Hace mucho tiempo vivía en una ciudad
Maya llamada Kabah, una vieja y sabia mujer, que trabajaba en el oráculo de la
ciudad. Ella no podía tener hijos, pero siempre rogaba al Dios Chic Chan le
diera uno. Un día, se le apareció el Dios Chic Chan y le dijo que fuera todos
los días al cenote y revisara los huevos de tortuga, hasta que encontrara uno
verdaderamente grande. Así lo hizo la anciana y al poco tiempo encontró un
huevo muy grande y se lo llevó a su casa. Allí lo mimaba y le hablaba. Sin
esperarlo, unos meses después el cascarón se rompió y salió un enanito de color
verde, muy feíto, con el pelo rojo. Su madre lo adoraba, lo llamó Saiyawincoob,
lo crió y educó. La anciana nunca lo dejaba solo, pues temía que se burlaran de
él por ser feo, excepto cuando iba por agua al cenote.
Un día el enanito decidió fabricar una
jícara más grande para que su madre tardara más de lo normal en regresar. De
esa manera él pudo curiosear por los alrededores. Encontró un tunkul, que era
una especie de tambor y una sonaja muy peculiar. Comenzó a tocar estos
instrumentos y su sonido reverberó y pudo ser escuchado en todas las ciudades
del Mayab. El rey de Uxmal, el Halach-Uinic escuchó también el sonido y tuvo
miedo, pues recordó la profecía de que aquél que tocara esos instrumentos y su
sonido reverberara en todas las ciudades, se convertiría en el nuevo rey. Para
recordar la profecía, el Halach-Uinic había mandado construir una avenida desde
Uxmal hasta Kabah. Cuando escuchó el tambor, el rey ordenó que buscaran a aquél
que había tocado los instrumentos. Cuando descubrió que se trataba del enanito
verde de Uxmal, lo retó a un duelo con el propósito de eliminarlo.
Primero el monarca le mostró al
visitante un enorme árbol saturado de ricos frutos. Luego le pidió que le
dijera el número de ellos. —Diez veces cien mil y dos veces sesenta y tres. Si
no me crees, manda contarlos —contestó el sagaz enano. No hubo más remedio que
aceptar la veracidad de la respuesta del muchacho, si bien el rey no se dio por
satisfecho.
Después lo puso a prueba diciéndole
que le llevara un guajolote macho que pusiera huevos. Al día siguiente,
Saiyawincoob llegó ante el rey acompañado por un hombre con apariencia de estar
embarazado, el Halach-Uinic se río y dijo que cómo pensaba que un hombre fuera
a estar embarazado. Entonces Saiya le replicó que entonces por qué le había
pedido lo mismo pero con un guajolote. Así los jueces lo dieron por ganador de
la prueba.
La última prueba: a Saiya se le
colocaría un cocoyol (una especie de nuez muy dura) sobre la cabeza y ésta
sería quebrada con una punta de lanza, que sería golpeada con una piedra. El
enanito aceptó, pero pidió que si sobrevivía a la prueba, el Rey también
tendría que pasar por la misma. Para esto la madre de Saiya le fabricó un plato
especial para protegerlo del fatal golpe, de esa manera salió triunfante. El
rey tuvo que someterse al golpe, pensó que el también sobreviviría, pero el
golpe fracturó su cabeza y murió en medio de agonizantes dolores. El enanito
adivino fue proclamado rey y su primera resolución fue construir el templo
llamado “La casa del gobernador”, una casa para su madre que llamó “La casa de
la anciana madre” y un edificio para el mismo “El templo del adivino”.