lunes, 1 de agosto de 2016

NUESTROS PRIMOS, ESOS AMIGOS Y HERMANOS DEL ALMA.



Son “segundos hermanos", pero también amigos con los que se comparten juegos y experiencias que enriquecen nuestra vida. Por eso la relación con los primos es a veces tan especial.
Nuestros primos representan un vínculo familiar que nos viene dado casi de “fábrica”, a través de esos parientes más cercanos que, de forma gratuita, enriquecen nuestros años de infancia y también de madurez.
En lo que se refiere al ámbito psicológico y social siempre se suele hablar del peso de esos lazos más próximos, es decir, de nuestros padres y hermanos.
Ahora bien, en ese “segundo” círculo de parentesco alejado y donde la genética ya no es tan estrecha, es donde aparecen los “segundos hermanos”.
Fueron esos excepcionales amigos con los que, además de compartir algún apellido por parte materna o paterna, vivimos mil aventuras, creando mil recuerdos para ser, aún a día de hoy, piezas clave en nuestra madurez.
Te invitamos a profundizar un poco más en esa valiosa relación que vale la pena cuidar en el presente, y fomentar a su vez en nuestros hijos, para fortalecer así el vínculo familiar.

Nuestros primos, esos excepcionales segundos hermanos
Algo curioso que nos señalan los antropólogos es que no todas las culturas dan tanto peso a la familia en su día a día. Hay países donde se mantiene un contacto justo y cordial que se limita a llamadas de teléfono y una o dos reuniones al mes.


En cambio, en otras culturas es común no solo en contacto diario y frecuente, sino que hasta conviven juntas varias generaciones, ya sea por atención y cuidado de las personas más mayores, por necesidad económica o por simple reciprocidad.



Podríamos decir con ello que muchos de nosotros hemos crecido con nuestros primos a un paso de casa, con nuestros abuelos en el hogar, con esos tíos que acordaban con nuestros padres recogernos cuando ellos no podían por cuestiones de trabajo.
Crecer con esta serie de contactos cotidianos, de actos cargados -habitualmente- de afecto y respeto, es sin duda un valor muy arraigado en varias culturas del que todos pueden beneficiarse, grandes y pequeños.

Veamos ahora qué nos aportaron nuestros primos en la infancia y qué puesto ocupan en la madurez.
Una forma de socializarnos más allá del seno familiar.
Cuando un niño viene al mundo tiene como primer círculo de interacción a sus padres y hermanos. Mucho antes de empezar a construir lazos de amistad con otros iguales, ese niño tendrá en sus primos un contacto social del que puede verse beneficiado.
La calidad de una relación entre primos viene determinada, a su vez, por una relación positiva entre hermanos. Si esta no es propicia ni afectuosa ese vínculo no aparecerá.
De hecho, es común que muchos de nosotros no conozcamos a algunos de nuestros primos, simplemente porque nuestros padres dejaron de tener relación con sus hermanos en un momento dado.
Ahora bien, si el contacto es bueno y frecuente, la infancia de ese niño se verá recompensada por esa amistad especial, ahí donde el componente familiar, pero ante todo el emocional, creará una impronta eterna entre ellos.

Nuestros primos fueron esos segundos hermanos con los cuales explorar el pueblo de nuestros abuelos, vivir aventuras vacacionales o de fin de semana, ponernos en riesgo, perdernos, descubrirnos, pelearnos, reír y crear esa “reserva cognitiva” que tanto nos hace crecer por dentro.



Nuestros primos, aliados imprescindibles
Algo que todos sabemos es que no es habitual llevarnos bien con todos y cada uno de los primos que tenemos por parte materna y paterna.
Conectaremos más con aquellos que encajan con nuestros valores y personalidad, con aquellos que supieron darnos apoyos y alegrías cuando más los necesitamos. Esos que nos han acompañado en la infancia y que siguen con nosotros en la madurez.
Otro aspecto común que también puede darse es que hay personas que mantienen una relación más enriquecedora con sus primos que con sus hermanos.
Son detalles normales que no deben causarnos mayor preocupación.
No por ser familia estamos obligados a tener que fingir algo que no sentimos, por ello, nada mejor que seguir siempre la voz de nuestro corazón y nuestra conciencia, siendo respetuosos en todo momento.
Un primo puede ser mejor que un amigo, puede ser un aliado imprescindible, un hermano del alma, una persona con la que deseamos contar hasta el último día de nuestras vidas.

Propiciar una buena relación de nuestros hijos con sus primos
Si mantienes una relación cordial con tus hermanos y con la familia de tu pareja, no dudes en propiciar esas reuniones donde los adultos disfruten y los más pequeños aprendan a convivir.

No debemos olvidar que la infancia, en especial los 6 primeros años de vida, es un momento excepcional donde cada acontecimiento cuenta.
Si favorecemos esos juegos, esas aventuras, esas tardes de merienda, risas, travesuras y canciones entre primos, les estamos regalando no solo felicidad, sino maravillosos recuerdos que les permitirán crecer en alegría, sintiéndose amados.

Permite que tus hijos tengan la misma relación positiva que tú mismo tuviste con tus primos.