El enojo es una emoción humana tan
normal como cotidiana. Es común en los adultos, pero sobre todo en los niños
pequeños, cuando, por ejemplo, aún no saben gestionar aspectos como el
aplazamiento de las recompensas.
No debemos ver esta sensación como
algo puramente negativo. Todos nos enojamos, todos nos llenamos de ira ante
situaciones que consideramos injustas, y ello es también algo saludable que nos
permite poder reaccionar ante lo que no es permisible, ante lo que nos hace
daño.
Ahora bien, el enojo debe ser algo
puntual y limitado en el tiempo. Debemos verlo como un interruptor, algo que se
enciende en nuestro cerebro para avisar de que un aspecto de nuestro entorno
nos preocupa, y ante lo cual debemos tomar una decisión.
Si dejamos que esta emoción nos
controle, caeremos en la irracionalidad de la ira, del grito y de una reacción
que posiblemente, lamentemos. El enojo se atiende y más tarde se controla para
proporcionar una respuesta adecuada.
Hoy en nuestro espacio te invitamos a
ahondar en esta emoción tan común como desconocida en ocasiones.
Conocer el enojo para responder mejor
en nuestro entorno
Uno de los mejores especialistas en la
dimensión del enojo, la ira y la resistencia es, sin duda, Eckhart Tolle. Este
psicólogo positivista y representante también de esa vertiente más espiritual
de la ciencia del comportamiento nos aporta una visión muy acertada sobre este
constructo psicológico.
l enojo es una emoción negativa
poderosa y amenazante!. Ese enfado que no se controla y que se desboca lo que
hace al instante es inundar nuestra mente de pensamientos negativos.
Quien razona no somos nosotros, no es
nuestra parte equilibrada y lógica, sino la emoción negativa más descarnada.
Un aspecto que debemos tener en cuenta
y que nos señala Eckhart Tolle es que, a veces, estamos enojados con algo, pero
no nos damos cuenta de ello.
Al poco, esa sensación de negatividad
invade otros campos de nuestra vida, hasta el punto de quedar saturados por el
pesimismo.
El enojo, además, se transmite, se
contagia como una energía asfixiante que crea distancias e incomodidades entre
nosotros. No es lo adecuado.
Te indicamos ahora cómo resolver este
malestar, esta falta de sintonía con nosotros mismos y nuestro entorno.
Te pondremos un ejemplo. Imagina que
tienes un mal día en el trabajo. Un compañero de oficina genera un entorno
tóxico al promover críticas dañinas y rumores infundados; y esto te molesta.
Nuestro protagonista almacena una gran
dosis de enfado, de cansancio y negatividad que acaba proyectando en casa y con
sus familiares. Cualquier hecho puntual provoca que reaccione de forma
desmesurada.
Lo primero que debemos saber percibir
es esa emocionalidad interna, ese malestar y lo que dicha sensación está
creando en nuestro entorno.
Una emoción negativa no solo crea
pensamientos negativos, sino también conductas inadecuadas. Es necesario saber
verlo, saber percibir esa batalla que se libra en nuestro interior.
Cómo actuar
Ya somos conscientes de lo que nos
ocurre y de lo que estamos provocando a nuestro alrededor. El foco del problema
no está en casa; de hecho, tampoco está en el trabajo: está en nuestra mente.
En ocasiones, nos es imposible cambiar
la conducta de una persona o de un grupo de personas. En este caso, ese
compañero de trabajo no va a cambiar, su personalidad es así y siempre hace uso
de las críticas y los rumores.
Cuando nos sea imposible cambiar algo
negativo de nuestro entorno, lo que debemos hacer es variar la forma en que
afecta a nuestras emociones.
No se trata en absoluto de no darle la
importancia que merece o de hacer como si nada nos afectara. Se trata de
ejercer un “control”. Dominar las emociones negativas para que ellas no me
dominen a mí y afecten a mi vida convirtiéndola en un infierno.
Lo que nos controla nos hace cautivos
y empobrece nuestra calidad de vida. No es lo adecuado, no debemos permitirlo.
Debemos calmar nuestra ira, y con
asertividad, calma y equilibrio, le haremos saber a esa persona que su
comportamiento no es el adecuado. El que uno regule sus propias emociones no
significa que no pueda actuar.
Una vez dejamos claro a ese foco
puntual que nos altera y enoja, que su forma de actuar no es adecuada,
procederemos a racionalizar las emociones negativas que puedan quedar en
nuestro interior.
Esas críticas no van conmigo porque no
me definen. Las ofensas no me hacen daño: yo sé quien soy, yo protejo de mi
autoestima.
Lo que una persona concreta piense de
mi es su opinión, es su universo, es su esfera particular y limitada, pero no
es mi mundo ni me define. Por lo tanto, procedo a “desactivar todo enojo y toda
emoción negativa”. Me libero.
El enfado se aplaca siendo consciente
de esa emoción negativa, controlándola y, a su vez, gestionándola. No olvides
tampoco que este tipo de estrategias son también muy adecuadas con los niños.
Cuanto antes empiecen a entender sus
emociones, mejor.