domingo, 29 de abril de 2018

LA MUJER HAMBRIENTA



En el lugar en donde viven los espíritus, hubo una vez una mujer que gritaba constantemente pidiendo comida. Tenía bocas en las muñecas, bocas en los codos y bocas en los tobillos y rodillas. “Aquí no puede comer”, dijeron los otros espíritus. “Tendrá que vivir en alguna otra parte.”
Pero arriba sólo estaba el aire vacío, y lo mismo sucedía a la derecha y a la izquierda, y delante y detrás. En aquellos días el mundo no se había creado. Sin embargo, por debajo había algo que parecía agua. Nadie sabía cómo había llegado allí. Los otros espíritus pensaron: “Si la ponemos abajo quizá pueda satisfacer su hambre”.
 Tan pronto se les había ocurrido el pensamiento, los espíritus Quetzalcoatl y Tezcatlipoca tomaron a la mujer y la arrastraron hacia abajo hasta el agua. Cuando vieron que flotaba, se transformaron en serpientes, se estiraron sobre ella en forma de cruz, desde el brazo derecho a la pierna izquierda y desde el brazo izquierdo a la pierna derecha. Tirando de sus manos y pies, la estiraron en todas las direcciones, empujando tan fuerte que la quebraron en dos por la cintura.
 “Mira lo que hemos hecho”, dijeron, y como no sabían qué más hacer devolvieron la mitad de abajo al lugar de los espíritus. “¿Qué podemos hacer con esto?”, preguntaron.
 “Qué pena”, dijo otro de los espíritus, “pero no importa, lo utilizaremos para hacer el cielo”. Entonces, para consolar a la pobre mujer, todos bajaron volando y empezaron a hacer flores y hierba con su piel. Del pelo hicieron bosques, de sus ojos estanques y fuentes, de sus hombros montañas, y de su nariz valles. “Al final quedará satisfecha”, pensaron. Pero, igual que antes, sus bocas estaban por todas partes, mordiendo y gimiendo. Y todavía no ha cambiado.
 Bebe cuando llueve. Come cuando las flores se marchitan, cuando los árboles se caen o cuando alguien muere. Cuando alguien es sacrificado o muere en el campo de batalla, ella se bebe su sangre. Sus bocas siempre están abriéndose y cerrándose, pero nunca se llenan. A veces, por la noche, cuando sopla el viento, puedes oírla gritar pidiendo comida.

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