Ciudad de México.- Les voy a contar
una leyenda corta, esto me ocurrió una
vez mientras viajaba en carretera de regreso a mi hogar.
Recuerdo que ese día las lluvias
habían provocado que la autopista de cuota fuera cerrada.
Por ese motivo, tuve que tomar el
camino libre.
Por supuesto, el asfalto y los
señalamientos estaban sumamente descuidados, como si nadie les hubiera dado el
más mínimo mantenimiento en años.
Más cómo acababa de adquirir
neumáticos nuevos, no le di importancia a eso y proseguí mi ruta.
A los pocos minutos de entrar en ese
nuevo camino, escuché un ruido muy fuerte proveniente de la parte trasera de mi
vehículo.
- Maldición seguramente le pegué a una
piedra. Pensé.
El carro se comenzó a balancear
errática mente y yo no podía controlarlo, dado que la dirección estaba trabada.
Jalé el freno de mano, con la esperanza de frenar la velocidad, sin embargo,
las cosas empeoraron y el automóvil se enfiló hacia el precipicio.
Aterrado pero a la vez pensando en la
mejor opción que tenía para sobrevivir, me arranqué el cinturón de seguridad y
abrí la portezuela. De un brinco abandone la unidad, instantes antes de que
ésta se estrellara contra un muro de contención y cayera al vacío sin remedio.
El impacto que tuve al caer contra el
suelo, fue horrible, pude oír como algunos de mis huesos crujían. El dolor era
tal que únicamente alcancé a ver que en el cielo el sol intentaba salir.
Después de eso, me desmayé.
Desperté en una clínica local y la
enfermera que estaba cuidándome me comentó:
- Tuvo mucha suerte, casi nadie sale
vivo de la curva Herminia.
- ¿Qué es eso? Pregunté.
- Es el sitio exacto en el que sufrió
el accidente. Le decimos curva Herminia porque allí murió hace más de 50 años
asesinada una muchacha que se llamaba así.
- ¿Cómo murió?
- La mató su novio en un arranque de
celos y tiró su cuerpo en ese lugar
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