En ocasiones nosotros mismos somos la
persona más tóxica, y es que adoptar el rol de víctima es mucho más cómodo que
luchar por cambiar lo que no nos gusta.
Continuamente hablamos de las personas
tóxicas, de cómo identificarlas y cómo poder neutralizarlas.
Pero… ¿Por qué siempre pensamos que
los tóxicos son los demás? ¿Y si la persona tóxica fueras tú?
Probablemente, nunca hemos pensado en
esto porque, como dice un conocido refrán, “es más fácil ver la paja en el ojo
ajeno que la viga en el propio”.
Si lo piensas, seguramente alguna vez
has manipulado a alguien para lograr un beneficio o has hecho partícipes a los
demás de tus emociones negativas.
¿Nunca te has quejado continuamente? A
veces, nosotros también nos equivocamos.
Poner la responsabilidad en otros es
muy cómodo
Sin duda, poner la responsabilidad en
manos de los demás es mucho más cómodo que enfrentarnos a nosotros mismos.
Cuando hacemos un examen de conciencia
y lo que vemos no nos gusta, empezamos a poner excusas para no enfrentar toda
la responsabilidad que tenemos.
Lo mejor sería aceptar esas partes de nosotros
que no nos agradan, pero preferimos escapar de ellas y negarlas.
¿Por qué siempre queremos ser los
buenos? Parece que los malos siempre son los demás y nosotros las víctimas de
todo y de todos. Esto, de por sí, nos convierte en una persona tóxica.
¿Te acuerdas ahora de lo tóxicas que
eran las personas víctimas?
Ser conscientes de que hemos cometido
errores y de que no somos tan perfectos como nos gustaría implica esforzarse
por cambiar eso y mejorar. Pero, siendo sinceros, esto nos da pereza.
Es mejor la otra opción, la de
víctima, la de quejica, la de persona tóxica. Es mucho más sencillo dejarse
llevar por lo negativo que luchar por lo positivo.
Puede que la vida no esté siendo justa
contigo y que, verdaderamente, tú no seas una persona tóxica. Sin embargo, sin
darte cuenta, te estás convirtiendo en una cuando no tomas cartas en el asunto
y te rindes a quien es tu verdugo.
Tú estás permitiendo lo que sucede y,
por lo tanto, eres cómplice.
Si ante una situación que no te
agrada, en vez de enfrentarte a ella, te dejas arrastrar, estás permitiendo que
las circunstancias te superen, mientras tú adoptas el tranquilo rol de víctima.
Aunque no quieras verlo, tú también
eres responsable de la situación que estás viviendo.
Relaciones tóxicas y auto toxicidad
En toda relación ambos miembros son
culpables si esta se vuelve tóxica y no se soluciona.
Por ejemplo, una relación de pareja se
torna tóxica cuando una de las partes da continuas muestras de fidelidad para
que la otra no se muestre celosa sin motivos.
Igualmente, en una relación de amistad
podemos favorecer la auto toxicidad cuando le prestamos una excesiva atención a
un amigo que se hace la víctima sin hacer nada para que este salga de su estado.
En vez de eso, nos compadecemos de él.
Todas estas situaciones tienen unos
componentes comunes: nos adaptamos a una situación, cedemos y nos mostramos
sumisos ante alguien que puede ser agresivo o dominante. Estamos cayendo en su
juego.
Sin embargo, no siempre nos
convertimos en una persona tóxica con respecto a los demás, sino también con
nosotros mismos. Es la llamada auto toxicidad.
Esta surge, por ejemplo, cuando nos
entregamos o estamos pendientes de los demás, olvidándonos de nosotros mismos.
A pesar de esto, hay muchas más
situaciones en las que nos convertimos en una persona tóxica con nosotros
mismos:
No nos atrevemos a pedir lo que
deseamos.
Nos quedamos al lado de esa persona
que nos está haciendo daño.
Somos demasiado exigentes con nosotros
mismos.
Tenemos una actitud pesimista ante la
vida.
Dejamos que los demás determinen el
valor que tenemos.
Reprimimos continuamente nuestras
emociones.
Es verdad que, a veces, no podemos
evitar comportarnos de forma tóxica, pero sí es cierto que en muchas ocasiones
permitimos comportamientos en los demás y en nosotros mismos que pensamos que
son “lo mejor” cuando, en realidad, nos convierten en una persona tóxica.
Mira dentro de ti con humildad y
reconoce que no todo lo que puedas encontrar te va a gustar. Analiza y
reflexiona sobre cómo puedes mejorar.
Una persona tóxica se siente triste,
no avanza ni retrocede, sufre de ansiedad, tiene más presentes las emociones
negativas que las positivas… En definitiva, no es feliz.
¿Quieres ser una persona tóxica o una
persona feliz?