Cuenta una vieja historia que una
linda doncella llamada Xóchitl, llevó de regalo al rey Tecpancaltzin una jícara
de miel prieta de maguey. El monarca se enamoró de la doncella y, con engaños,
se quedó con ella en su palacio. De aquella unión nació un hijo: Meconetzin, es
decir “Hijo del maguey”.
El niño creció y todos se quedaron
resentidos y recelosos ante su extraño aspecto porque tenía el pelo chino y se
le levantaba en la cabeza en forma de tiara. Además, los toltecas recordaban la
profecía de Huemán, un sabio sacerdote que vivió 300 años y predijo: “La
monarquía tolteca tendrá un fin, y llegará cuando suba al trono un rey de pelo
crespo en forma de tiara y cuando la naturaleza aborte monstruos, como conejos
con cuernos de venado y colibríes con espolones de gallo”.
¡Tenían razón los toltecas para estar
preocupados!
Los años pasaron, el niño se convirtió
en rey y adoptó el nombre de Topiltzin. Comenzó a reinar con cordura y se ganó
el amor de sus vasallos, pero repentinamente se volvió orgulloso, insoportable
y tirano.
Un día, el rey paseaba por sus
jardines cuando sus monteros mataron un extraño animal: un conejo con cuernos
de venado.
La noticia se regó por la ciudad y
todos se asustaron porque recordaron la profecía. Poco tiempo después hubo
lluvias, huracanes, inundaciones, plagas de sapos, sequías, heladas.
El temor aumentaba, la población moría
por tantas desgracias y para colmo los reyes de Xalisco invadieron el
territorio tolteca. En la batalla murieron el viejo Tecpancaltzin y Xóchitl,
quienes combatían en primera fila; Topiltzin, el hijo del maguey no supo morir
con gloria y huyó escondiéndose en una cueva de donde no volvió jamás.
Así se cumplió la profecía y el
imperio tolteca se extinguió.