iniciar nuevos intereses hace que, poco a
poco, ciertas amistades se enfríen o caduquen.
Lo mismo ocurre con las relaciones
afectivas. Puede que exista una traición, una decepción o puede que, por mucho
que nos duela, el amor se apague en alguno de los dos miembros sin que sepamos
muy bien cómo.
Dar un paso hacia delante es
obligatorio en estos casos. Aunque nos resulte difícil, aunque el puzle de
nuestra vida esté desfragmentado y roto.
Te explicamos cómo hacerlo.
Cuando una amistad caduca
Puede parecernos curioso, pero la
amistad tiene un significado diferente para hombres y mujeres. Esta diferencia
no quiere decir que para un género sea más importante que para el otro.
Tiene que ver con su implicación. Por
ejemplo, según un estudio llevado a cabo en la University College London (Reino
Unido) la amistad tiene para las mujeres un efecto calmante.
A la mujer le sirve la amistad con
otras mujeres como desahogo, como forma de relativizar los problemas, el
estrés, la ansiedad. El vínculo tiene una intimidad que trasciende al mundo
emocional.
Por su parte, los hombres ven la
amistad como algo más instrumental: realizar actividades en conjunto, proyectar
planes de ocio, iniciar objetivos profesionales…
En el caso de los hombres, valoran más
a la familia o a la propia pareja para desahogarse, para encontrar intimidad y
una cercanía más profunda.
Quizá por ello, el impacto personal en el caso de las mujeres
al perder una amistad suele ser, por término medio, más intenso
Cómo afrontar el fin de una amistad
Una amistad no se sustituye por otra:
se deja ir. Esto es algo que debemos entender. Dejar de relacionarnos con
alguien implica saber pasar página y avanzar.
Cada persona, cada amistad y cada
vínculo nos ofrecen unas cosas determinadas. Por ello, no debemos buscar en un
amigo lo que otro nos ofrecía. Deja que cada quien sea como desee y que actúe
con autenticidad.
Asume que hay vínculos que caducan y
que ello no es malo.
Las personas crecemos, tenemos otros
intereses y, a veces, hasta decidimos que hay amigos que ya no nos ofrecen
cosas positivas, sino todo lo contrario.
A veces, dejar una amistad también es
crecer. Lo importante es quedarnos con las personas que de verdad importan.
Cuando el amor se acaba
Cuando el amor se acaba se rompen esos
huesos invisibles que sostienen tu alma, ese pulmón que te daba aire y esas
alas que te hacían sentirte vivo.
Nadie sabe por qué, ni cómo, pero
ocurre. El amor se desvanece en ocasiones como el rocío con el sol del
mediodía.
Cuando esto ocurre nos aferramos a la
esperanza. “Es posible que si hago o digo esto vuelva conmigo”, “puede que, si
cambio mi forma de ser, me quiera de nuevo…”
No es lo adecuado, este tipo de
conductas lo que consiguen es intensificar ese ciclo de negatividad, falsas
esperanzas y dolor.
Si el amor se acaba debemos dejarlo
claro o debemos exigir que nos lo dejen claro. Ese es el final, pero también el
punto de partida.
Cómo afrontar el fin de un amor
El fin de una relación afectiva no se
supera de un día para otro. Se necesitan entre 6 meses y dos años. Si bien hay
muchas diferencias individuales, también existen una serie de estrategias que
pueden ayudarnos.
Actúa con dignidad: si sabes que no
eres amado, asume, acepta e inicia el duelo.
Mirar adelante no es fácil cuando
hemos dejado tantas cosas atrás.
No obstante, antes de alimentarte de
la nostalgia o del lenguaje condicional (puede que, si yo fuera, si yo hiciera,
tal vez pudiera…), debemos hablar en presente:
Merezco atenderme, cuidar de mí y
reconstruir mis pedazos rotos.
Voy a apoyarme en mi familia, en mis
amigos, en este presente en el que debo ponerme nuevos objetivos para construir
una nueva felicidad.
El tiempo y nuestra actitud
cicatrizarán esas heridas, y la vida, con su rumor y sus bellezas, volverá a
llenar ese vacío en tu corazón.