Los pensamientos rumiantes son
aquellos a los que damos vueltas sin parar pero a los que no buscamos una
solución. Si no optamos por eliminarlos, sabotearán nuestro bienestar.
Los pensamientos rumiantes son
aquellos responsables de llevarnos hasta la extrema preocupación que desemboca
en ansiedad. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Algunas personas suelen darle muchas
más vueltas a lo que les ocurre. Piensan en lo que han dicho, en lo que ha
pasado, en lo bueno o no que ha sido…
No obstante, estos pensamientos
rumiantes no solo se centran en el pasado, sino también en el futuro. Un futuro
desconocido donde las suposiciones, las dudas y las creencias negativas hacen
acto de presencia.
Pensamientos rumiantes y equívocas
interpretaciones
Si hay algo que tienen los
pensamientos rumiantes es que nos hacen llegar a conclusiones bastante
desacertadas.
Pues, aquello a lo que le estamos
dando vueltas está gravemente influenciado por miedos, carencias, necesidades y
otra serie de pobrezas que residen en nosotros mismos.
Si necesitamos de los demás para ser
felices, para sentirnos capaces y válidos, entonces estos pensamientos
rumiantes se harán eco en nuestra cabeza.
Siempre nos centramos en el otro, en
lo que pensará, en si le está gustando cómo somos o nos comportamos. Pero,
¿dónde quedamos nosotros? ¿Dónde reside nuestra propia opinión?
La baja autoestima deriva en una
inseguridad que nos afecta a todos los niveles de nuestra vida. Esta ocasiona
conflictos, sentimientos de culpabilidad e ideas equívocas que nos hacen dudar
de todo y de todos.
Esta situación provoca algo que no
queremos: el rechazo de los demás. Y es que nos enfocamos tanto en el resto de
personas que cualquier cosa mínima que ocurra la sentiremos como una decepción,
una mentira, una deslealtad.
No obstante, somos nosotros quienes
nos decepcionamos a nosotros mismos.
Los pensamientos rumiantes son como el
pez que se muerde la cola. Parece que no hay un final, que no hay una salida
posible.
De hecho, las personas que padecen de
este tipo de pensamientos carecen de una habilidad esencial: la valentía de
tomar decisiones.
El hecho de no decir lo que piensan o
de no hacer lo que quieren porque saben que eso tendrá diversas consecuencias
provoca que se refugien en esos pensamientos que las consumen por dentro.
Poco a poco, la ansiedad se irá
haciendo eco, les sorprenderá en cada esquina e irá adquiriendo cada vez más
control.
Si no se detiene a tiempo, si uno
mismo no comprende que hay un problema que solucionar, la bola se irá haciendo
más grande y puede hasta derivar en una profunda depresión.
Las personas que sufren de
pensamientos rumiantes se auto sabotean de forma constante, lastiman su
autoestima, no se creen lo suficientemente buenas…
Están tan desconectadas de ellas
mismas que necesitan de los demás para sentirse “en conexión”. Sin embargo,
esto jamás es una solución, sino un agravante de un problema al que no quieren
mirar a los ojos.
Hora de decir “adiós” a las obsesiones
Los pensamientos rumiantes no son más
que obsesiones por un tema o una situación que provocará que hagamos cosas de
las que después nos arrepentiremos.
Por ejemplo, si tenemos dudas y en
nuestra mente hay varios pensamientos que nos instan a pensar que nuestra
pareja nos es infiel, la ansiedad se apoderará de nosotros.
Así, empezaremos a controlar la hora
en la que se conecta en las redes sociales, cuánto se acuerda de nosotros, etc.
Todo lo que “descubramos” alimentará
esas creencias que tenemos y que se han vuelto tan obsesivas que nos llevan a
hacer cosas que no forman parte de nuestros valores.
Por eso, es importante no retorcernos
en esa marea de pensamientos, muchos de los cuales no tienen razón de ser y nace
fruto de una inseguridad nuestra.
Debemos aprender a verlos sin
juzgarlos, sin intentar indagar en el motivo; simplemente verlos y dejar que se
vayan.
Cuando retenemos esos pensamientos es
cuando empezamos a rumiarlos y se tornan obsesiones.
Un pensamiento puede generarte una
sensación muy negativa en el cuerpo, pero abrazarte a ella, intentar razonarla
y no soltarla puede ser la peor de las decisiones.
Si un pensamiento te aborda y no te
deja en paz, toma una decisión. Lo que está en tu mente te está queriendo decir
algo, así que actúa.
El pensamiento rumiante es fruto de
una acumulación, aguante y silencio de aquello que tanto te molesta o de lo que
dudas, pero ante lo que no haces nada.
Guardarlo para ti y aferrarte a él
solo te hará sentir mal. Cuando el cuerpo grita es el momento de atreverse a
cambiar.