Lo sé,
no soy fácil. La mitad de las veces ni yo mismo me entiendo y me enfado con el
mundo por no comprenderme. Soy como soy, salí así de fábrica y por más que lo
he buscado no tengo remedio.
Soy un
lío peor que unos auriculares enredados, con todo lo que ello conlleva. No sé
tú, pero pocas veces me frustro tanto como cuando me peleo con uno de esos
nudos imposibles.
No lo
sabes, pero tengo mi propio idioma en el que la mitad de las veces “sí” es “no”
y “nada” es “mucho”. Solo que prefiero callarlo y llevarlo por dentro, para qué
molestar al mundo cuando ni yo mismo entiendo de dónde salen tantos problemas,
tantas dudas e inseguridades como para llenar todo un restaurante y brindar con
ellas por lo absurdo de todo.
Por
eso, porque incluso yo me doy cuenta de lo difícil que puedo llegar a ser, no
te pido que me entiendas. Solo quiero que comprendas que soy así, lo que ves,
con todo lo bueno y lo malo, y que no quiero cambiar. Ni por ti ni por nadie.
Acéptame
o no lo hagas, para mí es indiferente. De una forma podré disfrutar contigo, de
la otra me congratularé de haber alejado de mí a alguien que no habría de
merecer ni mi tiempo ni mis esfuerzos.
No pido
que entiendas, solo que aceptes o te alejes.