El arrepentimiento no tiene por qué
ser un acto negativo, ya que nos ayuda a conocernos y a crecer como personas.
No obstante, hay que saber medirlo para que no nos ahogue.
El arrepentimiento es un estado
emocional que muchos utilizan a la ligera. Seguro que también tú conoces a
alguien que se enorgullece al decir eso de “yo no arrepiento de nada de todo lo
hecho y dicho en mi vida”.
No es lo adecuado. Si hay algo que nos
aporta el arrepentimiento es la oportunidad de cambiar para aprender de un
hecho concreto y poder actuar así con mayor integridad, respeto y madurez
personal.
Vivir es, al fin y al cabo, asumir
errores y descartar alternativas para avanzar de forma más sabia. Quien no se
arrepiente de nada es porque no acepta muchos de sus propios fallos, vivencias,
ofensas o relaciones con personas que hubieran sido mejor evitar.
La psicología del arrepentimiento
Algo muy común en nuestras relaciones
personales es que nuestras parejas o amigos suelen lamentar muy a menudo
“aquello” que nos hicieron, esa falta que tanto nos dolió.
Nos lo demuestran con mucho
sentimiento y apuro y, sin embargo, no cambian. Al poco tiempo vuelven a
cometer la misma ofensa, demostrándonos que el arrepentimiento no era sincero.
¿Por qué las personas solemos actuar de este modo?
Te invitamos a tener en cuenta estos
aspectos.
La falta de responsabilidad o la
negación de lo ocurrido
Esta característica es muy común entre
los adolescentes. Nos comentan que están muy arrepentidos por haber hecho esto
y lo otro y, sin embargo, no llegamos a percibir sinceridad en su expresión y
por supuesto, aún menos en su posterior comportamiento, donde no hay cambio
alguno.
Arrepentirse implica ser responsables
del error cometido o del acto realizado y, además, sentir ese malestar de forma
real, auténtica.
Hay personas que prefieren negar lo
ocurrido, pensar que lo sucedido no ha tenido importancia. Esto es, sin duda,
un claro ejemplo de inmadurez personal.
La negación a propiciar el cambio
“Sé que he hecho daño, sé que me he
equivocado. Sin embargo, no quiero cambiar las cosas y prefiero actuar de la
misma forma”. Esta actitud es también algo habitual en este tipo de
personalidades algo egoístas o con esquemas muy férreos de comportamiento.
Si nos negamos a cambiar seremos
incapaces de adaptarnos al flujo de la vida, a su transcurso y a las complejas
vicisitudes que, en ocasiones, nos trae el destino.
Quien no se arrepiente de nada de todo
lo hecho a lo largo de su vida puede que no sea consciente, por ejemplo, de que
en algún momento ha hecho daño a alguien.
El no intuirlo es una forma también de
negarse a reconocer que hay aspectos de nosotros mismos que deberíamos cambiar
para vivir en equilibrio, sin hacer daño.
Porque no basta con lamentarlo, no
basta con llorar. Quien se arrepiente de verdad cambia.
Arrepentirnos nos enseña a
comportarnos mejor
En ocasiones, arrepentirnos de algo no
es sinónimo de que hayamos hecho algo mal, sino de que podemos actuar mejor.
A lo largo de nuestra existencia no
nos limitamos solo a cometer errores; a veces, comprendemos que es mejor optar
por determinados caminos o evitar acercarnos a ciertas personas.
El arrepentimiento es parte del
aprendizaje y muchas veces debe verse como algo natural, lejos de darle una atribución
negativa.
Por ejemplo: Mi relación de pareja no
ha sido feliz, lo he pasado mal, pero no por ello me arrepiento de haberlo
vivido. Esta experiencia me enseña que, en ocasiones, es mejor estas solo que
mal acompañado.
El arrepentimiento es un “despertador
existencial” que nos invita a tomar consciencia de determinados actos,
pensamientos y elecciones.
Otro aspecto que debemos tener en
cuenta es que no es adecuado “obsesionarnos”
con un hecho concreto hasta el punto de que el arrepentimiento nos
impida vivir.
El arrepentimiento se siente;
posteriormente, hemos de desmenuzarlo para entender sus causas y sus
consecuencias para, después, desplegar el cambio o una actuación determinada.
De nada nos va a servir focalizar en ese
hecho un alto sufrimiento hasta el punto de “quedar encallados”.
Un aspecto habitual que nos trae
también esta dimensión emocional es que muchos de nosotros nos arrepentimos de
haber hecho ciertas cosas, sino de NO haberlas hecho o dicho.
Este es sin duda uno de los actos más
fáciles de remediar.
Cuando tu arrepentimiento es
existencial (lamento no haberle dicho lo que sentía, me arrepiento de no haber
hecho ese viaje…), piensa que no vale la pena cultivar ese sufrimiento inútil
porque que tiene fácil solución.
De hecho, solo requiere una dimensión:
VALENTÍA.
La vida es saber caminar asumiendo no
solo errores y aprendizajes, sino cumpliendo también nuestras propias
necesidades emocionales.
Así pues, no lo dudes: haz esa
llamada, compra ese regalo, compra ese billete, aprovecha esa oportunidad con
la cual ser más feliz…