domingo, 31 de julio de 2016

EL PODER PARANORMAL Y MISTICO DE LOS GATOS

Desde tiempos remotos, los gatos, una de las mascotas más populares del mundo actual, han sido asociados al mundo de la noche, a la muerte y a los hechos paranormales e inexplicables. Y es que su naturaleza ha estado desde siempre ensombrecida por una bruma de misterio, la misma que ha llevado a que en diferentes culturas, tanto en el mundo antiguo como moderno, se crea que estos altivos, independientes y ágiles felinos son portadores de capacidades perceptivas extraordinarias de las que carecemos los seres humanos.

La civilización egipcia, la más esotérica de las culturas antiguas, sintió un respeto reverencial por los gatos. Domesticados hacia el 2.800 AC, debido a su gran habilidad para mantener los templos y hogares libres de roedores, estos felinos fueron divinizados en una de las deidades más conocidas del Egipto faraónico, la diosa Bastet, que era representada con cabeza de gata y contaba con una ciudad propia, Bubastis, ubicada en el delta del Nilo. Entre los atributos de la diosa gata estaba ser guardiana de los hogares, defensora de los hijos y representante de la dulzura maternal y de la abundancia. Los antiguos egipcios sentían tal devoción hacia estos felinos que, si se producía un incendio, lo primero que se debía poner a salvo eran los gatos del hogar. Y cuando moría uno de ellos, la familia le dedicaba un duelo especial, como si de un pariente querido se tratara (el historiador griego Heródoto asegura que los moradores de la familia, principalmente el cabeza de familia, se rapaban las cejas en señal de duelo, antes que el animal fuera momificado y sepultado).

Los comerciantes fenicios habrían sido los que introdujeron los primeros gatos domésticos a Europa, aunque otros afirman que fueron los antiguos griegos, que asimilaron a la diosa egipcia Bastet a su deidad Artemisa. Los celtas, otro pueblo aficionado al mundo oculto, creía que los misteriosos ojos de estos felinos eran la puerta que conducía al mundo de las pequeñas criaturas –principalmente de las hadas- y que la cercanía de los gatos podía ponerlos en contacto con seres del otro mundo. En Japón, los gatos, llegados a las islas hacia el siglo X desde China, vivían en el interior de pagodas y templos, ya que, además de ser considerados animales de buen augurio y portadores de vibraciones positivas, protegían los manuscritos sagrados de la voracidad de los ratones. Se cuenta que Confucio tenía un enorme gato como animal de compañía y en algunos países del Oriente se creía que poner una estatua de porcelana de un gato en las puertas de las casas constituía un símbolo protector. En la India se adoraba a una diosa-gata, que se asociaba con la fertilidad, e incluso el profeta Mahoma, en pleno siglo VII, poseía casi una decena de gatos y solía predicar con Muezza, su gata favorita, entre los brazos.
De sagrados a perseguidos
Fue a mediados del siglo XIII, en plena Edad Media, cuando, de ser considerado un animal sagrado y protector, este astuto e independiente animal pasó a ser visto como una criatura diabólica (en cualquier acto que se considerara maléfico y demoníaco la iglesia detectaba la presencia del gato y en algunos países eslavos y balcánicos se asociaba a los gatos con los no-muertos, los temibles vampiros.). Así, comenzó una verdadera masacre que estuvo a punto de provocar su extinción.

En unas cuantas décadas fueron millones los gatos asesinados (los gatos de color negro y pelaje corto eran los más temidos) y la mortandad alcanzó tal nivel que entrado el siglo XIV apenas quedaban felinos en las grandes ciudades y pueblos de la época. Esta situación, creada por la proverbial y endémica estupidez del ser humano, provocó indirectamente la peor pandemia de toda la Edad Media: la temida peste negra. En 1348, supuestamente en la India, aparecieron los primeros brotes de la enfermedad, pasando después a Crimea y, desde allí, a bordo de numerosas naves genovesas cargadas de ratas, se extendieron primero a Italia y, más tarde, a gran parte de Europa. El exterminio de los gatos europeos, depredadores por excelencia de los roedores, pero considerados como supuestos colaboradores del demonio y de las brujas, provocó que las ratas pasearan a sus anchas por pueblos y ciudades, contagiando a todos sus habitantes. La cifra aproximada de muertos ocasionada por la peste negra, que se extendió entre 1348 y 1375, fue de 25 millones de personas.

