El guerrero de la luz lleva en sí la centella de Dios.
Su destino es estar junto con otros guerreros, pero a veces necesitará practicar solo el arte de la espada; por eso, cuando está separado de sus compañeros, se comporta como una estrella.
Ilumina la parte del Universo que le fue destinada, e intenta mostrar galaxias y mundos a todos los que miran al cielo.
La persistencia del guerrero será en breve recompensada. Poco a poco, otros guerreros se aproximan y los compañeros se reúnen en constelaciones, con sus símbolos y sus misterios.
Un guerrero de la luz nunca olvida la gratitud.
Durante la lucha, fue ayudado por los ángeles; las fuerzas celestiales colocaron cada cosa en su lugar y permitieron que él pudiera dar lo mejor de sí.
Los compañeros comentan: “¡Qué suerte tiene!”. Y el guerrero a veces consigue mucho más de lo que su capacidad permite.
Por eso, cuando el sol se pone, se arrodilla y agradece el Manto Protector que lo rodea.
Su gratitud, no obstante, no se limita al mundo espiritual; él jamás olvida a sus amigos, porque la sangre de ellos se mezcló con la suya en el campo de batalla.
Un guerrero no necesita que nadie le recuerde la ayuda de los otros; él se acuerda solo y reparte con ellos la recompensa.
De aquí en adelante - y por algunos centenares de años - el Universo ayudará a los guerreros de la luz a boicotear a los prejuiciosos.
La energía de la Tierra necesita ser renovada.
Las ideas nuevas necesitan espacio.
El cuerpo y el alma necesitan nuevos desafíos.
El futuro se transformó en presente, y todos los sueños - excepto los que contienen prejuicios - tendrán oportunidad de manifestarse.
Lo que haya sido importante, permanecerá; lo inútil, desaparecerá. El guerrero, sin embargo, no está encargado de juzgar los sueños del prójimo y no pierde tiempo criticando las decisiones ajenas.
Para tener fe en su propio camino, no necesita probar que el camino del otro está equivocado.
Todo guerrero de la luz ya tuvo alguna vez miedo de entrar en combate.
Todo guerrero de la luz ya traicionó y mintió en el pasado.
Todo guerrero de la luz ya recorrió un camino que no le pertenecía.
Todo guerrero de la luz ya sufrió por cosas sin importancia.
Todo guerrero de la luz ya creyó que no era un guerrero de la luz.
Todo guerrero de la luz ya falló en sus obligaciones espirituales.
Todo guerrero de la luz ya dijo sí cuando quería decir no.
Todo guerrero de la luz ya hirió a alguien a quien amaba.
Por eso es un guerrero de la luz; porque pasó por todo eso y no perdió la esperanza de ser mejor de lo que era.
Un guerrero de la luz comparte su mundo con las personas que ama.
Procura animarlas a hacer lo que les gustaría pero no se atreven; en estos momentos, el Adversario aparece con dos tablas en la mano.
En una de las tablas, está escrito: “Piensa más en ti mismo. Conserva las bendiciones para ti mismo, o acabarás perdiéndolo todo.”
En la otra tabla, lee: “¿Quién eres tú para ayudar a los otros? ¿No será que no consigues ver tus propios defectos?”
Un guerrero sabe que tiene defectos. Pero sabe también que no puede crecer solo, distanciándose de sus compañeros.
Entonces arroja las dos tablas al suelo, aun reconociendo que tienen un fondo de verdad. Ellas se transforman en polvo, y el guerrero continúa animando a quien está cerca.
El guerrero de la luz a veces actúa como el agua, y fluye entre los obstáculos que encuentra.
En ciertos momentos, resistir significa ser destruido; entonces, él se adapta a las circunstancias. Acepta sin protestar que las piedras del camino tracen su rumbo a través de las montañas.
En esto reside la fuerza el agua; jamás puede ser quebrada por un martillo, ni herida por un cuchillo. La más poderosa espada del mundo es incapaz de dejar una cicatriz sobre sus superficie.
El agua de un río se adapta al camino más factible, sin olvidar su objetivo: el mar. Frágil en su nacimiento, lentamente va adquiriendo la fuerza de los otros ríos que encuentra.
Y a partir de un determinado momento, su poder es total.
Para el guerrero de la luz, no existe nada abstracto.
Todo es concreto, y todo le concierne. Él no está sentado en el confort de su tienda, observando lo que sucede en el mundo; acepta cada desafío como una oportunidad que se le presenta para transformarse a sí mismo.
Algunos de sus compañeros pasan la vida criticando la falta de elección, o comentando las decisiones ajenas. El guerrero, sin embargo, transforma su pensamiento en acción.
Algunas veces yerra el objetivo, y paga, sin protestar, el precio de su error. Otras veces se desvía del camino, y pierde mucho tiempo regresando al destino original.
Pero un guerrero no se distrae.
Tomado del Libro
Del Manual del guerrero de la Luz