En muchas ocasiones el alma libre
surge después de haber pasado mucho tiempo cautiva y dependiente de las
opiniones y los gustos de los demás.
Ser un alma libre, más allá de su
vertiente más espiritual, responde a un tipo de personalidad que ha alcanzado
un adecuado nivel de madurez y de competencias psicológicas basadas en la
autonomía y la seguridad.
No es nada fácil alcanzar esta cima de
nuestro crecimiento personal.
Y es que se trata de una dimensión
que, en realidad, entraría muy bien en esa cúspide de la pirámide de
necesidades que Abraham Maslow introdujo en 1943 en su artículo “A Theory of
Human Motivation”.
Ser un alma libre no significa en
absoluto ser, sentir y actuar como una persona que elige desvincularse de todo
lazo, de toda responsabilidad o de todo indicio de relación que le permita
echar raíces.
Hablamos de una serie de
características, actitudes y formas de interaccionar con la realidad que nos
hace, sin duda, más aptos y seguros ante la vida y sus adversidades.
Ahí donde no caben los apegos
insalubres o las dependencias asfixiantes.
A continuación, te proponemos
descubrir si estas dimensiones que ahora te explicamos te definen en cuerpo,
alma y sentimiento.
1. Eliges, piensas y actúas sin
necesidad de tener la aprobación de nadie
Llegar a ese punto en nuestro
recorrido vital y personal donde no se necesitan aprobaciones ajenas para vivir
como uno desea es, sin duda, un gran paso.
A lo largo de una buena parte de
nuestra existencia necesitamos ser validados por la sociedad.
Primero por nuestros padres, después
por nuestros iguales y, más tarde, por nuestros entornos laborales.
Mostrarnos tal y como somos, hablar
con la voz en el corazón y con la sinceridad en la lengua es algo que no se
consigue de un día para otro. Solo las auténticas almas libres lo logran.
2. Vives sin miedo: confías en ti
Los expertos en crecimiento personal y
en psicología motivacional saben muy bien que el miedo es el gran vetador de
oportunidades.
Cuando por fin dejamos ir los velos de
las preocupaciones y dejamos de anteponer fatalidades logramos avanzar con pies
más seguros.
La felicidad está siempre más allá de
las fronteras del miedo. No obstante, para cruzar esas líneas lo que
necesitamos, en primer lugar, es una adecuada “autoconfianza”.
3. Eres una persona auténtica,
descarada, espontánea
Eres una de esas personas que ya no
pone filtros en su lengua porque antes ha hecho un adecuado proceso mental para
saber que la verdad siempre debe ir por delante.
Te define la sinceridad, pero también
el descaro que arranca sonrisas y establece complicidades.
Eres espontáneo porque ya no te
importa el qué dirán, ni aún menos el qué pensarán.
Las personalidades auténticas son
almas libres porque su ser interno ya no vive con censuras. Han tomado contacto
con sus esencias y valores para demostrar al mundo cómo entienden la vida:
desde la pasión.
4. Sabes por lo que merece la pena
luchar
El alma libre, al contrario de lo que
muchos puedan pensar, no supone evadir las responsabilidades ni aspirar a una
forma de libertad despreocupada donde los deseos vienen y van de forma
errática. En absoluto.
El alma libre sabe muy bien por lo que
debe luchar: por aquello que ama, por todo lo que le identifica y le hace
feliz.
El resto carece de importancia.
5. El alma libre no habla el
lenguaje de los apegos
El apego, entendido desde el punto de
vista afectivo, es el gran enemigo del crecimiento personal.
Caer en una relación marcada por la
adicción afectiva veta por completo nuestro sentido de integridad, de libertad
y de autoexpresión.
La persona que se define por ser una
alma libre sabe amar sin depender. Ofrece lo mejor de sí mismo a los demás
sintiéndose completa y sin ver el amor una droga en la que caer prisioneros.
6. El alma libre sabe apreciar las
pequeñas cosas de la vida
Ser libre supone no estar aferrado a
lo que veta nuestro crecimiento, a lo que pone rejas a nuestro modo de sentir y
de vivir.
Esta pasión por la libertad se
consigue ante todo sabiendo priorizar, entendiendo que las cosas más
importantes de la vida en realidad, no son cosas, son sensaciones.
A su vez, esas sensaciones vienen
dadas por las experiencias más sencillas y cotidianas: una charla, un paseo por
la playa, una cita, un viaje, caminar descalzo, abrazar a nuestra mascota,
salir a correr sin tener ni una sola preocupación en la mente…