lunes, 11 de febrero de 2013

LAS CUATRO BARRAS



Batallas que con sangre han sido ganadas,


Con sangre han de ser marcadas.

Leyenda de Cataluña

Cuenta la historia que en ciertos períodos de la edad media eran muy comunes las guerras entre pueblos vecinos y frecuentes las invasiones de los sarracenos procedentes del sur como de los bárbaros que procedían del norte.

De esta suerte se produjo una terrible guerra que entablaron los normandos contra los francos, siendo la causa de la misma que los primeros invadieron las tierras de estos últimos con tal furia que, Charles el Calb, rey de los francos, no fue capaz de contener semejante acometida, viéndose en la necesidad de pedir ayuda a los catalanes. El conde de Barcelona salió de inmediato al frente de un poderoso ejército, dirigiéndose hacia el campo de batalla. Una vez en el lugar donde se estaba librando la feroz contienda, el ejército catalán se lanzó a la lucha con tal coraje que su espíritu contagió a los francos, infundiéndoles nuevo valor cuando ya, prácticamente, estaban abatidos por el enemigo. En poco tiempo la fusión de las fuerzas de Charles el Calb y el conde de Barcelona consiguieron que las tropas normandas retrocedieran en sus posiciones, obligándolas a iniciar una precipitada huida y persiguiéndoles con saña hasta conseguir su total exterminio.

Durante la lucha, no obstante, resultó herido de gravedad el conde Wilfredo de Barcelona, siendo conducido a la tienda del rey franco. Tan pronto como la batalla hubo concluido favorablemente para la alianza franco-catalana, charles fue a visitar al noble catalán quien, además de su aliado circunstancial, era también su sobrino. Hizo todo lo posible por consolarle y reconfortarle de su herida con una narración amplia y extensa de la batalla victoriosa que conjuntamente había librado, al tiempo que le hacía patente su estimación y agradecimiento. El conde Wilfredo, consciente de que se acercaba la hora de su muerte, pidió al rey charles que hiciese todo cuanto le fuera posible por Cataluña y que procurase dotarla de una bandera, ya que si algo le preocupaba seriamente antes de morir era el hecho de no haber podido conquistar laureles y gloria para poder señalar en el marco de oro de su escudo, que estaba completamente liso.

El rey franco, profundamente conmovido y con las lágrimas asomando a sus ojos turbios por la emoción del trágico momento le dijo:

- no seas injusto contigo, sobrino mío, ya que no hace muchos instantes has conseguido bravamente y en buena lid esa gloria y laureles que dices no haber logrado nunca... Tan bravo caballero como tu no podía demostrar otra cosa que valor y lo has hecho con generosidad y largueza. Tuyos son la honra, la gloria, el triunfo y los laureles. La sangre que mana abundantemente de tu herida es la sangre del valiente guerrero, del hombre arrojado, del noble de instintos no menos nobles...

Y diciendo esto, Charles el Calb, rey de los francos, puso cuatro dedos de su mano derecha en la herida que sangraba con tanta generosidad como valor había demostrado el el conde catalán y así, impregnados en el rojizo y líquido elemento, los deslizó por encima del escudo de Wilfredo el velloso.

Desde aquel mismo instante quedaron establecidos el escudo y la bandera de Cataluña: cuatro barras rojas verticales sobre un fondo de oro. Se había convertido en valerosa lid gracias a la heroicidad y la sangre derramada por el primero de los condes-reyes catalanes.