¡Ah! mira, y tendrás que saber como está hecho el mundo. Este mundo que ves no es el mundo verdadero que tus ojos se comen con la mirada. No. Este mundo fue construido desde el pensamiento, no así el universo que esta construido con el más puro ánimo de Dios. Nuestro mundo es un como un edificio enorme, gigante, y te diría que hasta parece eterno, pero no te olvides nunca de esa palabra: "parece", en realidad no lo es.
Estás pasando por cosas muy tristes, amargas, cosas que no pensaste antes pasar, sin embargo, ahora lo pasas y seguramente esta decepción no es la primera, ni tampoco será la última. El mundo que creemos conocer fue construido desde el pensamiento de otras personas que vivieron antes que nosotros, caminaron y se pasearon por estas tierras en otras épocas. Ellas hicieron reglas, normas, leyes, crearon formas de relacionarse a través de creencias religiosas, políticas y pautas sociales, luego vinieron otros y siguieron aportando lo suyo, tal vez cambiando algunas cosas o intensificando otras, pero sobre la base de algo que ya estaba.
Estás triste porque has descubierto una verdad. Una verdad que amarga tus entrañas y no te deja en paz. ¿Sabes por qué?... porque ningún ser humano quiere enfrentarse así como así a la verdad, porque la verdad provoca dolor, desesperación, angustia y vacío. Ver de frente a la verdad es como estar parado al borde de un precipicio, no hay nada allí que pueda contener una caída. El vértigo es inmenso y la sensación de seguridad nos abandona para dar lugar a la mas horrible incertidumbre. Entonces el ser humano construye una pared, un muro que nos separa del borde mismo del precipicio y la firmeza del suelo. Construye un muro entre lo que es y lo que no es. De esa manera, luego hace distintas rutas y caminos que eviten a la verdad, de esa manera puede conducirse por caminos seguros que se basan en sus propias construcciones.
Y cuando uno descubre una verdad debe saber, que antes ha transitado por un mundo de ilusiones, de mentiras y falsedades, lo cual siempre es necesario para reconocer la diferencia. Pero cuando el mundo de mentiras se cae, cuando ya todo parece perdido, surge una luz extraña desde ese lugar al que no queríamos ver. Es la luz de la verdad, y para cuando llegamos a ella, y nos enfrentamos sin armaduras, entonces y recién entonces llega la paz. Una paz que se instala en el corazón, porque uno es capaz de aceptar la verdad y convivir con ella, aprendiendo a manejar mejor su destino, sus tiempos y su relación con los demás. Para cuando aceptamos la verdad, aprendemos a construir mejor los caminos y a cruzar el vacío con los más amplios puentes que nos llevan a una más clara y pacífica realidad. Y a partir de allí, cuando llegamos a donde queríamos llegar, verás que también aparece una diáfana alegría, porque estamos en paz con nosotros mismos, habiendo desterrado la falsedad, recién entonces disfrutaremos de una merecida felicidad.
©Miguel Ángel Arcel
Del libro de "Mixa y Bae"