El hombre observó al niño solo en la sala de espera del aeropuerto aguardando su vuelo. Cuando el embarque comenzó, el niño fue colocado al frente de la fila, para entrar y encontrar su asiento antes que los adultos.
Al entrar al avión, el hombre vio que el niño estaba sentado al lado de su asiento. El niño fue cortés cuando conversó con él y, enseguida, comenzó a pasar el tiempo pintando un libro. No demostraba ansiedad o preocupación con el vuelo mientras las preparaciones para el despegue estaban siendo hechas.
Durante el vuelo, el avión entró en una tempestad muy fuerte, lo que lo hizo balancearse como una pluma al viento. La turbulencia y las sacudidas bruscas asustaron a algunos pasajeros. Pero el niño parecía encarar todo con la mayor naturalidad. Una de las pasajeras, sentada del otro lado del corredor, estaba preocupada con todo aquello y preguntó al niño:
- ¿No tienes miedo?
- No señora, no tengo miedo, respondió él, levantando los ojos rápidamente de su libro de pintar. Mi papá es el piloto.
Existen situaciones en nuestra vida que recuerdan a un avión pasando por una fuerte tempestad. Por más que intentemos, no conseguimos sentirnos en tierra firme. Tenemos la sensación de que estamos colgados del aire sin nada para sostenernos, para asegurarnos, en qué apoyarnos, y que nos sirva de socorro. En estas horas debemos recordar, con serenidad y confianza, que:
Dios es el piloto y que que por muchas que sean nuestros problemas y dificultades, Dios nos ama y nos cuida.
Muchas veces somos nosotros mismos creando turbulencias y el susto viene de nuestros propios reflejos, pero más allá de todo, Dios es el piloto de todo el Universo.
Que tengas un buen fin de año y un mejor año nuevo!!!
Hasta el próximo año. Gracias por tu compañía... ¡Feliz 2009!
Miguel Angel Arcel
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