Hoy voy a
llegar a ti con toquecitos cortos, con pensamientos breves, ¡con chispitas de
luz!
No quites lo
fundamental de tu semilla: el cascarón sólo la recubre.
No quites la
oración de tu vida: el bullicio sólo la confunde.
No quites el amor
de tus actos: la aridez sólo los seca y los deshace.
No quites el
corazón del mundo: el vacío lo enfría.
No quites las
columnas de tu edificio, porque el viento se lo lleva.
No quites las
rosas de tu siembra, porque el abono no se amarga.
No quites tu
pie del pedal, porque te faltarían fuerzas para arrancar.
No quites la
mirada de tu montaña, porque te faltarían alas para el vuelo.
No quites el
caudal de tu corriente, porque te quedarías apantanado en la mediocridad.
No quites el
color a tu pincel, porque se convertiría en una caña hueca.
No llores
sobres tus escombros, porque te faltaría experiencia para empezar de nuevo.
No te
encumbres demasiado, porque de ahí nacen las peores caídas.
No te coloques
detrás del sol, porque te faltaría luz en los ojos.
No te rías
detrás de la hipocresía, porque te faltaría verdad en el corazón.
No te rindas
al brillo del dinero, porque te convertirías en metal.
No te midas
por lo que hiciste, sino por lo que llevó dentro tu proceder.
No obres por
mandato, porque te convertirías en esclavo.
No juzgues por
apariencias, porque te convertirías en un frívolo.
No vivas de
promesas, porque te convertirías en un soñador.
No te
concentres demasiado en ilusiones, porque la vida se maneja entre realidades.
No te asustes
de ti mismo: ten el valor de verte “como eres”.
No retrases ni
aplaces tus proyectos, porque otros se te adelantarán y los sacarán a la luz.
No te sientes
a ver pasar la vida, porque luego no sabrás como vivirla.
No digas que
tu vida es la menos apetecible, sino la que nunca has puesto a funcionar.
No des a nadie
por perdido: si no sabe trabajar sobre sí mismo, deja que Dios trabaje sobre
él.
No reluzcas
tanto tu éxito, mejor sería lucir un huequito en el corazón por donde todos
divisen el amor.
No escatimes
el perdón: es imposible caminar con tantas heriditas abiertas.
Nunca te
inquietes demasiado pensando que no puedes: eres débil hasta que la vida te
deja ver tu fortaleza.
No centres tu
vida en la importancia que tienes, sino en lo importante que son los otros para
ti.
No hagas de tu
sueño algo perdido: nunca sabrás lo que vale hasta que lo veas dando frutos en
la realidad.
No busques
libros ni asignaturas para conocer la vida: ¡hay que graduarse sin diplomas!
No sepultes
para siempre la vocación con la que naciste, porque dentro vivirá una raíz
reclamándote toda la vida.
No pienses que
Dios tensa tus cuerdas para hacerte sufrir, sino para que des el tono y afines
los sentimientos.
Nunca te
sientas solo: siempre hay una soledad esperando por la tuya para que las dos se
acompañen.
No te creas un
hombre de suerte, porque a veces cobra mucho por lo que te da.
No creas que
tu cruz es la más pesada: hay otras más difíciles de cargar.
No hables de
Dios y su justicia, porque siempre quedarás en deuda.
No pierdas el
timón, porque perderías el rumbo.
No pierdas el
motivo, porque perderías el impulso.
No pierdas la
emoción de vivir, porque perderías la llama que calienta el corazón e ilumina
la vida.
No pierdas la
fe, ¡porque te derrumbarías!
© Zenaida Bacardí de Argamasilla
Libro: "Con las Alas Abiertas"