Kapsis, la hija mimada del jefe Haas
(mezquite), acostumbraba todos los días, después de terminar sus labores cotidianas,
acurrucarse junto a alguna roca cerca del mar y mirar y mirar el vaivén de las
olas. Por horas y horas la sorprendía la tribu, inmóvil, silenciosa: Aun cuando
las sombras manchaban de negro el agua y la playa.
Kapsis seguía allí como si esperara
ver salir del fondo del mar a la diosa Xtamosbin (tortuga marina). Cada vez que
la tribu llagaba de la bahía de Quino a tierras de Isla de Tiburón, Kapsis,
después de hurgar en las rocas de la playa en busca de las pródigas especies
del océano que las aguas dejaban olvidadas. Corría a refugiarse en su lugar
predilecto de la playa para contemplar, sin cansarse, cielo y mar.
Su padre el gran jefe Haas,
inútilmente había perdido al hacocama (hechicero) destruyera el embrujo que se
había apoderado de su hija; porque el gran jefe y los miembros de la tribu no
se explicaban por qué Kapsis huía del trato de sus semejantes, y a pesar de ser
joven y bonita rehusaba trazar los pasos de la pazcola, ni batir palmas en el
baile y menos acompañar el fragor de los cantos.
Para Kapsis no había más deleite que
refugiarse en la playa desolada, y contemplar el paisaje triste del mar bravío
que desataba a veces tormentas espantosas. Pero es que nadie sabía el secreto
de Kapsis: Kapsis estaba enamorada de una vastlk (estrella) que a ella se le
antojaba, era flor de la tierra de los dioses. Una noche llegó hasta ella el
hacocama a quien pidiera el gran jefe curara a su hija, pues toda la tribu
aseguraba que un antipotkis (tiburón) la había embrujado.
El hacocama antes de buscar a la joven
había ido hasta la Cueva Especial de la montaña, pintando en ella la señal del
espíritu que vivía dentro, el cual indicó su voluntad de adentrarse en el
cuerpo del hechicero.
Ya en posesión de las virtudes mágicas
colocó sus manos en forma de círculo sobre su frente, para luego acercar su
boca y decir con gran misterio y entonación sacerdotal Choo, choo. Kapsis, sin
moverse le miró sin sorpresa, pero después, silenciosa, se alejó de su lado.
Esa misma noche volvió al mar, y con
ansiedad miró el cielo en busca de la bella vastlk. Al descubrirla esplendente
en medio del azul eterno deseó fervientemente que nunca terminara la noche para
embelesarse por horas y horas con su belleza. De pronto, como si su deseo fuera
mágico, absorta contempló cómo su estrella favorita se desprendía del cielo.
Atravesando el azul oscuro con la
misma velocidad que los dardos con punta de pedernal de los guerreros Kun kaak
eran disparados sobre los coyotes o venados, así la estrella atravesaba el
espacio. Los ojos negros y vivaces de Kapsis siguieron el rastro luminoso hasta
descubrir que caía en el mar. Asustada la joven por tal acontecimiento corrió
en busca de la canoa más cercana; remando enérgicamente llegó hasta el lugar
donde había visto caer la estrella, y sin mucho pensarlo se arrojó al agua para
rescatarla.
Kapsis bajó a las profundidades en
busca de la estrella hasta llegar al fondo del mar; pero en su rápido descenso
cayó sobre una traicionera roca que le produjo la muerte. Sobre el lecho pétreo
Kapsis quedó inmóvil, los brazos abiertos en cruz, las hermosas piernas
extendidas. Xtamosbin, la sagrada tortuga marina, diosa de los seris, al contemplarla
tan pálida y quieta se conmovió. ¡Qué hermosa era! Y allí estaba inmóvil en lo
profundo del mar; todo porque había querido salvar a una estrella que se
ahogaba.
La diosa fue a su lado y posó sus
manos sobre el cuerpo inerte de la joven Kun kaak convirtiéndola al instante en
una bella estrella de mar. Kapsis desde ese instante sería feliz. Allí en el
mundo sin voz, contemplaría las luchas y las tragedias mudas del mundo verde de
esmeraldas líquidas. Además no estaría sola, ya que los peces de aletas de
plata y cuerpos pintados de vivos colores la acompañarían. Y como si todo eso
fuera poco, desde los bosques de sombras oscuras moteadas de luz vivirá feliz
espiando el cielo a través del agua espumosa teñida por el sol. Así Kapsis todas
las noches miraría a la bella vastlk a quien ella tanto amaba.