San Luis de Potosí alberga hoy un
lugar de leyenda, el Edificio Ipiña, ubicado en
la avenida Venustiano Carranza. Este lugar, era el recinto en el que
encerraban a todos aquellos acusados de brujería y/o hechicería en los lejanos
años 1700 de la ciudad que para entonces vestía de mantas o cueros.
Una mujer conocida como La Maltos,
pertenecía a la Inquisición, castigando a todos aquellos acusados de herejía o
brujería, pero como o caso contradictorio, ella misma daba lugar a esas prácticas.
Todos le temían dado su alto alcance y
poder, además de las prácticas oscuras, las mismas que la llevaron a asesinar a
dos personas influyentes de aquella sociedad.
El alto inquisidor no se lo pensó y
ordenó su arresto, el que efectuaría la policía de la localidad con gusto y a
la vez con miedo. Dada la orden, el jefe de policías acompañado de un
subalterno dieron caza a la mujer, que poco podía hacer al verse atrapada por
completo.
Sin embargo les pidió un último deseo,
que dejaran que dibujara en su pared una última obra, para el recuerdo, para
dejar huella de su existencia, y luego de esto, con gusto se entregaría sin
oposición alguna.
En busca de facilitar las cosas y
evitar la furia de aquella dama que paseaba de noche entre fuego y caballos endemoniados,
los oficiales aceptaron la propuesto y La Maltos se dispuso a dibujar.
Con su dedo índice, trazó la figura de
una carreta acompañada de dos caballos casi poseídos, con aspecto atormentante
de verdad y luego de pronunciar “Os
invito a que viajéis conmigo por lo ancho y largo de los continentes
conocidos”, la mujer se montó en esta carreta dibujada ante los atónitos ojos
de los policías, se perdió en el horizonte y los policías del lugar.
No quedó más que el silencio, la
soledad y el cuento que en efecto nadie les creyó a aquellos oficiales, pero sí
quienes sospechaban de la dama.