jueves, 8 de mayo de 2014

PEDIR AYUDA Y ENCONTRARLA

¿Cuántos, al sentirse necesitados de ayuda, pensarían en mi seguros de encontrar, de mi parte, algo de acogida?

Tenemos a nuestro alrededor tantas personas: familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, conocidos. El número será mayor o menor. Lo que importa es la calidad.

Se presenta una situación difícil. Hay que pedir ayuda. Si tenemos suerte, con cierta rapidez somos capaces de escoger a quién solicitar ese favor. En otras ocasiones, empezamos a repasar nombres y nombres y los vamos descartando uno a uno...
Sí: no siempre encontramos a la persona justa para un asunto concreto. A veces, por la complejidad del tema. Otras veces, es triste reconocerlo, porque los que parecían ser amigos no lo son tanto...
Podríamos aplicar la mirada hacia nosotros mismos: ¿cuántos, al sentirse necesitados de ayuda, pensarían en nosotros? ¿Cuántos nos llamarían por teléfono, enviarían un mensaje, confiarían de palabra ese asunto seguros de encontrar, de nuestra parte, algo de acogida?
En la vida es muy hermoso saber que contamos con personas disponibles para hacernos un favor. Algunas, incluso, son capaces de desvivirse por darnos una mano. Encontrarse con alguien así alivia el alma y da confianza.
Si resulta tan bello tener cerca a amigos disponibles, ¿no será hora de revisar mis actitudes? ¿Son las de un ser ensimismado, egoísta, pequeño de alma, o la de un corazón grande, sencillo, disponible, abierto a las peticiones de otros?
Al responder a esas preguntas, quizá descubra que llega la hora de cambiar. Me lo pide Dios, que también necesita mujeres y hombres generosos y alegres para llevar su Amor a los hombres. Me lo piden tantas personas que, en las mil encrucijadas de la vida, necesitan encontrar, en la lista de sus "contactos" y "amigos" a alguien, realmente, disponible y bueno.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net


ESPERAS MATERNAS

Una joven muy práctica y estudiosa de métodos rápidos y fáciles para todo, busca a uno de sus maestros y le dice:
- Maestro, ya me siento lo suficientemente madura para ser madre. Estoy planeando embarazarme dentro de poco tiempo.
El maestro le responde:
- ¿Ya aprendiste a lidiar con las esperas?

'Sí ', le dice ella.
- Por supuesto que sé que tendré que pasar por nueve meses de espera, pero me siento bien preparada para enfrentar esa fase.

El maestro la mira con una cariñosa sonrisa y se pone a hablar:
- De todas las esperas, esos nueve meses será la menor de todas. Después del nacimiento de tu hijo deberás saber esperar por la hora precisa para dejar de amamantarlo; por el momento en que él consiga caminar solito sin llamarte cada vez que se cae; por la habilidad de comunicarse con palabras sin que tú tengas que ser su intérprete; por el tiempo que ya consiga hacer pipí (entre otras cosas)
en el lugar adecuado y no en ti o en los demás...

La joven solamente escucha con atención... y el maestro continúa:
- ... tú deberás saber esperar a que él regrese "sano y salvo" de la escuela todos los días, sin angustiarte; llegada la adolescencia, deberás saber esperar que él vuelva rápido para la casa, si no lo hiciera en el horario en que ofreció regresar; después de casado deberás saber esperar que él aparezca los domingos o que llame por teléfono de vez en cuando.
Nacidos tus nietos, es muy probable que tú, a título de "colaboración", debas comenzar todo de nuevo.
¿Y ahora? ¿Estás preparada?
Enrollando los dedos en un rizo sobre su oreja, la joven responde:
- Pensándolo mejor, antes voy a hacer un curso sobre el Arte de Saber Esperar.
Maestro, ¡Ser Mamá es un Arte!


Silvia Schmidt