lunes, 22 de junio de 2009

¿DONDE ESTAN LOS MILAGROS?


¿Dónde están los milagros? Preguntan los hombres y mujeres de hoy, que van buscando por el mundo, pruebas del infinito amor de Dios. ¿Dónde los estamos buscando, si somos el Milagro más grande de la creación?...

El milagro de abrir los ojos a un nuevo día, el tener la oportunidad de hacer de tu vida lo que quieras hoy, el sentirte vivo a pesar de cualquier momento asumido, el ser capaces de sentir los latidos que da sin parar el corazón.

Basta creer, no perder nunca la fe, ser capaces de ver más allá, tener esa capacidad de asombro que nos ayuda a disfrutar de la magia que nos ofrece la naturaleza y toda la grandeza que en nosotros a semejanza de Dios, hay.

Cuando se es niño, se cree en los sueños, la magia y la fantasía, tenemos la certeza que Dios todo lo puede y que si luchamos por ello, nuestras ilusiones se pueden hacer realidad; a medida que pasa el tiempo y vamos creciendo, los momentos fantásticos se volverán cada vez más cortos; sin darnos cuenta, nos olvidamos de muchas cosas y dejamos de creer en casi todo.

Hay quienes consideran que en las personas con discapacidades no existe la perfección de Dios; ¡qué ciegos son, aún teniendo ojos que ven!, porque no logran comprender, que en lo más pequeño y aparentemente imperfecto, ahí es donde se dan tantos milagros que a todo aquel que lo descubra le ha de sorprender.

¿Quién no logra asombrarse cuando ve a un ser humano que sin manos pinta con la boca o con los pies? ¿Quién no llora de emoción, cuando descubre que alguien con alguna limitación alcanza cosas más grandes que aquellos a quién aparentemente nada les faltó? Cuando se piensa que se tiene todo, se limitan los sueños, se debilita la fe, se acaba el sentimiento de búsqueda, nada se espera, se estancan las ilusiones, se acomoda el ser.

Por eso existe en la debilidad y fragilidad, un milagro más que nos da la capacidad de llorar, de buscar, de esperar, de llamar a la puerta y tener la certeza de que seremos escuchados y se nos abrirá.

Muchos están a la espera de un milagro: una sanación, un empleo, una conversión; y cuando no se da lo que tanto pedimos, así como lo esperamos, nos sentimos frustrados, creemos que Dios no nos ha escuchado o nos ha abandonado.

No siempre los milagros suceden como los anhelamos, quizás nos vienen de otra forma y ni cuenta nos damos; no podemos permitir que nada nos quebrante la fe, estamos vivos hoy, y mientras eso pase, muchas cosas suceden y otros más están por suceder; por eso, no dejemos de pedir y mucho menos, de agradecer.