Es importante no solo recibir, sino
también dar. Además de apartarnos de aquellos que solo nos aportan malestar,
debemos corresponder a los que nos hacen crecer como personas.
Empezaremos diciendo aquello de que
nadie es buena o mala persona. No hay un medidor que cuantifique la bondad o
las malas obras.
Ahora bien, si hay algo que está claro
es que cada uno de nosotros sabemos lo positivo y lo negativo que nos ha traído
determinadas personas, determinadas relaciones.
La gente, en ocasiones, actúa por
intereses propios. Y en el momento en que se prioriza a sí misma por encima de
los demás cayendo en la falta, la ofensa y la decepción, ya podríamos hablar de
personas con una influencia negativa en la vida de los demás.
Son ellos los que nos dan lecciones.
En cambio, todos disponemos de esas otras relaciones positivas, de corazón
humilde y voz sincera que nunca nos harán ningún mal. Son gente que sabe de
reciprocidad, de respeto… Ellos quienes nos ofrecen felicidad.
La gente que ofrece lecciones y deja
cicatrices
Es posible que al leer este enunciado
hayas pensado de inmediato en determinadas personas que han formado parte de tu
pasado. No obstante, también nosotros deberíamos hacer un pequeño acto de
reflexión preguntándonos si hemos hecho daño a alguien.
Hemos de tener claro que no estamos
obligados a llevarnos bien con todo el mundo. Y que, a veces, también podemos
llegar a provocar decepciones en quienes nos rodean.
Si en alguna ocasión nos vemos obligados
a tomar una decisión que sabemos que, de un modo u otro, va a traer
consecuencias a otra persona, es necesario justificar por qué lo hacemos.
Un ejemplo sería tener que dejar una
relación porque somos infelices, porque hemos dejado de amar a la otra persona.
Existen decisiones que deben tomarse
aunque sepamos que van a causar daños. La razón de ello es porque entendemos
que mantener una determinada situación va a causar más sufrimiento que
beneficio.
Lee también solo tú sabes lo que has
superado y las batallas que has librado
Con esto queda claro que todos, en un
momento dado, podemos ser capaces de actuar de una forma que otros valorarán
como negativa. Ahora bien, siempre hay matices, grados y situaciones.
Hay gente que no se limita a actuar de
este modo en un instante puntual de su vida. Hay quien siempre es así, quien
siempre busca satisfacer sus propias necesidades siendo consciente de que hace
daño a los demás.
Este tipo de personalidades que pasan
a lo largo de nuestras vidas, en ocasiones, nos dejan cicatrices. Ahora bien,
es necesario dejarlas ir de nuestro día a día y, en especial, de nuestra mente.
De lo contrario, seremos eternos
prisioneros de sus acciones.
Más que gente “mala”, existe gente que
no sabe establecer relaciones positivas, que carece de una adecuada madurez
personal y emocional. No respetan, carecen de empatía y muchas veces no son
conscientes de sus palabras o actos.
Entiende estas vivencias no como
dramas, ni como fracasos que cambiaron tu vida. Asúmelo como una lección que
debe ayudarte a caminar con mayor seguridad, con mayor aplomo.
La gente sencilla que nos ofrece
felicidad
Hay gente buena que huele a humildad,
que parece tener magia en los bolsillos y que no sabe de egoísmos o dobles
sentidos. Estamos seguros de que cuentas con una o dos personas con estas
características.
Son pocos los peros, sin lugar a
dudas, no necesitas a más, porque te lo dan todo.
El valor de la reciprocidad
Un aspecto que debemos tener en cuenta
es que nadie lo da todo a cambio de nada. Si alguien es bueno contigo, responde
de la misma manera. Se trata de hacer equipo, de equilibrar la balanza donde
todos ganen y nadie pierda.
La reciprocidad es saber reconocer a
la otra persona en su totalidad, comprendiendo que merece respeto, que lo
valoramos como parte de nosotros y que reconocemos todo lo que hace por
nosotros.
Y ello nos lleva a actuar siempre de
la misma manera.
La confianza que no traiciona, que
sabe unir vínculos
La gente buena, la gente que enriquece
nuestra vida ayudándonos día a día a ser mejores personas establece con
nosotros un vínculo muy íntimo y especial.
Nos percibimos como respetados,
entendidos y fuertes por contar con el apoyo de personas que nos quieren.
Quien te quiere no te juzga, no te
sanciona ni te traiciona. Pensará en ti como en él mismo, son personas que
saben de empatía y que disponen de una buena madurez emocional.
En conclusión, si hay algo que debemos
tener claro es que a lo largo de nuestra vida vamos a conocer gente buena y
gente no tan buena. Y de todo hemos de aprender.
Evita cargar pesos ajenos que no
sirven de nada y que limitan tu crecimiento personal. Deja ir lo malo que un
día llamó a tu puerta, asume la lección y emprende nuevos caminos.
Porque el mundo está lleno de buenas
personas, y si por la razón que fuera no encontraras a ninguna, no olvides
nunca ser tú una de ellas. La mejor.