Esto es algo que puede resultar
difícil de escuchar: los celos no tienen nada que ver con los demás, siempre se
trata acerca de TI.
TU sensación de ser ignorado,
despreciado, no tomado en cuenta y no amado, y subyacente a todo esto, tu
frustrado deseo de controlar a los demás – lo que hacen, lo que quieren, cómo
son atendidos por los demás, quién los ama – y en última instancia, tu deseo de
controlar al universo.
Suena fuerte, lo se….
Admítelo: Alguien más está recibiendo
toda la atención, el amor, las recompensas, el éxito, la gloria, y a ti te han
dejado afuera, en el frío, aislado, olvidado… todo un fracaso. Los celos ven al
otro como una especie de ‘rival’, un ‘enemigo’, una ‘amenaza’ para tu camino.
Ellos ven la vida como una gran
competencia y a la alegría como un bien sumamente escaso. Y una vez que tomas
este camino, observas un millón de rivales, un millón de obstáculos para
alcanzar tu alegría…
¡Los celos hacen que tu paz dependa de
algo o alguien más! Te dicen: ‘No puedo estar en paz mientras ellos…’.
Les otorgas a los demás poder sobre
ti, y después te molestas porque toman ese poder – ¡que, por cierto, nunca lo
hacen! Tú se los asignas a través de tu atención.
Los celos pueden golpearnos muy
fácilmente cuando nos sentimos inseguros o dudosos acerca de nuestro propio
camino. Con el fin de evitar nuestro propio dolor, y de evitar ser honestos
acerca de nuestras propias inseguridades, desviamos la atención de nosotros
mismos hacia los demás y comenzamos a compararnos, a contrastarnos y a luchar
mentalmente. Empezamos a querer lo que aparentemente tienen ellos.
¿Dónde y cuándo puede comenzar la
sanación de los celos? En el único lugar y tiempo que hay. Aquí y Ahora.
Comienza por volver hacia tu único
punto de poder: este momento presente. Reconoce tu experiencia, profundamente.
Siente cómo te consumen los celos, su ardor, su dolor, sus punzadas en la
garganta, en el pecho, en tu estómago. Siente el poder que está presente, la
fuerza volcánica de la vida misma, el poder que crea universos. Haz a un lado
la palabra/etiqueta/concepto ‘celos’ y siente directamente la cruda sensación,
sin juicios y sin tratar de convertirla en algo ‘mejor’. Siente la vida.
Contáctate con tu propia
incertidumbre, con tu inseguridad, con tu duda, con tus sentimientos de
impotencia. Siente a ese viejo amigo – la apremiante necesidad de controlar el
mundo desde donde estás.
¡No le des la espalda! – cuando te
alejas de tu inmediata experiencia encarnada, comienza la separación y, por lo
tanto, el miedo. Tómate un descanso. Comienza a iluminar los puntos heridos y
olvidados en ti a través de tu presencia consciente. Imbuye de gentileza y
amabilidad a esos niños perdidos que hay en ti mismo, esos niños que habían
sido ignorados y que tanto habían anhelado sentirse amados y comprendidos, esos
niños que siempre se habían sentido ‘alejados’ de la vida y de la diversión.
Aquellos que destruirían el universo con tal de llamar tu atención. Siente la
inocencia allí…
Tal vez, desde un lugar de profunda
aceptación de ti mismo, tal y como eres, empezarás a sentir compasión por todo
aquel a quien llamaste tu ‘rival’. Tal vez hasta serás capaz de celebrar su felicidad
y sus logros. Pasarás a formar parte de su abundancia en lugar de convertirte
en su juez y jurado. Serás capaz de aprender de tu ex-enemigo, o por lo menos
usarlo como fuente de inspiración. O podrías olvidarte de todos, hacer a un
lado el intento de conocer su experiencia, ¡y simplemente recorrer tu propio
camino! Te darás cuenta que hay espacio suficiente en este universo para que
cada quién recorra su propio camino, para que cada quien encuentre su propia
felicidad, para que cada quién baile su propia danza. Incluyéndote a ti.
La alegría nunca viene del intento de
recorrer el camino ajeno, ni tampoco de evitar que alguien más recorra el suyo
propio. ¡Por supuesto que tampoco proviene de intentar tomar la felicidad de
alguien más! Los celos, cuando se resisten y cuando se actúa ciegamente sobre
ellos, terminan lastimándote a ti y a los que te rodean, y crean aún más
conflicto y división. Sin embargo, una vez reconocidos, entendidos, aceptados,
e incluso amados, pueden servir para abrir aún más tu corazón, llevándote hacia
un punto de gran humildad, libre de la horrorosa necesidad de controlar todo y
a todos los que te rodean.
Deja que los celos te sirvan como otra
ingeniosa invitación a tu Presencia. Permite que te rompan el corazón de par en
par, aquí y ahora. Aprende de ellos cómo ser humilde y a ir más despacio. Deja
que te recuerden jamás volver a descuidarte. Reconoce que nunca eres víctima,
excepto bajo tu propia percepción.
JEFF FOSTER