En el mercado un hombre se percató de
una señora que llevaba en su carrito de compras una pequeña niña de tres años
de edad. Al pasar por la sección de las
golosinas, la pequeña pidió unas galletitas.
Su madre le dijo que no. La niña comenzó a quejarse y a hacer ruido, y
la madre dijo tranquilamente:
-Por favor Mónica, no te enojes, ya
estamos a mitad de camino y pronto terminaremos.
Llegaron al pasillo donde se
encontraban los dulces y caramelos, y la niña comenzó a gritar en voz alta
mientras los pedía.
-Tranquila mi amor, tranquila, no
llores, solo dos pasillos más y saldremos de este lugar.
Cuando llegaron a la caja donde debían
pagar los comestibles, inmediatamente la niña comenzó a pedir chicles a voces.
Y al ver que no se los iban a comprar, le dio una rabieta. Pacientemente la
madre dijo:
-Mónica, en solo cinco minutos
terminaremos de pagar los comestibles y entonces podrás ir a casa y dormir una
rica siesta.
El hombre las siguió hasta el
estacionamiento de autos y detuvo a la señora para felicitarla.
-No pude dejar de observar lo paciente
que usted ha sido con la pequeña Mónica -dijo él.
Al instante la mujer dijo:
-Yo soy Mónica. El nombre de mi niña
es Tammy.
A veces, la única manera de subsistir
a través del día es hablando con uno mismo.
Intentar que un chico entre en razón
es algo bueno, siempre y cuando puedas hacerlo sin que tú mismo pierdas la
razón.