Cuentan que Xanath, hija
de nobles totonacas, célebre por su belleza, vivía en un palacio cercano al
centro ceremonial de Tajín, sede de su pueblo.
Cierto día en que la joven
acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de
Chac-Mool ("Mensajero Divino"), encontró casualmente a Tzarahuín
(jilguero), un alegre doncel al que le agradaba silbar, y surgió entre ambos
amor a primera vista.
Sin embargo, el romance
mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una
choza humilde rodeada de tierra fértil en que abundaban las anonas, las piñas y
las calabazas. A pesar de la diferencia de clases, los enamorados se reunían
casi a diario, de manera fugaz, cuando el mancebo llevaba al mercado la cosecha
de sus siembras, y en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus
corazones.
Una tarde en que Xanath
pasó junto al templo sagrado de los nichos, la sorprendió la mirada penetrante
del dios gordo, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada
y su triple penacho; y desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a
cortejarla. La doncella logró esquivarlo en un principio, más el astuto dios
encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su alegría
habitual se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia de Tajín,
si no accedía a sus reclamos amorosos.
La advertencia hizo
temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín.
El astuto dios gordo
resolvió entonces ganarse la confianza del padre de la joven para que influyera
en el ánimo de Xanath. Lo invitó a su palacio, le reveló secretos divinos y
cuando manifestó interés por la linda muchacha, recibió completo apoyo para
casarse con ella.
Xanath hubo de soportar un
mayor acoso del testarudo dios y su padre la obligó a aceptar una nueva cita,
que resultaría fatal, pues luego de haber dado otra negativa al señor de la
felicidad, éste, irritado, lanzó un conjuro sobre la doncella y la transformó
en una planta débil de flores blancas y exquisito aroma: la vainilla.
Y si bien el dios creyó
vengarse, lo cierto es que mientras de él existen sólo vagos recuerdos, en
cambio, tenemos muy presente en nuestros días a la planta orquidácea cuya
esencia es muy apreciada en la cocina y la pastelería de muchas partes del
mundo.