lunes, 15 de agosto de 2016

YO NO ME ENOJO, SOLO ESCUCHO Y EVITO QUE ME QFECTE AQUELLO QUE NO ME DEFINE.



 No podemos dejar que el comportamiento de otra persona condicione nuestra vida. Somos responsables de nuestras emociones y debemos aprender a racionalizarlas para que el enojo no nos destruya.
El enojo es una emoción humana tan normal como cotidiana. Es común en los adultos, pero sobre todo en los niños pequeños, cuando, por ejemplo, aún no saben gestionar aspectos como el aplazamiento de las recompensas.

No debemos ver esta sensación como algo puramente negativo. Todos nos enojamos, todos nos llenamos de ira ante situaciones que consideramos injustas, y ello es también algo saludable que nos permite poder reaccionar ante lo que no es permisible, ante lo que nos hace daño.

Ahora bien, el enojo debe ser algo puntual y limitado en el tiempo. Debemos verlo como un interruptor, algo que se enciende en nuestro cerebro para avisar de que un aspecto de nuestro entorno nos preocupa, y ante lo cual debemos tomar una decisión.
Si dejamos que esta emoción nos controle, caeremos en la irracionalidad de la ira, del grito y de una reacción que posiblemente, lamentemos. El enojo se atiende y más tarde se controla para proporcionar una respuesta adecuada.
Hoy en nuestro espacio te invitamos a ahondar en esta emoción tan común como desconocida en ocasiones.
Conocer el enojo para responder mejor en nuestro entorno
Uno de los mejores especialistas en la dimensión del enojo, la ira y la resistencia es, sin duda, Eckhart Tolle. Este psicólogo positivista y representante también de esa vertiente más espiritual de la ciencia del comportamiento nos aporta una visión muy acertada sobre este constructo psicológico.
l enojo es una emoción negativa poderosa y amenazante!. Ese enfado que no se controla y que se desboca lo que hace al instante es inundar nuestra mente de pensamientos negativos.
Quien razona no somos nosotros, no es nuestra parte equilibrada y lógica, sino la emoción negativa más descarnada.
Un aspecto que debemos tener en cuenta y que nos señala Eckhart Tolle es que, a veces, estamos enojados con algo, pero no nos damos cuenta de ello.
Al poco, esa sensación de negatividad invade otros campos de nuestra vida, hasta el punto de quedar saturados por el pesimismo.

El enojo, además, se transmite, se contagia como una energía asfixiante que crea distancias e incomodidades entre nosotros. No es lo adecuado.
Te indicamos ahora cómo resolver este malestar, esta falta de sintonía con nosotros mismos y nuestro entorno.



 Cómo ser consciente de lo que estamos generando
Te pondremos un ejemplo. Imagina que tienes un mal día en el trabajo. Un compañero de oficina genera un entorno tóxico al promover críticas dañinas y rumores infundados; y esto te molesta.

Nuestro protagonista almacena una gran dosis de enfado, de cansancio y negatividad que acaba proyectando en casa y con sus familiares. Cualquier hecho puntual provoca que reaccione de forma desmesurada.
Lo primero que debemos saber percibir es esa emocionalidad interna, ese malestar y lo que dicha sensación está creando en nuestro entorno.
Una emoción negativa no solo crea pensamientos negativos, sino también conductas inadecuadas. Es necesario saber verlo, saber percibir esa batalla que se libra en nuestro interior.
Cómo actuar
Ya somos conscientes de lo que nos ocurre y de lo que estamos provocando a nuestro alrededor. El foco del problema no está en casa; de hecho, tampoco está en el trabajo: está en nuestra mente.

En ocasiones, nos es imposible cambiar la conducta de una persona o de un grupo de personas. En este caso, ese compañero de trabajo no va a cambiar, su personalidad es así y siempre hace uso de las críticas y los rumores.
Cuando nos sea imposible cambiar algo negativo de nuestro entorno, lo que debemos hacer es variar la forma en que afecta a nuestras emociones.
No se trata en absoluto de no darle la importancia que merece o de hacer como si nada nos afectara. Se trata de ejercer un “control”. Dominar las emociones negativas para que ellas no me dominen a mí y afecten a mi vida convirtiéndola en un infierno.
Lo que nos controla nos hace cautivos y empobrece nuestra calidad de vida. No es lo adecuado, no debemos permitirlo.


Debemos calmar nuestra ira, y con asertividad, calma y equilibrio, le haremos saber a esa persona que su comportamiento no es el adecuado. El que uno regule sus propias emociones no significa que no pueda actuar.

Una vez dejamos claro a ese foco puntual que nos altera y enoja, que su forma de actuar no es adecuada, procederemos a racionalizar las emociones negativas que puedan quedar en nuestro interior.

Esas críticas no van conmigo porque no me definen. Las ofensas no me hacen daño: yo sé quien soy, yo protejo de mi autoestima.
Lo que una persona concreta piense de mi es su opinión, es su universo, es su esfera particular y limitada, pero no es mi mundo ni me define. Por lo tanto, procedo a “desactivar todo enojo y toda emoción negativa”. Me libero.
El enfado se aplaca siendo consciente de esa emoción negativa, controlándola y, a su vez, gestionándola. No olvides tampoco que este tipo de estrategias son también muy adecuadas con los niños.


Cuanto antes empiecen a entender sus emociones, mejor.

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