El 24
de septiembre de 1874 María, la hija de Marcelino Sanz de Sautuola, descubre la
presencia de toros en la cueva de Altamira. No era la primera vez que se
entraba en aquel lugar, pero sí que se hallaban pinturas de tal calidad y
antigüedad. Al principio nadie le creyó, e incluso las tomaron por falsas. Pero
la verdad al final salió a flote convirtiéndose en un sonado descubrimiento
arqueológico
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