Cuando tú perdonas no le haces ningún favor a tu agresor, sino que te haces un gran favor a ti mismo, pues el perdón es la mejor receta del mundo para curarte de la amargura.
Cuando estás resentido, cuando no perdonas, significa que te has quedado estancado en el pasado, y eso es muy perjudicial para tu salud.
Cuando no perdonas, atraes a tu vida dolor y sufrimiento y en muchos casos enfermedad física.
Ningún ser inteligente puede tener en sus manos un carbón encendido, teniendo la posibilidad de soltarlo.
Si tú has perdonado de verdad, cuando venga el recuerdo de la ofensa a atormentarte puedes decir:
"Eso ya pasó, ya está completamente perdonado.
Es más, ya lo olvidé, tú no tienes poder sobre mí.
¡Vete, no te necesito!".
Y si siempre le tratas de igual forma, esa energía se irá debilitando cada vez más, hasta que en algún momento desaparecerá completamente.
En el tema del perdón no podemos ser hipócritas o inconscientes, porque internamente sabemos si hemos perdonado o no.
Si quieres vivir sano, comienza por limpiar tu mente.
Comienza por perdonarte a ti mismo por todo lo malo que hayas hecho o creas haber hecho.
Reconoce tus faltas, no le eches la culpa a nadie.
Responsabilízate por lo que hiciste.
Pídele perdón a Dios, y comprométete a no volver a cometer el mismo error otra vez.
Nuestros pecados pueden ser muy grandes, pero la Misericordia de Dios es infinita.