martes, 29 de octubre de 2019

DEBERÍAMOS VERNOS MAS Y ESCRIBIRNOS MENOS




Sí, las nuevas tecnologías están ayudando a sobrevivir a nuestras relaciones. Sin embargo, el que esto sea así no quiere decir que todas las consecuencias sean buenas. Estamos dejando de vernos en pro de escribirnos y eso no lo podemos permitir, hay que vernos más y escribirnos menos.

Los contactos de hoy se fundamentan más en charlas a través del whatsapp que en tazas de café compartidas. Por ende, una consecuencia directa es que estos intercambios no suelen ser tan profundos ni tan ricos como los que establecemos tomando un café, mirándonos a los ojos y abrazándonos en un día de frío.

Porque una buena comunicación también se establece a través de un abrazo y reservar tiempo para las personas que queremos no debería suponer tanto esfuerzo. Si en verdad no tenemos tiempo, quizás deberíamos revisar nuestro día a día y nuestra escala de prioridades.

Porque cuidarnos y cuidar a nuestros seres queridos no deben ser elementos relegados al final de una lista. Porque las mejores charlas no son a través de whatsapp y porque lo verdaderamente reconfortante es, precisamente, vernos más.
Redes sociales virtuales, enemigas de la escucha activa y de no vernos más
Aún hay muy pocos estudios que analicen el impacto del uso (o abuso) de las redes sociales en nuestra salud psicológica y en la creación de redes de apoyo social estables y, por qué no decirlo, reales. No obstante, lo que se está viendo es que hemos dejado de mirarnos a los ojos para comunicar algo importante. Que las interrupciones son constantes en los tiempos compartidos y que estamos dejando de practicar la escucha activa.

El hecho de mantener una conversación por whatsapp sobre un tema importante hace que los participantes nos perdamos mucha información importante. Datos o reflexiones que nos van a permitir una lectura más precisa del problema, además de mejorar la calidad del apoyo que le podemos ofrecer al otro.

A través de las redes sociales nos perdemos en apariencias, en verdades a medias e impresiones forzadas, restando calidad a la relación. Acabamos por no conocernos al no vernos, por no saber leer el rostro de nuestros amigos, por no conocer su verdadero sentir.

Aunque la comunicación sea sincera, siempre será incompleta. Esta es otra de las razones para vernos más y escribirnos menos. Además, este hecho no está precisamente exento del devastador efecto acumulativo. Poco a poco, incluimos estos hábitos comunicativos en nuestro día a día y, por ende, cada vez nos percibimos de una manera más distorsionada.

Lo que un día fue una opción comunicativa para todos, hoy nos está convirtiendo en esclavos. Las personas nos apremiamos a contestar con inmediatez. No hacerlo puede tener como consecuencia un tremendo enfado, una soporífera discusión basada en la indignación y una desconfianza que anuda sentimientos.
El síndrome FOMO (Fear of Missing Out)
El síndrome FOMO hace alusión al miedo a perdernos algo. Este temor responde a la necesidad generada de estar siempre en línea, de no perdernos ninguna actualización de lo que está sucediendo en las redes sociales.

Esto significa que, al final, la vida de los demás es más interesante que la propia y, por ende, más que las relaciones reales. Sus consecuencias son nefastas para nuestro estado de ánimo porque dejamos de cuidar nuestra vida y nuestro medio para cubrir la necesidad ficticia de controlar el entorno virtual.

Lo cierto es que la necesidad de estar siempre conectados y pendientes de lo que pasa en la nube nos limita a la hora de disfrutar de las personas de manera real. La triste realidad es que, en la actualidad, el smartphone está casi siempre presente, lo que resta calidad y calidez a la relación.

Por eso, deberíamos tomar como tarea obligada dejar a un lado el teléfono cuando estamos con alguien y proponer asiduamente que el contacto sea real. Porque, como hemos dicho antes, las mejores charlas no son a través de whatsapp. Por eso tenemos que vernos más y evitar que las redes sociales sean nuestra única vía de contacto, pues este es un canal por el que viaja la información, pero difícilmente la complicidad.