El primer día se dedica a los niños y
le llaman u hanal palal. El segundo día, 1 de noviembre, está dedicado a los
adultos muertos y le llaman u hanal nucuch uinicoob, y el tercer día es el u
hanal pixanoob llamado en algunos lugares misa pixán, porque ese día se aplica
una misa dedicada a las ánimas, por lo general en el cementerio de la
población. Se acostumbra, principalmente en el interior del Estado que los
niños usen durante esos días una cinta de color rojo o negro en la muñeca
derecha, a fin de que las ánimas no se los lleven. También se acostumbra
amarrar a los animales de la casa, porque podrían ver a las ánimas e impedirles
el paso hacia el altar.
La tradición incluye varios ritos,
pero el principal consiste en poner una mesa que funciona como altar, alumbrada
con velas de cera, debajo de los árboles del patio y cerca de las sepulturas de
los familiares, donde se coloca comida típica de la temporada: atole nuevo,
pibes o mucbipollos, jícamas, mandarinas, naranjas, xec (mezcla hecha con
naranja, mandarina, jícama y otras frutas, así como chile molido), dulce de
papaya, coco y pepita, tamales de x’pelón, vaporcitos, balché (bebida
embriagante que se hace con la corteza de un árbol que se llama así), pan dulce
y jícaras de sabroso tan-chucuá (atole que se fabrica con masa de maíz, cacao,
pimienta y anís). Todo eso adornado con veladoras, flores, ramas de ruda y las
fotografías de las personas fallecidas.
El día de los niños difuntos el altar
es decorado con un mantel bordado en tonos alegres, en el que se colocan,
además de los alimentos, dulces y juguetes, y se adorna con flores de xpujuc
(de tipo silvestre y color amarillo), xtés en color rojo y virginias.
Estas viandas pasan toda la noche del
1 al 2 de noviembre, en esos pequeños altares, debajo de los árboles. Y cuando
las almas de los difuntos “han tomado la gracia”, los familiares de aquellos
meriendan los mucbipollos, y los pibinales, y se toman el atole y el balché.
Una semana después, se efectúa el bix
(ochovario del día de finados, se dice también de la reunión o fiesta que se
hace a los ocho días de algún acontecimiento) u octava, que es una especie de
repetición menos complicada que la anterior. En las noches de esos días, en las
puertas de las casas y en las albarradas se encienden hileras de velas para que
las almas vean su camino al venir y al retirarse de la población al terminar
los finados.
En el poblado de Pomuch, aquí mismo en
Campeche se celebra esta tradición de manera muy peculiar; los pobladores van
al cementerio desde muy temprano a cambiar las vestiduras, representadas por un
paño bordado en punto de cruz para que
su Pixan al regresar a la tierra las encuentre limpias, limpian sus restos y
los acomodan nuevamente para darles la bienvenida.
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