A mediados del siglo XVII el gato recuperó progresivamente su lugar de privilegio en nuestra sociedad, ya fuera como cazador de ratas o animal de compañía (el rey francés Luis XIII, llamado “El Justo” y gran amante de los animales, prohibió y castigó la matanza masiva de gatos, iniciativa que se extendió a otros países europeos). Durante esta misma época se comenzó a creer que enterrar el cadáver de un felino durante la edificación de los edificios podía servir para combatir los espíritus malignos y la mala suerte (en el subsuelo de históricos edificios de Europa, como la Torre de Londres, por ejemplo, se han encontrado numerosos restos de estos animales).

Increíble percepción extrasensorial
La superstición más popular con respecto a los gatos afirma que estos felinos de mirada fosforescente y de pupilas verticales que se ensanchan en la oscuridad tienen siete vidas, aludiendo a su independencia y su portentosa morfología que lo convierten en un superviviente nato, tal y como lo demostró en las crueles masacres medievales y renacentistas.

Sin embargo, son numerosos los autores, como el periodista británico Dennis Bardens, autor del libro “Poderes secretos de los animales”, por ejemplo, que afirman que el gato posee una desarrollada percepción extrasensorial, que se manifestaría en cuatro habilidades: la premonición o conocimiento anticipado de acontecimientos funestos; orientación geográfica instintiva; telepatía o comunicación mente a mente y la percepción de fantasmas y seres de otra dimensión.

Con respecto a la precognición de accidentes, no son pocos los casos de gatos que salvaron a sus dueños o a otros seres humanos de diferentes situaciones de peligro, aún a costa de su propia seguridad. Un diario alemán relataba, por ejemplo, que en plena Segunda Guerra Mundial, en la ciudad de Magdeburgo un hombre que se encontraba afeitándose en su casa escuchó un persistente maullido en las afueras.

Al abrir la puerta encontró a uno de los gatos del barrio que comenzó a tironearle los pantalones, como indicándole que lo siguiera. El hombre, intrigado por el comportamiento del animal, que iba delante de él y lo miraba continuamente hacia atrás, lo siguió por la calle. Al cabo de una cuadra el gato se detuvo y en ese mismo instante, comenzaron a escucharse los ruidos de los motores de decenas de aviones ingleses Lancaster que surcaban los cielos de la ciudad para comenzar un inclemente bombardeo. Una de las bombas, por cierto, arrasó con la casa del hombre de la historia que, gracias al felino, salvó milagrosamente con vida.

En plena década de los 80’, los tabloides ingleses relataron la historia de tres familias del barrio londinense de Balham que se salvaron milagrosamente de un incendio. A las tres de la mañana, una dueña de casa fue despertada por los arañazos que se sentían en su puerta. Al abrir, la mujer vio a un gato que maullaba lastimeramente. Pensando que sólo quería comida, la mujer le cerró la puerta, pero los maullidos persistieron con más fuerza. Después de unos minutos y al abrir de nuevo la puerta, la mujer vio con espanto que el pasillo estaba en llamas. La mujer alcanzó a sacar a los miembros de su familia del edificio y a avisar del incendio a las familias del piso de arriba y del sótano. Diez personas en total salvaron la vida, aunque el heroico gato que dio la alarma pereció entre las llamas.

En la localidad norteamericana de Rhode Island, en tanto, fue célebre el caso del gato Oscar, un felino que vivía en un centro de reposo para ancianos. Los empleados del lugar aseguraban que el minino podía predecir cuándo a un residente le llegaba la hora de abandonar este mundo. “Nadie moría en el centro sin que Oscar lo visitara y se quedara con él un rato. En total predijo la muerte de más de veinticinco residentes”, relataron.

