Perderme
en la pradera de tus ojos, eso quiero. Ver amanecer el sol rojizo desde el
horizonte de tus pupilas para entender el mundo de la forma en que tú lo haces,
quizás así llegue a comprender parte al menos de tu locura, esa que tú tienes
tan asumida.
Puede
que no lo sepas, pero es ese toque loco el que te hace tan irresistiblemente
atractiva. Te otorga un punto de misterio, un instante previo a cada uno de tus
actos en el que todos contenemos el aliento y miramos hipnotizados el mover de
tus caderas, el baile de tu melena y el juego de tus manos en el aire; perdidos
en la belleza de cada uno de tus movimientos, olvidando que la vida sigue a
nuestro alrededor mientras tú, ajena a todos, te limitas a reír fuerte por algo
que nadie dijo, por algo que nadie sabe.
Querría
robarte un poco de locura, será que de ella nace la felicidad que me falta; o
será que lo que me falta es poner una loca en mi vida, alguien que no le
importe lo más mínimo todas esas cosas idiotas que a mí me traen de cabeza,
alguien que prefiera bailar cuando llueva, mojándose entera, en vez de correr a
protegerse bajo un paraguas. Alguien que entienda la vida tal y como es: un
viaje largo, arduo, que cada uno ha de elegir la forma de caminarlo.
Por eso
quiero a alguien como tú a mi lado, para que mis días pierdan monotonía y pueda
por fin volver a escuchar mi propia risa, bailando bajo la lluvia en el día más
gris, obviando por completo a todos los que me observen hipnotizados,
preguntándose cuál será el siguiente movimiento, sin entender que, en realidad,
ni yo mismo lo sé.