Los problemas emocionales no son una
elección, y nadie desea atravesar una depresión ni pasar por momentos de
ansiedad. Simplemente, pueden surgir tras un período de acumular situaciones y
circunstancias complicadas.
Existe la falsa creencia de que la
ansiedad y la depresión son signos de debilidad y de incapacidad para la vida.
Pero no, una persona con ansiedad, depresión o síntomas mixtos NO está loca ni
es endeble, de carácter débil o inferior.
Resulta triste y agotador pelear con
esto, pero es una realidad social que no podemos obviar. Así, a pesar de los
avances de la ciencia, el inconsciente moderno que envuelve a nuestra sociedad
aún piensa que los problemas emocionales y psicológicos son sinónimos de
fragilidad y vulnerabilidad.
Por eso, dado que la depresión y la
ansiedad no se contemplan como heridas que necesitan atención, es habitual
escuchar discursos circulares con argumentos del tipo: “relájate”, “no es para
tanto”, “empieza a espabilar, la vida no es esto”, “no tienes razones para
llorar”, “comienza a madurar”, etc.
Así, del mismo modo que no se nos
ocurriría ignorar el dolor que producen fuerte punzadas en el estómago o una
gran migraña, no deberíamos hacer de menos el dolor emocional.
No podemos dejar que estas heridas
emocionales se curen sin más, sino que debemos trabajar sobre ellas y extraer
el significado que entrañan sus síntomas.
O sea, debemos acudir a un psicólogo
que nos ayude y nos proporcione estrategias para hacer frente a ese gran dolor
emocional que generan la ansiedad y la depresión.
Siguiendo con nuestro ejemplo, al
igual que dejamos de consumir lactosa si descubrimos que somos intolerantes,
deberemos “dejar de consumir” aquellos pensamientos y circunstancias que
infectan nuestra herida emocional.
No valen vendas o parches: debemos
limpiarlas y sanearlas.
Por eso en este artículo pretendemos
normalizar aquellas sensaciones de las personas que padecen problemas
emocionales de este tipo. Veamos más sobre esto para comprenderla y concienciarnos…
La ansiedad, un viaje nefasto en una
montaña rusa
Las sensaciones que padecemos con la
ansiedad son muy similares a las que se generan en el viaje de una montaña rusa
en el que comenzamos a encontrarnos mal.
Pongámonos en situación. Hemos ido a
pasar el día a un parque de atracciones en el que se encuentra una apetecible
montaña rusa en la que decidimos montarnos. Para hacerlo tenemos que esperar
una gran fila hasta que llega nuestro turno.
El día es caluroso y el sol está
pegando fuertemente en nuestra cabeza, lo que nos provoca un gran dolor y
malestar físico. Nos sentimos cansados y no tenemos ganas de subir al vagón,
pero lo hacemos, porque estamos ahí para disfrutar.
Una vez subidos nuestro corazón
empieza a palpitar, todo da vueltas a nuestro alrededor, los vagones giran 360º
varias veces, nos sumergimos en túneles oscuros y los globos parecen atacarnos.
Nuestra respiración se acelera y
nuestro corazón no puede parar. Sentimos que de un momento a otro nos va a dar
algo. Nuestras sensaciones están desordenadas, algo nos aprisiona el pecho, nos
quedamos inmóviles y sin capacidad de reacción.
No podemos evitar pensar en negativo.
Gritamos, lloramos y nos quejamos, pero nadie nos oye, ni siquiera nosotros.
Pedimos desesperadamente que pare y sentimos morir en el intento.
Sin embargo, no conseguimos que
nuestro vagón frene, pues este solo parará cuando pasen los minutos que estaban
programados para el viaje.
En este sentido, un ataque de ansiedad
es igual que un viaje desafortunado en una montaña rusa. De un momento a otro
va a parar, pero no sabemos cuándo ni cómo, por lo que mantener el control ante
esa incertidumbre es complicado.
La depresión, la oscuridad del alma
Quien padece depresión siente que todo
se envuelve en tinieblas. Poco a poco va perdiendo la ilusión por lo que le
rodea, no hay nada que le anime o que le motive, le cuesta estudiar o ir a
trabajar y se encuentra inmensamente triste o irritable.
La depresión es la gota que colma el
vaso, un vaso que está hasta arriba de situaciones y circunstancias complicadas
que han hecho mella en nosotros y que nos descolocan.
Por eso es importante que, en cuanto
nos demos cuenta de que algo va mal, acudamos a un profesional que nos apoye y
dé coherencia emocional a lo que nos sucede.
Nadie está libre de las garras de la
depresión y la ansiedad
La depresión y la ansiedad no son
signos de debilidad, sino de fortaleza. Estos problemas emocionales no aparecen
de la noche a la mañana, sino que se cuecen en las fraguas del infierno de la
vida, en las dificultades y en el agotamiento emocional.
Tampoco son consecuencia de una
elección personal. No podemos decidir si queremos o no queremos que nos
acompañen. Ambos problemas emocionales se derivan de la lucha contra las
dificultades vitales que nos acompañan y, por lo tanto, de haber intentado
permanecer fuertes demasiado tiempo.
No podemos olvidarnos de esto, pues
nadie está libre de relacionarse con la ansiedad y la depresión en algún
momento de su vida, sea de manera directa o indirecta.
Pongamos atención, comprendamos estos
problemas y, sobre todo, no los juzguemos…