Existe una necesidad básica en lo
profundo de nuestro ser para la reconciliación en vez del resentimiento.
El escritor norteamericano Ernest
Hemingway escribió la historia de un padre Español que por fin decidió
reconciliarse con su hijo; éste se había ido de su casa a la ciudad de Madrid.
Como no sabía dónde encontrarlo su padre publicó un anuncio en el periódico El
liberal. El anuncio leía lo siguiente: Paco, encontrémonos en el hotel Montana
a las 12 del mediodía el próximo martes. Todo ha sido perdonado y olvidado.
Firmado, Papá.
Si usted no está muy bien
familiarizado con la cultura española. En España Paco es un nombre muy común, y
al próximo martes cuando el padre fue al hotel Montana a buscar a su hijo se
encontró a 800 jóvenes que se llamaban Paco y cada uno estaba esperando a su
padre.
Hay algo en nosotros que anhela
reconciliarse con aquellos que nos han ofendido. Dios no nos diseñados para la
amargura. Debemos recordar que el perdón es esencial para los que ofenden.
Un fin de semana de Octubre de 1982,
Kevin Tunnell, un joven de 17 años, estuvo involucrado en un accidente de tránsito.
Tomó una decisión bastante estúpida. Decidió conducir y tomar al mismo tiempo.
Chocó con otro auto matando al conductor; una jovencita de 18 años.
Kevin fue condenado por homicidio
involuntario y por conducir bajo el estado de ebriedad. Pagó su sentencia en
prisión. Inclusive, cuando salió de la cárcel, invirtió siete años haciendo
campaña en contra de los conductores embriagados. Kevin estaba completamente
arrepentido por la decisión tonta que había tomado.
La familia de la muchacha lo demandó
por 1.5 millones de dólares, pero se conformaron con $936 dólares y que pagara
un dólar a la vez, cada viernes por los próximos 18 años. El dinero no era el
caso. La familia quería que fuera un recordatorio semanal para Kevin del día en
que murió su hija.
En cuatro ocasiones los padres de la
muchacha llevaron a Kevin a corte porque no pagaba ese dólar—y no es que Kevin
no quería pagarles. Era ese maldito recordatorio semanal de la muerte de la
muchacha lo que lo atormenta. Kevin les ofreció una caja con 936 cheques de un
dólar, para que los cambiaran cada semana. Pero los padres se negaron. No era
el dinero lo que los padres querían, lo que ellos querían era que Kevin sintiera
excesiva tristeza. De hecho, Kevin pasó 30 días en la cárcel por no pagar ese
dólar un viernes.
Ahora bien, ninguno de nosotros
cuestionaría el coraje y la rabia de los padres por haber perdido a su hija.
Pero la pregunta que nos debemos plantear es la siguiente: ¿Qué tanto es
suficiente? ¿Serán suficientes 936 pagos de un dólar? ¿Cuándo el último pago
llegue, les traerá paz a los padres? Lo dudo. Lo dudo porque el perdón no
solamente es esencial para los que ofenden sino también para los ofendidos.
Cuando no queremos perdonar
envenenamos nuestro corazón y nuestra mente con la amargura. La amargura y el
resentimiento son dañinos para la salud. Es la contaminación del alma lo que
amargará su vida. Y si puede, lo deformará, y lo peor, lo destruirá, pero en
ambos casos lo dejará inmóvil.
Es la amargura de nuestro orgullo lo
que nos impide perdonar a los demás. Pensamos que ya basta con que nos traten
de esa manera. El orgullo promueve un espíritu vengativo. El orgullo dice,
“Nunca te perdonaré lo que me hiciste”.
Si quiere ser libre y hacer libre a
aquellas personas que lo han ofendido de una vez por todas. Recuerde que
perdonar no es una opción, es esencial. Debemos estar dispuestos a seguir
perdonando todas las injusticias.
Efesios 4:32
Sed más bien amables unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en
Cristo.
Más de la Vida con Jorge Cota
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