martes, 1 de abril de 2014

LLORAR POR LO PERDIDO

El maestro meditaba solitario y silencioso, sentado sobre el tronco de un árbol caído. Un joven, cuyo padre había muerto, aconsejado por sus amigos, se acercó buscando consuelo y consejo en su sabiduría. Invitado a caminar, el joven se iba desahogando, con el detallado relato de los hechos y de sus penas.

 El maestro solía ser de muy pocas palabras, y así lo fue escuchando atentamente hasta que llegaron por el sendero ante la casa de un campesino, amigo del Maestro.

El hombre cavaba la tierra con una pala, para hacer un pozo. Su hijo de cuatro años, junto a él, lloraba desconsoladamente.

-¿Hombre, por qué llora tu hijo? - preguntó el Maestro.

- Mira, -respondió el hombre, mientras le mostraba una nuez, que había sacado de su bolsillo-, se la regalaron esta mañana en la escuela. Somos pobres y quiero sembrarla para tener un nogal. Pero él...

- Gracias amigo -interrumpió el Maestro, e invitó al joven a seguir caminando.

Después de un largo trecho andando en el silencio del monte, sólo interrumpido por el trino de los pájaros, el Maestro preguntó:

-¿Comprendiste?

-¿Qué? -interrogó a su vez el joven sorprendido.

-Que cuando el Padre Dios siembra una nuez para tener un nogal, el hombre niño, sin comprender, llora la nuez perdida....

Del libro "Vive con tu muertos que viven"


de René Trossero

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