viernes, 10 de mayo de 2013

UNA REFLEXION PARA NUESTRO TIEMPO



La capacidad de escuchar se desarrolla paulatinamente. Ciertas personas reconocen con mayor facilidad su condición de carencia y necesidad y se abren al punto de vista de otras personas.
Se conciben a sí mismas como personas urgidas de auxilio y complementación. Viven abiertas al diálogo, consideran que el intercambio de opiniones con las personas que tienen otras creencias o convicciones políticas, es enriquecedor.
En cambio, quien vive absolutamente seguro de poseer la verdad, difícilmente acoge los puntos de vista de otra cultura u otro camino religioso. En la perspectiva del Evangelio podemos decir que los cristianos nos movemos dentro de las coordenadas que nos ofrece el Evangelio de Jesús y estamos dispuestos a integrar y acoger los valores o ideas que puedan congeniar con dicho mensaje.
Hay certezas que no se negocian: la dignidad de las personas, el valor de la justicia, la condición de hermanos común a toda persona.
Desde la óptica de nuestra incuestionable dignidad personal podemos dialogar judíos y cristianos, gentes de buena voluntad, agnósticos y no creyentes, en el entendido que no somos moralmente superiores a nadie.