 Con respecto a las otras cualidades paranormales atribuidas a los gatos, se cree que los gatos son capaces de desarrollar un fuerte lazo mental con sus propietarios y pueden anticipar cuando sus amos están a punto de llegar a la vivienda y predecir sucesos funestos que puedan afectarlos. Los gatos también muchas veces se comportan de forma aparentemente extraña o se quedan mirando fijamente la nada, totalmente concentrados, aunque esto se debería a su capacidad de ver seres y objetos de otras dimensiones, que no serían perceptibles para la mayoría de personas. Por ello, algunos médiums los consideran en extremo útiles para percibir entes y espíritus y ser una especie de nexos entre el mundo de los vivos y el de los muertos, sin mencionar que también tienen un talento natural para captar diferencias en los campos magnéticos y detectar alteraciones eléctricas.

Se dice también que los gatos son capaces de reciclar energías negativas en los hogares. A ello se debería que acostumbran sentarse y descansar en determinados lugares de la casa, donde captan estas impregnaciones negativas, transformándolas y eliminándolas finalmente de las casas. Algunos autores postulan que nuestros problemas y estrés diario son absorbidos por el gato (por ello, cuando el lugar está muy cargado de energía negativa, no es raro que el gato se enferme). Estos mismos autores aconsejan también estar muy atento a la forma como los gatos reaccionan a las visitas en las casas, ya que muchas veces ellos están intentando proteger a sus dueños de un campo energético negativo o pesado.

Las creencias sobre las propiedades de los gatos cambian en cada país. Pese a su relación directa con la brujería, en el Reino Unido los gatos negros son considerados desde hace siglos portadores de buena suerte, todo lo contrario de lo que sucede en España, Italia, Portugal, sur de Estados Unidos y algunos países iberoamericanos. En el mundo rural se cree que si un gato nos precede en el paso es augurio de buena suerte, pero si se nos cruza por delante simboliza lo contrario (si se cruza de derecha a izquierda, es mucho peor que si lo hace de izquierda a derecha). Y en los países sajones y los germánicos se cree que si el gato es de color negro, pero tiene alguna mancha blanca sobre su pelaje, es portador de buena suerte y se convierte en amuleto protector.

Asombroso poder terapéutico

Algunos estudios científicos postulan el poder terapéutico y sanador de los gatos, afirmando que el simple hecho de acariciar a un gato eliminaría el estrés y la negatividad, aportando calma y quietud, mejorando el nivel cardíaco y contribuyendo a la salud física y psíquica del ser humano.

Con respecto al inconfundible sonido del ronroneo de estos animales, que indica que el gato está en un estado de placidez (aunque también puede indicar angustia, aflicción o dolor) se cree que es el resultado de impulsos rítmicos hacia su laringe. Y la frecuencia en la vibración producida por el ronroneo fomentaría la curación de los huesos y de los órganos del animal, explicando por qué ronronean cuando están heridos. Lo increíble de todo esto es que muchos sostienen que los gatos son capaces de traspasar esta asombrosa capacidad curativa a los seres humanos que tienen cerca (por ejemplo, cuando ronronean en el regazo de sus dueños).

Elizabeth Von Muggenthaler, especialista en bioacústica, por ejemplo, asegura que “hay un viejo adagio entre los veterinarios que afirman que si pones a un gato ronroneando en una pieza llena de huesos rotos, los huesos se curan. He escuchado relatos de personas que, supuestamente gracias a sus gatos ronroneando cerca de ellos, curaron lesiones de sus huesos, tendones y ligamentos. Los mismos dueños de gatos pueden atestiguar que cuando estas personas no se sienten bien o sienten un dolor específico, los gatos a menudo se arriman a la parte de su cuerpo que está dolorida y empiezan a amasar con sus patas, ronroneando y lanzando una mirada meditativa en sus ojos. Y yo no tengo ninguna duda de que están tratando de ayudar a sus propietarios”.


AUTOR: Héctor Fuentes