La Reina Roja es el poético nombre que
se le dio a una osamenta hallada en el Templo XIII de las ruinas de Palenque,
ciudad maya del estado de Chiapas. Estas ruinas arqueológicas abarcan una superficie de 2.5 kilómetros
cuadrados, de los cuales se ha explorado solamente cerca del 10%. La ciudad
maya de Palenque es considerada como Patrimonio de la Humanidad desde el año de
1987. A la llegada de los colonizadores españoles, la zona de Palenque se
conocía entre los choles con el nombre de Otolum, Tierra de Casas Fuertes, por
lo cual Pedro Lorenzo de la Nada, fraile dominico conquistador ideológico, le
nombró “palenque”, término que en lengua catalana, palenc, significa
“fortificación”. Palenque es considerada como una de las ciudades más
importantes del Período Formativo maya (de 2,500 a.C. a 300 d.C.) período en
que fuera fundada Lakam Ha hacia el año 100 a.C. como una aldea de
agricultores. La ciudad creció durante el Período Clásico Temprano (200-600)
hasta llegar a ser la capital de la región de B’akaal, “hueso”, en el Período
Clásico Tardío, la cual alcanzó su máximo esplendor entre los años 615 y 783
d.C. en que se construyeron grandes centros ceremoniales, mausoleos, palacios,
acueductos, y demás edificios que delatan su importancia y poderío.
Las investigaciones antropológicas más
fidedignas indican que la osamenta encontrada en Palenque pertenecía a una
mujer que en vida llevó el nombre de Tz’akbu Ajaw, o Ahpo-Hel su otro nombre.
Fue esposa de K’inich Janaab’ Pakal II, El Grande, ahau, gobernador, del ajawlel,
señorío maya, del mencionado B’aakal asentado en Lakam Ha, el Lugar de las
Grandes Aguas. Pakal II nació el 23 de marzo de 603, en los inicios del Período
Clásico, y murió el 28 de agosto de 683, o sea que tuvo una larga vida. El
padre de Pakal fue K’an Mo’Hix, y a su madre se la conoció con el nombre de Sak
K’uk. Pakal subió al trono a la temprana edad de doce años el 9.9.2.4.8.5 lamat
mol, o séase el 26 de julio de 615. Su gobierno fue próspero, pues dio impulso
a la construcción arquitectónica de Palenque, y se preocupó por llevar los
registros jeroglíficos de su mandato. Pakal contrajo matrimonio con la Reina
Roja el 19 de marzo de 626 cuando contaba con 23 años.
Tz’akbu Ajaw, Señora de la Sucesión,
fue la hija de Yax Itzam Aatmi, tuun ajaw, “gobernante de la piedra preciosa”,
de Ux Te’ K’uh; por cierto gobernante de mediana importancia. La Reina Roja
nació alrededor de 610 en Ox Te’Kuh, en las llanuras del estado de Tabasco, y
murió el 16 de noviembre de 672. La real pareja tuvo tres hijos: K’inich Kan
Balam II, Serpiente Jaguar Radiante, nacido en el año de 635; K’an Joy Chitam
II, Gran Pecarí Precioso dado a luz en 644; y Tiwwol Chan Mat cuyo nacimiento
se situa en 648. El primer hijo fue un ahau del Señorío de B’aakal, situado en
Lakam Ha’, a quien se debe la construcción los grandes edificios públicos de
Palenque. El segundo hijo fue también gobernante de B’aakal, y a él se debe la
talla del tablero en el Palacio de Palenque que representa el momento en que
subió al trono y recibió la diadema real de manos de su padre Pakal El Grande,
mientras que la Reina Roja le hace entrega de las insignias de guerra del
pedernal y el escudo.
La Reina Roja no fue una mujer muy
alta, media tan solo un metro cincuenta y ocho centímetros, que tal vez para la
época era un promedio alto; lucía el
cráneo deformado a la manera tubular oblicua, como era costumbre llevar entre
las mujeres de la nobleza maya. Cuando niña de cuna había sufrido el proceso del
vendaje con tablillas amarradas a la cabeza para lograr la deformación
craneana, la cual se consideraba como el súmmum de belleza tanto masculina como
femenina. La hermosa Reina Roja con el paso de los años, que no perdonan a
nadie, sufrió de osteoporosis, y posiblemente le dolían las piernas cuando
caminaba por su lujoso palacio o cuando asistía a las ceremonias religiosas.
Además, Tz’akbu Ajaw padecía una terrible artritis degenerativa que le impedía
utilizar el telar de cintura y fabricar sus bellos collares de jadeíta y
turquesa. Sus dientas careados la deben
haber hecho sufrir mucho, a pesar de haberse sometido a varias curas en manos
de los doctores de la corte.
Afectada por tantas enfermedades para
las cuales no había cura posible, la Reina Roja encontró la muerte en el año
672, como queda dicho, y su esposo Pakal II decidió enterrarla dentro de un
sarcófago. Así pues, el enamorado esposo mandó construir el Templo de las
Inscripciones para gloria del ahau, para que descansara la Reina, y para
posteriormente acogerlo a él también. Para llegar a la cámara mortuoria donde
reposarían ambos cuerpos, se hacía necesario descender una escalera interior,
pues la cámara se encontraba a 1.50 metros bajo tierra. En esta cámara se
encontró, cientos de años después, la maravillosa osamenta de la Reina Roja la
cual descansaba en una de las recámaras de una subestructura que constaba de
una puerta y un pasillo, dentro de un sarcófago monolítico. Dicho sarcófago
medía 2.40 centímetros de largo por 1.18 de ancho y estaba colocado en un
recinto abovedado. Sobre la lápida del sarcófago se encontraba un incensario y
un malacate de hueso; en su lado poniente quedaron los restos de un niño de
aproximadamente ocho años, y en el lado este los de una mujer de treinta años
no muy alta que murió al quitársele el corazón a manos de los sacerdotes. Se
trataba de “acompañantes” sacrificados a la Reina Roja para que le hiciesen
compañía en su viaje al más allá. Los huesos de Tz’akbu Ajaw estaban pintados
con cinabrio, un mineral de mercurio y azufre que da una coloración roja, color
que dio pie a su inmortal nombre, aunque ella nunca lo supiera. La cámara en la
cual fue hallada, contaba con un psicoducto: una perforación que le permitió a
la Reina Roja comunicarse con Xibalbá; es decir, el Inframundo de los mayas, y descender
las escaleras que desembocan en un río sagrado.
La Reina Roja llevaba una máscara
mortuoria hecha con cien piezas de malaquita (procedentes de las costas de
Guerrero), la hermosa piedra semipreciosa de color verde, y dos conchas a
manera de orejeras; dos láminas de obsidiana hacían las veces de pupilas y
cuatro de jadeíta fungían como iris. Una máscara más pequeña de jade adornaba
una especie de cinturón; la reina portaba pulseras, cuentas circulares y un
collar. Como corona ostentaba una diadema, símbolo de la nobleza maya.
Actualmente, la Reina Roja se
encuentra resguardada en una bodega de la zona de Palenque donde espera su
liberación.
Sonia Iglesias y Cabrera