Era una soleada tarde de sábado en Oklahoma y Bobby Lewis, mi amigo y un padre orgulloso, llevó a sus dos niños a jugar al minigolf. Se dirigió a la taquilla y preguntó al empleado cuánto costaba la entrada.
—Tres dólares para usted y lo mismo para cada niño mayor de seis años. Hasta los seis tienen entrada libre. ¿Qué edad tienen? —respondió el muchacho.
—El abogado tiene tres y el médico, siete —contestó Bobby—, o sea que le debo a usted seis dólares.
—Oiga, señor —le dijo el muchacho de la taquilla—, ¿le ha tocado la lotería o qué? Podría haberse ahorrado tres dólares sólo con decirme que el mayor tiene seis. Yo no me hubiera dado cuenta de la diferencia.
—Es probable que usted no se hubiera dado cuenta —asintió Bobby—, pero los niños sí.
Como decía Ralph Waldo Emerson, «la clase de persona que eres habla en voz tan alta que no me deja oír lo que dices». En tiempos tan difíciles como éstos, en los que la ética es más importante que nunca, asegúrate de que estás dando un buen ejemplo a todos los que trabajan y viven contigo.
Patricia Fripp
del libro "Sopa de Pollo Para el Alma"
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